Para ser un universo gigantesco, lo cierto es que los planetas de Star Wars suelen siempre girar el torno a los cinco de siempre. De vez en cuando aparece un territorio completamente nuevo, sobre todo con el auge de las series y la necesidad de que no parezcan siempre lo mismo, pero durante años, entre Coruscant, Naboo y Tatooine ya se solucionaba la papeleta. Por eso, en el fondo, resultó tan refrescante que la batalla final entre Obi-Wan Kenobi y Anakin Skywalker en La venganza de los Sith tuviera lugar en un sitio volcánico del que nunca antes habíamos oído hablar: Mustafar.
¡Es el elegido!
Desde entonces, todo sea dicho, Mustafar ha salido en toda clase de novelas, cómics y en series de televisión como Clone Wars, porque en esta saga no se da puntada sin hilo. De hecho, volvió por todo lo alto en El ascenso de Skywalker, donde se pudo ver cómo el planeta había evolucionado a lo largo de los años. Sin embargo, los árboles no nos deben impedir ver el bosque: pese a todas sus apariciones, hay algo muy simple que a muchos se nos escapó en el momento del estreno del Episodio III.
Se trata del nombre en sí. Al fin y al cabo, "Mustafá" es una palabra arábica que viene a significar "el elegido", además de uno de los nombres que utilizó el profeta Mahoma. Y no, no es casualidad: al fin y al cabo, desde su primera aparición en La amenaza fantasma, la vida de Anakin Skywalker es una suma de distintas religiones: la cristiana, sí (es un niño nacido sin padre, después de todo), pero también la budista y la musulmana. De hecho, en todas las religiones hay un camino hacia la redención tras el sufrimiento.
Anakin iba a ser el niño que trajera el equilibrio a la Fuerza, y acabó ejecutando la Orden 66 tras su paso al Lado Oscuro. Sin embargo, lo que Lucas parece sugerir es que esta conversión y su traición era vital para completar su camino como El Elegido. Porque, al final, y como vimos en El retorno del jedi, consiguió librar al mundo de los Sith de una manera u otra... Hasta que Disney quiso imprimir billetes otra vez, al menos.