Pocos debuts se recuerdan tan potente como el de Vincenzo Natali, que entró en el cine de género dando un portazo gracias a Cube, una absoluta maravilla que, ya sin él, comenzó una franquicia por su cuenta, que actualmente cuenta con dos secuelas y un remake japonés. Sin embargo, el propio director intentó redirigir la situación decadente con una secuela propia que acabó siendo imposible por culpa del presupuesto y de que la tecnología que necesitaba para hacerla aún no existía. Sin embargo, pudo cambiar el rumbo de su proyecto y salvarlo, solo que abandonando la idea de la secuela y convirtiéndola en la controvertida Splice.
Splice Girls
Splice era, de alguna manera, una especie de reinvención de Frankenstein adaptada al siglo XXI, y para el director era muy importante que, además de hablar de bioética o ciencia corporativa, su película tuviera una escena muy potente que el público recordara durante años: un momento en el que el creador tuviera sexo con la criatura y que causó polémica allá donde se proyectó, a pesar de que Adrien Brody lo diera todo y tuviera cierto gusto. Para Natali era el único motivo por el que quiso dirigirla.
Y claro, se quiso asegurar de que nadie en el estudio iba a obligarle a borrarla en el montaje... Introduciéndola en el contrato. La escena no podía ser cortada de ninguna de las maneras y decidió que los productores lo firmaran porque tenía auténtico terror de que lo hicieran a sus espaldas, incluso después de haberla terminado. Para él, haber hecho una elipsis y no mostrar la escena de sexo en sí habría sido cobarde, y eso es exactamente lo que le emocionaba.
De hecho, el estreno se retrasó varios meses porque el estudio entró en un periodo de negociación con Natali sobre esa escena en particular, y él se negó en rotundo a hacer ninguna modificación, señalando el contrato. Al final, Splice se convirtió en un mito del género, pero, al mismo tiempo, fue un fracaso en taquilla, recaudando tan solo 27 millones de los 30 que costó. Al menos el tiempo la ha puesto en su lugar... y la escena de sexo como uno de los momentos más terroríficamente sexys (a su manera) de la historia del cine de terror moderno.