La gran ganadora del pasado Festival de Sitges fue El baño del diablo, una cinta de folk horror que estremeció a los asistentes, una película que va mucho más allá del género y que está dirigida por dos ya habituales, la pareja formada por Severin Fiala y Veronika Franz, artífices de Goodnight Mommy y La cabaña siniestra. Y, al parecer, con esta El baño del diablo, han dado un salto de gigante en la calidad de sus producciones.
La película aborda un hecho desconocido para la mayoría del gran público: durante los siglos XVII y XVIII hubo una oleada de suicidios, prácticamente todas ellas mujeres, en el centro de Europa, en comunidades ultrarreligiosas.
La represión, el maltrato y el machismo imperante socavaba y destruía física y mentalmente a las mujeres de la época. El suicidio, en la mayoría de los casos, era la única salida, pero ocurría una cosa: cometer un crimen contra uno mismo era pecado mortal. ¿Qué hacían entonces? Matar a un menor era un pecado con posibilidad de absolución. Y luego estas mujeres…
Lo que ocurre con ellas es precisamente lo que se cuenta en El baño del diablo.
Los directores de la película se quedaron perplejos al enterarse de este periodo tan escabroso y desconocido de la historia de Europa en un podcast. Fue en ese momento cuando decidieron que tenían que darle vida en una película y pronto comenzaron a documentarse para reconstruir de manera fiel la vida cotidiana en las zonas rurales, al igual que toda la estética y la atmósfera de la época.
La represión produce monstruos
El baño del diablo nos cuenta la historia de Agnes, una mujer que se prepara para convertirse en esposa. Ella, como buena figura femenina, ansía ser eso, esposa y madre cuanto antes. El marido, por supuesto, ignora su existencia y carga en ella absolutamente todas las tareas domésticas. La visión constante de la madre de su marido, figura omnipresente y tenebrosa, va haciendo mella en su carácter, antes jovial.
Los directores estuvieron estudiando más de 400 casos documentados en la época. El de Ágnes es uno de los pocos que encontraron que estaba muy bien explicado, por lo que decidieron elegirla para darle voz. Y la vista de los resultados, ha sido un triunfo total. No solo se llevaron el mayor premio en Sitges, sino que en el pasado Festival de Berlín consiguieron alzarse con el Oso de Plata, mencionando explícitamente su contribución artística sobresaliente.
La crítica se ha deshecho en elogios. Alejandro G. Calvo se refirió a ella como "una película dura, pero fascinante" tras su visionado en el Festival de Cine de Sitges. Además, Luis Martínez de El Mundo asegura que se trata de un "soberbio y terrorífico drama histórico sobre el suicidio de las mujeres en el siglo XVIII, protagonizado por una imperial Anja Plaschg; Nando Salvá de Diario El Periódico la define como una "crítica demoledora a los dogmatismos y a las promesas de salvación que ofrecen"; por su parte, Meagan Navarro de la web especializada en terror Bloody Disgusting dice de ella que es "un viaje salvaje gracias al exquisito trabajo artístico y las potentes interpretaciones".
Incluso Shawn Van Horn, crítico de Collider, va más allá y promete que esta película "solo vas a querer verla una vez porque su terror se te quedará grabado, reproduciéndose en tu mente, de modo que nunca necesitarás un segundo visionado porque el primero nunca te abandonará". Casi nada.