Guillermo del Toro no necesita mucha presentación estos días. Desató a Hellboy en la pantalla dos veces antes de pasear con Pinocho por un mundo stop-motion diseñado con mucho cariño en Netflix. Mientras tanto, ganó el Oscar a Mejor Director con la fantástica historia de amor La forma del agua.
Un director que entrelaza fantasía y terror de forma más elegante y ágil que casi cualquier otro director, no es de extrañar que su mejor película hasta la fecha sea el terrorífico cuento de hadas El laberinto del fauno. Sin embargo, sin un trabajo de antes clave en su carrera, esta no existiría. Estamos hablamos de El espinazo del diablo.
El espinazo del diablo te lleva al año 1939 y tiene como telón de fondo la Guerra Civil Española. El foco de la historia es el joven Carlos (Fernando Tielve), quien, tras la muerte de su padre, llega al orfanato Santa Lucía, regentado por el Dr. Casares (Federico Luppi).
Casares mantiene vínculos con los republicanos y esconde un tesoro de oro. Ese no es el único secreto de Santa Lucía. Apariciones fantasmales causan disturbios, que se remontan al niño huérfano Santi (Junio Valverde), que desapareció sin dejar rastro el día de un atentado con bomba.
Los paralelismos con El Laberinto del Fauno son obvios. Ya en El espinazo del diablo, del Toro cuenta un capítulo oscuro de la historia desde la perspectiva de un personaje joven, mientras el horror de la realidad choca con elementos fantásticos. El resultado es un drama sobre la mayoría de edad entre el terror, la fantasía y el misterio.
Sólo tienes 3 días para verla en Netflix: una deslumbrante película de terror que fracasó injustamente en taquillaA pesar del título, no esperes una sorpresa. La película se va metiendo poco a poco en la piel como una buena película de terror. Desde el primer minuto, el horror hierve en un transfondo narrativo y se libera en miradas completamente congeladas por el miedo. Antes de que te des cuenta, estás demasiado inmerso en la historia.
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