Damien Chazelle lo tenía muy claro: La La Land iba a ser un éxito. Tristemente, era el único que lo veía así, y ningún estudio estaba dispuesto a financiarle un musical sin canciones preestablecidas que, encima, tratara sobre jazz. El guion, por poderoso que fuera, había nacido muerto. De hecho, en la única distribuidora que le atendieron, Focus, le exigieron tres cosas que lo habrían cambiado todo: por un lado, que el protagonista no fuera un pianista de jazz, sino un músico de rock. En segundo, que el número musical inicial en el atasco cambiara por completo. Y en tercero, que el final agridulce se eliminara por completo. El director prefirió no hacer la película antes que aceptarlo. Y, al final, tenía razón.
Another day of body doubles
Después del exitazo de Whiplash, claro está, se abrieron de par en par las puertas de Hollywood para Chazelle, e incluso pudo pedir más que el presupuesto que originalmente habría aceptado (un millón de dólares). La La Land acabó costando 30 millones, pero recaudó 472 y se convirtió en historia de los Óscar por ser la película que ganó durante solo quince segundos antes de que reconocieran haberse equivocado con el nombre y se lo dieran a la justa vencedora, Moonlight.
Después de su peripecia tratando de conseguir dinero en Hollywood queda claro que Chazelle sabe mucho de dar oportunidades a quien lo merece, y por eso en La La Land hizo un hueco para dos actores en ciernes: los dobles de Emma Stone y Ryan Gosling, que aparecen en una escena rodando una película romántica mientras los protagonistas pasean por el estudio. Y si te preguntas para qué necesitaban ambos dobles de cuerpo en una película como esta, la solución debería ser obvia.
Aunque nos parezca que Stone y Gosling están siempre bailando, lo cierto es que había números con rutinas muy complicadas para las que necesitaron que otros hicieran su papel. Por ejemplo, en la escena en la que ambos parecen volar en el cielo, mientras están en Observatorio Griffith de Los Angeles, realmente vemos a sus dobles. Si es que no te puedes creer nada de lo que veas en el cine.