No todo el mundo lo sabe, pero en 1994 se publicó una de las piezas perdidas de la historia del Titanic más curiosas: un libro llamado Polar, the Titanic Bear que va mucho más allá del simple entretenimiento. Se trata del libro que una madre, Margaretta Corning Spedden, le regaló a su hijo en 1912 después de que ambos sobrevivieran al barco, y donde contaba el viaje, el hundimiento y el rescate desde el punto de vista de su osito de peluche, que llevaba a todos los sitios. ¿Por qué nunca se publicó? Bueno, digamos que todo toma un cariz trágico de repente.
My heart won't go on and on
Para entender la historia del todo hay que ir hasta los inicios, en enero de 1912, cuando Robert Douglas Spedden recibió un regalo de su madre, Margaretta, un oso polar de peluche. La idea era que ella escribiera un diario detallado de los sitios a los que se iban de vacaciones con el oso como excusa, para que el niño tuviera un gran recuerdo en el futuro. El problema es que, como sabemos, el barco en el que iban se hundió. Por suerte, toda la familia, incluyendo las sirvientas, sobrevivió... pero Robert murió dos años después, atropellado por un coche cerca de su casa en Maine, por lo que el libro se escondió entre las pertenencias familiares, debido a la pena, y nunca vio la luz.
Sin embargo, Robert vivió para los espectadores del futuro, porque James Cameron, al verle inmortalizado en una foto mientras lanzaba su peonza en cubierta junto al padre, Frederic Spedden, decidió recrearlo en Titanic. Y así, como tantos otros pasajeros de la vida real, el pequeño tuvo su momento de gloria póstumo.

Margaretta, tras la muerte de su hijo y pasar el luto, siguió viajando con su marido por el mundo hasta que, en 1950, falleció a los 80 años, dejando tras de sí una de las historias más increíbles que nos dejó el barco, y que ya de por sí podría dar para otra película. Claro, que a ver quién se atreve a contar algo relacionado con el Titanic después de la epopeya de Cameron...