Tras haber recaudado 390,5 millones de dólares en la taquilla de todo el mundo, Robin Hood: Príncipe de los ladrones se colocó como la segunda película más taquillera del 1991, justo después de Terminator 2: el juicio final -que recaudó 520 millones de dólares- y por delante de La bella y la bestia, Hook y El silencio de los corderos.
La cinta dirigida por Kevin Reynolds está protagonizada por Kevin Costner, una pareja que tenía muchas ganas de trabajar junta una vez más pero cuyo proyecto se transformó en un infierno e hizo que el director decidiera abandonar el barco a tan solo una semana de su estreno.
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Se han escrito y adaptado muchas historias acerca de la leyenda de Robin Hood, pero el guionista y productor británico Pen Densham tuvo la idea de convertir al despreocupado Robin que popularizó Errol Flynn en un activista con un triste pasado. En esta ocasión, El príncipe de los ladrones iba a ser un rebelde con conciencia social después de haber sido encarcelado en Jerusalén durante las Cruzadas.

Kevin Reynolds ya había trabajado con Kevin Costner, por lo que tenían ganas de volver a trabajar juntos. Lo que sucedió después es que Costner no paraba de imponer su visión en el proyecto y, al mismo tiempo, Alan Rickman intentaba mejorar el guion, que creía horroroso. La actuación de Rickman como el malvado Sheriff de Nottingham le valió un Bafta y sigue siendo uno de los villanos más memorables del cine, pero sólo porque actuó a espaldas de los guionistas. Pidió a sus amigos Ruby Wax y Peter Barnes que echaran un vistazo al guion "porque es terrible".
Harto de las exigencias del estudio, que no paraban de editarle el montaje para que el personaje de Costner resaltara por encima de la actuación de Rickman -a petición de Costner, por supuesto-, el director abandonó el proyecto una semana antes del estreno en cines y decidió no asistir a la proyección.
Como decimos, Robin Hood: el príncipe de los ladrones se convirtió en la segunda película más taquillera de 1991, pero las críticas no jugaron nada a su favor. "No deja de ser una película sobreproducida, pero se debe sobre todo a su metraje excesivo y un overbooking innecesario de personajes. Lástima que no se atreva a llevar más lejos el perfil histriónico del sheriff de Nottingham (encarnado por uno de nuestros villanos preferidos, Alan Rickman) y su madre-bruja, que podríam haber sido los secundarios reyes de la función", escribió Eulàlia Iglesias en su crítica para SensaCine.