Cuesta creer que una chica como Noomi Rapace, con un aspecto impecable, se haya convertido en Lisbeth Salnader, en la adaptación cinematográfica del best-seller del momento "Los hombres que no amaban a las mujeres" -primera parte de la trilogía Millenium escrita por el fallecido Stieg Larsson. La joven actriz sueca, de padre español, nos cuenta el largo proceso por el que ha pasado para transformarse en la extravagante hacker protagonista de 'Los hombres que no amaban a las mujeres'. Además, Noomi nos describe los problemas de la Suecia actual.
¿Cómo fue su primer contacto con el personaje de Lisbeth Salander?
Cuando acepté el papel decidí no escuchar a nadie, excepto al director, porque todo el mundo ya se había leído la novela y conocían perfectamente a Lisbeth Salander.
Me sorprendió muchísimo que me llamaran para el papel, porque en el libro Salander estaba descrita como una chica fea pero sexy, y por mi look pensé que nunca sería la persona adecuada para interpretarla.
Por eso cuando me llamó el director le dije que si confiaba en mí y me daba tiempo me prepararía físicamente para así poder convertirme en Lisbeth Salander. Necesitaba tiempo para perder peso, y perder mi feminidad. Por ello, estuve alrededor de siete meses haciendo kickboxing y siguiendo una dieta muy estricta. Fue un proceso largo, pero necesario. Porque creo que el cuerpo de una persona dice mucho de lo que esa persona ha vivido. Y el cuerpo de Lisbeth es un cuerpo en tensión constante, porque siempre espera que le vuelvan a pegar.
¿Cree que puede encasillarle el haber interpretado a Lisbeth Salander?
No, no lo creo. Al igual que en trabajos anteriores, he intentado hacer el papel lo mejor que he podido, y aunque no tiene porqué encasillarme, evidentemente me recordarán por este personaje. Cuando me leí las novelas por primera vez, me gustó Lisbeth, la entendí y sentí una especie de conexión especial con su forma de ser y su forma de sobrevivir. Si no me volvieran a llamar para hacer otra película, entonces sí me sentiría encasillada. Pero por el momento, ya he firmado para dos películas, una de ellas que se rodará entre agosto y septiembre.
Dice que sintió una conexión especial con Lisbeth, ¿en qué se identifica con ella?
Creo que tengo bastantes cosas en común con el personaje. Siempre me he sentido inadecuada donde he vivido, como fuera de lugar. Siempre me he cuidado a mí misma, porque dejé a mi madre y a mi padrastro cuando era muy joven. Por eso, he tenido que luchar sola por lo que he querido, ya que siempre he creído que dependía de mí crear la vida que quería tener.
De Lisbeth he aprendido que si eres fiel a ti misma, te puedes sobreponer a cualquier cosa que te pase, siempre y cuando no te traiciones o traiciones lo más interno y lo más íntimo de ti. No hay porqué gustar desde el primer momento a todo el mundo, no gustar no es algo malo, no es una cruz, se puede vivir con ello.
Las novelas de Stieg Larsson muestran una Suecia alejada del paraíso del capitalismo, en la que predomina un mundo de degradación moral. ¿Comparte esta visión de su país?
Creo que es cierto, que hay otra Suecia que no es preciosista, ni educada, ni equilibrada, ni confortable, ni maravillosa. Pero al igual que eso es cierto, creo que Larsson la ha distorsionado un poco. Aunque no por distorsionarla deja de ser verdad. Él lo hizo para sacar a la luz esos problemas, para llamar más la atención. En cualquier caso, eso es verdad y existe.
En Suecia la gente no está acostumbrada a decir lo que piensa, está acostumbrada a vivir en conflicto. Y de alguna manera vivir en conflicto es como rodearte de pequeñas bombas de relojería, que pueden estallar en cualquier momento.
Hay un movimiento de artistas, que están empezando a sacar todas esas cosas fuera, pero por una cuestión de necesidad. Porque hasta que tú no hablas de un problema, ese problema es como si no existiera. Es cierto que hay un montón de derechos y de igualdad entre el hombre y la mujer. Pero a la vez, hay mucho racismo, mujeres maltratadas, violencia, violaciones. Pero hasta que no empezamos a hablar de ello, no podemos empezar a buscar una solución.
¿Considera que las sociedades mediterráneas son más sanas? ¿Siente que le tira su sangre española?
Siempre he creído que son mejores. Es mejor hablar, e incluso discutir, con la familia, con los amigos sin temor a que se vaya. Confiar es abrir la puerta a poder tener conflictos y a poder enfrentarte a la gente en la que confías.
Como he dicho antes, siempre me he sentido fuera de lugar en Suecia por la vida, por mi energía, por mi temperamento. Quizá sea por la sangre española de mi padre. Al principio cuando era joven me negué a aprender español, a venir a España, renegaba de este país, por el enfado que tenía con mi padre, por el hecho de haberse ido y de que no formara parte de mi vida. Pero ahora ya con mucha más vida a la espalda, he descubierto que hay algo aquí que me hace sentir bien. Hay en mí una cierta predisposición a poder abrirme a este país.
Lorena Vialás