P- ¿Cómo surgió la colaboración con Nobuhiro Suwa?
R- Suwa es un cineasta de mucho prestigio a nivel internacional, llegó a ganar un premio de la crítica en Cannes en el año 2002 por su película 'H Story'. Dicha película la rodó en Francia con Béatrice Dalle, le gustó tanto el país que acabó solicitando una beca para poder venir a trabajar aquí, fue entonces cuando contactó conmigo y me ofreció el papel protagonista de su película 'Una pareja perfecta'. Al final no pude participar en ella –el papel lo acabaría interpretando Bruno Todeschini- pero las conversaciones que mantuvimos fueron lo suficientemente interesantes como para que después retomáramos el contacto y empezáramos a pensar en un proyecto en el que pudiéramos trabajar juntos.
P- La verdad es que 'Yuki & Nina' es algo diferente a todo lo hecho por Suwa con anterioridad.
R- La obra de Suwa es un ejercicio de cinefilia prodigioso. Las relecturas hechas a partir de 'Hiroshima, mon amour' y 'Te querré siempre' son algo de otro planeta. Pero está claro que 'Yuki & Nina' va por otro camino. Y es que al margen de que Suwa sea un director capaz de trazar paralelismos entre el pasado y el presente a partir de la historia del cine, lo que a mí realmente me interesaba era su capacidad para adentrarse en la intimidad de las relaciones humanas llegando a lograr momentos de auténtica veracidad emocional. La historia de 'Yuki & Nina' es muy sencilla, compuesta por pocos elementos, aquí lo importante era saber acercarse a ellos huyendo de todo artificio.
P- ¿Me podrías hablar de la "fuga" que Yuki protagoniza en el bosque?
R- Esa es la pregunta clave que plantea la película. Suwa es un exegeta de la realidad, un apasionado de los planos largos y las improvisaciones para que acabe surgiendo lo real aunque sea dentro de una ficción. Yo, como actor, por el contrario, desconfío de la realidad en el cine: se improvise más o menos lo que hacemos es mentir, es todo mentira. La cosa se agudiza aún más cuando trabajas con niños, pues su capacidad para fabular y mentir es mucho mayor que la nuestra y además les surge de una forma mucho más natural. Los niños, por decirlo de alguna manera, son capaces de olvidarse de sí mismos, su imaginación no conoce ningún tipo de límites. Suwa y yo discutimos arduamente el tema, si queríamos trasladar al espectador el punto de vista de las niñas, teníamos que ser capaces de trasladarlo a esa otra dimensión. Para un adulto resultaría imposible la "fuga" de Yuki, pero para un niño es fácil dar un par de pasos y encontrarse, de repente, en un bosque japonés.
Alejandro G.Calvo