Habría que empezar por el principio y, eso, claro me remite a la pesadilla vivida ayer en el aeropuerto de Barajas donde la dichosa nube volcánica prácticamente colapsó las terminales de llegada y salida de aviones. A las largas colas para facturar le siguió la confusión absoluta -a falta de cinco minutos del despegue del avión nadie sabía en qué puerta había que embarcar- y, finalmente, una larga espera dentro y fuera del avión con la incertidumbre total de si viajábamos o no y, en el caso positivo, a qué hora íbamos a llegar. Teniendo en cuenta que en el vuelo viajaban críticos cinematográficos -Carlos Boyero, Roberto Cueto-, directores de festivales -José Luis Cienfuegos (Gijón), Javier Angulo (Valladolid)- y demás VIPS de la industria cinematográfica -directores de Filmoteca, distribuidores, productores-, un compañero comentó a modo de broma jocosa que si el avión acaba por caerse la cultura de este país no podría recuperarse...
Los actores y el productor... en la alfombra roja
Una vez recogidos los enseres habituales -acreditación, tarjeta Wi-Fi, catálogos, horarios...- nos disponemos a disfrutar de la sesión inaugural del certamen. Curiosamente entre la prensa española poca gente habla de Russell Crowe o Ridley Scott, en boca de todos se haya la pérdida de un actor que jamás (salvo que esté muy equivocado) llegó a pisar Cannes, hablamos, claro, de Antonio Ozores, muerto hoy a los 81 años. Se apagan las luces, arranca la cortinilla del festival, un silencio absoluto se adueña del Palais Debussy. Cannes acaba de comenzar.
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Y toca hablar ya de 'Robin Hood' (pido disculpas por la digresión a modo de introducción), aunque también nos podríamos referir a ella como 'Robinator de los Bosques'. Ridley Scott (ausente en Cannes al estar convaleciente de una operación de rodilla) ha abordado su última película siguiendo la cine-fórmula que tanto éxito le brindó con 'Gladiator (El gladiador)': épica, tragedia, un punto de comicidad (los actores secundarios), ampulosas batallas, buenos muy buenos y malos muy malos y Marc Streitenfeld machando una y otra vez con un soundtrack que, más que acompañar (o incluso subrayar), aplasta las imágenes bajo su estruendo sonoro.
Todos estos factores hacen que la película sea un producto pasado de moda, más propio del cine mainstream de los 80 y los 90 -un problema que también detectamos, por ejemplo, en 'Iron Man 2'-, que de una década en la que hemos disfrutado películas como 'El caballero oscuro' o 'Spider-Man 2'. Entre lo positivo habría que señalar la capacidad tanto de Russell Crowe como de Cate Blanchett para sostener planos con tan sólo su rostro en la pantalla, el gusto artesanal de Scott por encima de los efectos digitales -magnífico ese anti-desembarco de Normandía- y ese extraño punto perverso que tiene el convertir a un icono de la cultura moderna en un héroe de video juego (y no entro a comentar el festival de torsos sudados porque ya me he extendido demasiado).
Música de fondo: Yeasayer
Alejandro G.Calvo