Suele ser lo habitual: cuanta más expectación provoca una película, mayor es la decepción cuando esta fracasa en su propuesta. Claro que referirse a 'Biutiful' como de película fallida sería algo parecido a un mal chiste, pues es algo mucho peor, pues como diría el Coronel Kurtz vía Joseph Conrad es algo más parecido a "the horror, the horror". Y es que Alejandro González Inárritu no es sólo que haya firmado su peor película, es que lo vivido ayer en el Palais Lumiere a las 8.30 de la mañana fue lo más infecto que este cronista ha visto nunca en el Festival de Cannes. Vamos con ello.
Iñárritu y Bardem, preparados para hacer sufrir
Rodada en Barcelona a lo largo de diez meses y con Javier Bardem como absoluto protagonista, la película cuenta el tránsito hacia el purgatorio de Uxbal, un enfermo terminal (tiene metástasis en tres órganos internos) que se dedica a explotar a inmigrantes chinos y senegaleses con pésima suerte (o se le mueren o los detienen), con una ex mujer desquiciada, infiel, alcohólica y maltratadora de sus hijos y un hermano drogadicto e indeseable. Se me olvidaba: además Uxbal es capaz de comunicarse con los muertos (a cambio de dinero). En resumen: la película de Iñárritu es todo un ejemplo de praxis pornográfica en clave dramática de lo más gratuito; una sucesión de desgracias a cuál más extrema y desagradable cuya cúspide sería un inmolador y humillante plano en que se ve a un tembloroso Bardem con pañales ante la incontinencia que le provoca su enfermedad. Hay muchas más abominaciones, desde una carga policial absurda por las Ramblas de Barcelona contra los Top-manta a una nadería en un puticlub que parece montada por el director de 'Porky's', pero el cerebro es prácticamente incapaz de procesarlas. Lo único válido de la película, claro, es Javier Bardem, intachable en su interpretación de moribundo hundido en la desgracia. Pero eso no sirve para nada. La película fue recibida con abucheos e insultos y algún aplauso de algún psicópata presente en la sala.
Y ahora vamos a hablar de buen cine, algo que falta este año en Cannes. Si por lo general el cine del argentino Pablo Trapero nos suele gustar por su rica mezcolanza entre cine social austero (y directo) junto con sus atractivas tramas neo-noir, con 'Carancho' -presentada en Un certain regard- no sólo ha renovado nuestra confianza y admiración en él, sino que auguramos que se va a tratar de todo un fenómeno de carácter anual (¿Será 'El Secreto de Sus Ojos' del 2010? Negativo: es mucho mejor la de Trapero). La película, un éxito en su país que ha superado en taquilla a 'Iron Man 2', es un thriller tan violento como sangriento, con un desarrollo acelerado y una puesta en escena superlativa. La trama gira alrededor de las estafas que se cometen en Argentina para sacar dinero a las aseguradoras que cubren los accidentes de tráfico. Toda una mafia de la que es partícipe el personaje interpretado por Ricardo Darin: un "arrepentido", que desea comenzar una nueva vida alejado de tanta miseria y sufrimiento. Así mientras el corpus de accidentes de tráfico, innumerables palizas y un tiroteo final a modo de western post-apocalíptico, se va desarrollando, Trapero va realizando un afilado retrato social tanto del submundo mafioso como del funcionamiento de los hospitales de urgencias. Lo dicho: un cocktail explosivo únicamente vetado para todos aquellos que no soporten la sangre.
Comentamos (rápidamente) dos películas presentes en la Quincena de realizadores: 'La mirada invisible' de Diego Lerman (Argentina) y 'La casa muda' de Gustavo Hernandez (Uruguay); dos ejercicios de cine de género bien diferente, la primera sería una metáfora de la dictadura militar con la represión vivida dentro de un colegio privado donde una profesora tiene tímidos arrebatos sadomasoquistas (básicamente: le gusta encerrarse en el lavabo de los alumnos), la segundo un vacuo ejercicio de estilo que cuenta una historia (mínima) de terror en un solo plano secuencia (falso: hay cortes por todos lados por más que se intenten disimular). El resultado es ambivalente para ambas. 'La mirada invisible' posee un ritmo adecuado y una evolución dramática coherente -magnífica su actriz protagonista: Julieta Zylbeberg-, hasta que el director decide soltar a las bestias reprimidas en sus últimos diez minutos para ofrecernos una violación en plano fijo totalmente innecesaria; y 'La casa muda' es una película que deleitaría en Sitges al poseer un par de momentos absolutamente escalofriantes (el crítico cinematográfico Gonzalo de Pedro, sentado a mi lado, pidió si podía abrazarme) pero en general es tramposa en forma y fondo: no hay lógica alguna para lo que hace la cámara y el secreto que se esconde tras la casa es más bien tonto.
Música de fondo: Pavement
Alejandro G.Calvo