Qué gran placer es cerrar la última crónica de este ya finiquitado Cannes 2010 con una película de la grandeza de 'Uncle Boonmee who can recall his past lives', última película del siempre genial realizador tailandés Apichatpong Weerasethakul. Han tenido que pasar trece días, con sus correspondientes noches, para que, por fin, una película nos sacudiera con la violencia y la belleza de este relato de fantasmas/espíritus que elevan, definitivamente, al firmante de 'Tropical Malady' y 'Síndromes y un siglo', al olimpo de los dioses del cinematógrafo. Toma ya.
Apichatpong sonríe feliz
No vamos a engañar a nadie: ni 'Uncle Boonmee who can recall his past lives', ni ninguna de sus anteriores películas, son un cine de fácil digestión para un espectador, digamos, común. Hablamos de una obra que, prácticamente, no posee referentes a los que agarrarse: un cineasta del futuro que llena sus película de enigmáticos signos de luz y oscuridad, de aterradores sonidos selváticos, de un extraño humor que surge desde la metafísica para tratar de integrarse en el mundo cotidiano produciendo rupturas tanto estilísticas como narrativas. En 'Uncle Boonmee' -película de coproducción española a cargo del kamikaze Luis Minarro-, Apichatpong, supera la estructura formal de sus anteriores títulos -denominados como películas bisagra (dos partes diferenciadas que se repliegan sobre sí mismas)- para enarbolar un relato troncal que tan pronto se ve invadido por esencias ajenas (espíritus mono, insectos, fantasmas) como del que crecen derivas narrativas de fuerte contenido metafórico (la historia de la princesa y el pez es algo cósmico). Planos de exultante belleza de repente se tornan en apasionantes epifanías estéticas convirtiendo lo extraño en apasionante, lo anecdótico en imperecedero. En definitiva: la película más audaz y exquisita de festival y, seguramente, del año entero (y además es muy divertida).
Lodge Kerrigan presenta su película en la sección 'Un certain regard'
Se esperaba con interés 'Rebecca H.', nuevo trabajo del realizador neoyorquino Lodge Kerrigan (firmante de la apasionante 'Keane'). Definida por su realizador como un musical sin canciones, la película fue recibida con disparidad de opiniones al tratarse de una obra metacinematográfica -se nos muestra tanto la película como su (falso) proceso de construcción- que posee buena parte de todos los tics que han caracterizado el cine de autor de la última década: estructuras en el abismo, acumulación de tiempos muertos, el uso de la repetición como abusiba arma estética, seguimiento de cogotes durante quince minutos en absoluto silencio... todo ya muy visto, ergo, muy aburrido. Lo único que le encontramos interesante, por fin algo propio, fueron los quince minutos finales donde vemos los ensayos segmentados de la actriz, desde dos puntos de vista diferentes, antes de empezar a rodar. Y ya está.
Homenaje a los fans de 'Perdidos'. Evangeline Lily en Cannes.
Y cerramos, por fin, con una gran película. La italiana 'Le Quattro Volte' (Quincena de Realizadores) de Michelangelo Frammartino. Un falso documental con un rebaño de cabras como protagonistas -incluso hay una parte epopeica cuando una recién nacida se pierde en el bosque- donde el azar aparece en el relato convirtiéndose en un apasionante demiurgo de lo mundano. En su parte central hay uno de los planos secuencia más apasionantes del festival: una toma distanciada a lo Kiarostami protagonizada por una procesión de aldeanos disfrazados de romanos, un perro con muy malas pulgas, una camioneta sin conductor y las susodichas cabras. Tan tronchante como genial.
Y ya está, esto se acabó. Mañana: palmarés. Gracias a todos los que habéis estado ahí. Ha sido un verdadero placer.
Música de fondo: Rjd2
Alejandro G.Calvo