Mal año para la "nouvelle vague", ergo pésimo año para el cine. Si el pasado once de enero nos dejaba el jansenista Eric Rohmer, ayer moría en su París natal Claude Chabrol, el cineasta-cahierista que mejor coqueteó con el cine genérico -principalmente el noir, pero también supo (con)jugar con el thriller, la comedia gastronómica o el melodrama de pH más ácido- y que mejor se acomodó a vivir la vida cómo si ésta se tratara de una extensa comedia sardónica donde valía la pena reirse de todos y de todo.
Arranca su filmografía en 1957, con la seminal 'El bello Sergio (Le Beau Serge)', su mejor película junto con la consiguiente 'Los primos' (1958)' -ambas ayudaron a definir la estética imperante de la "nouvelle vague", una impronta modernista que revolucionaría el cine tal y como se concebía hasta la fecha-, tras cuatro años en la redacción de Cahiers du Cinéma donde formaría parte del poderoso grupo central junto a Jean-Luc Godard, François Truffaut, Eric Rohmer y Jacques Rivette.
Cineasta prolífico e incansable -su filmografía roza la setentena de películas -, capaz de alcanzar cotas sublimes ('Asunto de mujeres (Une Affaire de femmes)' (1989), 'La ceremonia (La Cérémonie)' (1994)), y también de realizar obras medianas o directamente desechables (en los años setenta su filmografía resultaría de lo más anodina... y en la última década bregaría con la repetición argumental de un modo algo exasperante); a Chabrol se le conocía como un bon vivant, amante de la buena comida (se solía rumorear que sus películas iban a festivales donde la alta cocina siempre estuviera presente, caso de San Sebastián, certamen al que el director era asiduo), muy amigo de sus compañeros de profesión, así como un ávido lector (cercano al canibalismo literario) y cinéfilo: entre sus filias se encontraban Alfred Hitchcock, Howard Hawks, Luis Buñuel, Raoul Walsh...
Entre sus fobias existía una tan nítida como diáfana: su falta de respeto hacia la burguesía (herencia claramente buñueliana). Sobre ella desataría, con distinto grado de sutileza -'Gracias por el chocolate (Merci pour le chocolat)' (2001) sería el polo positivo, 'La dama de honor (La Demoiselle d'honneur)' (2003) sería el inverso-, sus mayores ataques poniendo en evidencia su hipocresía, su falta absoluta de valores morales y su destructiva vanidad. Para ello solía contar casi siempre con su actriz fetiche, la gran Isabelle Huppert, con quien realizó algunas de sus más grandes películas.