SensaCine- Tus películas muestran una radiografía bastante ácida de la sociedad argentina.
Pablo Trapero- No es tanto las instituciones como las personas, puesto que la corrupción empieza en uno mismo. Y con todo respeto: eso no es algo que sólo pase en Argentina. Los límites éticos se debaten en todos lados de una forma similar. ¿Quién de nosotros puede decir que nunca se equivocó? De ahí que resulte incómodo enfrentarse a ello y todo el mundo lo proyecte como un fallo institucional, pero no es así, los problemas son siempre de índole personal. Las cosas no cambiarán porque gobierne un partido mejor o peor, cambiarán porque la gente lo haga. Es lo mismo con los accidentes -8000 muertos anuales en Argentina-, estos no ocurren por culpa de la corrupción sino porque la gente conduce mal. Es tan sencillo como eso.
S- Sin embargo tus personajes no lo parecen tener fácil a la hora de elegir.
PT- Todos podemos equivocarnos una, dos, cinco veces; pero después de cincuenta años, como es el caso de Sosa, no valen excusas. Lo suyo fue una decisión, no una equivocación. Luján es lo opuesto, ella se equivoca en el medio, pero ella no trata de hacer daño a nadie, sólo quiere ayudar. Su único error está en enamorarse de la persona equivocada. Y la película habla precisamente de eso: el momento en el que cruzas una línea que sabes positivamente que no vas a poder deshacer. La corrupción no es algo externo, quién diga eso es un hipócrita.
S- 'Carancho' es también una película muy violenta.
PT- Antes de contestarte me gustaría dejar claro mi asombro porque, siendo cierto que es mi película más violenta, también es la que más gente ha visto con mucha diferencia. Ahora, desde que arranca hasta que termina, la película sucede en un universo muy violento y también muy cerrado. De ahí que sólo se pueda salir del mismo con más violencia. Luego hay niveles, claro, porque salvar una vida también es un acto violento, de hecho, todo gesto dramático implica violencia por sí mismo. 'Carancho', pese a que muchos lo han dicho, no es una película policial, es un drama romántico. Pero incluso en esos encontronazos amorosos también existe mucha violencia. No es algo físico o explícito, pero ahí está, y de igual forma que los autos chocan en la película, las vidas de Sosa y Luján colisionan entre sí.
S- ¿Y hay sitio para la esperanza en tu película?
PT- Ese era uno de los desafíos que teníamos. En la película existen momentos de felicidad pero, básicamente, es cuando ellos están solos, ya sea tumbados, cocinando, riendo… creo que es algo que el espectador puede compartir de forma muy directa. Eso crea un contraste fuerte con todas las penurias que les ocurren y es gracias a esos momentos que ellos acaban por decidir el cambiar sus vidas.
S- ¿Qué tal fue trabajar con Ricardo Darín?
PT- Le ofrecí a Ricardo participar en 'Carancho' antes de que él empezara 'El Secreto de Sus Ojos' con Juan José Campanella. Lo bueno de Ricardo es que es un gran actor y para él la película era un desafío, así que no dudó en aceptar. Claro que también fue un desafío para mí el trabajar con él, llevaba años dándole vueltas pero en mis anteriores películas sentía que no encajaba en ningún papel. Se me ocurrió llamarle justo cuando empezaba a delinear las primeras escenas, me interesaba saber si iba a ser él el protagonista para enfocar todo con un punto de vista ya prefijado. Él se entusiasmó con el proyecto, exploró cada uno de los matices de Sosa, investigó sus respuestas, sus actos… todo aquello acaba creando una intensidad muy fuerte y de distintos matices. La verdad es que trabajar tanto con él como con Martina Gusman fue un auténtico placer.
S- ¿La película busca ser un reflejo de la sociedad argentina?
PT- En ningún caso. Si fuera así la película no funcionaría. Nadie va al cine a ver un reflejo de su realidad. La sociedad argentina tendrá problemas pero no de este tipo, 'Carancho' es claramente una ficción. No me interesa hacer una radiografía social, entre otras cosas, porque sería totalmente injusto. La seguridad social en Argentina funciona gracias a los médicos que no duermen, no a los médicos yonquis. El tipo de mafias que retrato sí que existen, pero no son exclusivas de mí país. De igual forma me inventé el apelativo "carancho", que en realidad es el nombre de un tipo de ave carroñera. Lo curioso es que la película ha calado tan fuerte en Argentina que ya se ha planteado un principio de ley "anti-caranchos".
Alejandro G.Calvo