Con Robert Pattinson no hay término medio. O se le adora cada milímetro de su pugilística nariz o se le encuentra más feo que Poli Díaz. O te conmueve hasta el llanto con su conceptual hieratismo emocional o crees encontrar más expresivididad en el gotelé de la pared. O te atrapa con su magnetismo klingon o te provoca una indiferencia teñida de somnolencia. Sea como sea, él es ahora el actor del momento. Cualquier noticia, por inútil que sea (y aquí hemos publicado unas cuantas), revienta las estadísticas. Sólo el rumor de que pueda aparecer en algún sitio hace que corran ordas de fans de todas las edades a su encuentro. Su presencia en la saga 'Crepúsculo (Twilight)' ha convertido dicha franquicia en una de las más exitosas (en términos monetarios) de la historia. De ahí que todos esperárarmos con ansias su siguiente paso. De ahí que todos tuviéramos muchas ganas de ver 'Agua para elefantes (Water for Elephants)'. Y el resultado ha sido...
Tremendamente decepcionante (aquí el sector negativo diría: "¿Y qué esperabas?"). 'Agua para elefantes (Water for Elephants)' es un vehículo construído única y exclusivamente para que la figura de Pattinson luzca en todo su esplendor: un melodrama de argumento sobadísimo -una historia de amor entre un joven y una mujer casada con un marido maltratador- que se desarrolla en los años 30 en el ambiente circense (algo, por otra parte, muy cinematográfico) y con un protagonista secundario de excepción, una elefanta acrobática. El problema es que todo en la película está tan manufacturado, tan medido, tan preprogramado, todo "tan tan tan", que todo acaba resultando impostado, almidonado, cartoniano, tremendamente aburrido...
Sólo Pattinson, con su innegable talante naïf, parece creerse la película. Ni Reese Witherspoon, demasiado seria y poco convincente en su papel de enamorada, ni Christoph Waltz, dando rienda suelta a todo su histrionismo convirtiendo lo que debería ser un personaje terrorífico en una caricatura grotesca, resultan mínimamente creíbles; no son más que figurantes de excepción en un vehículo pensado para y por su protagonista principal. Un lastre importante para las dos horas largas que dura la película y que sólo se anima en sus últimos compases... con un grandilocuente final en el que la elefanta tendrá mucho que decir.
Daniel Villarraso