El primer despertador sonó a las 5:55h. Lo juro. Posteriormente, fueron sonando el resto de los despertadores (cinco más), con un intervalo entre uno y otro de unos diez minutos. Es lo que tiene estar en Cannes y querer llegar pronto, prontísimo (y duchado), una hora antes de que empiece la proyección, para así asegurar tu presencia en el pase más importante de esta edición del certamen. No vaya a pasar lo del año de 'Malditos bastardos (Inglourious Basterds)', donde un puñado de periodistas acreditados se quedaron compuestos y sin Tarantino. O incluso el año pasado, cuando ocurrió lo mismo en el pase matutino de 'Biutiful', aunque en aquella ocasión los que se quedaron fuera fueron los que tuvieron suerte. Las prisas, los nervios, la tensión, la falta de sueño... todas ellas tienen un mismo culpable: 'El árbol de la vida (The Tree of Life)', la quinta y última película del realizador norteamericano Terrence Malick.
Brad Pitt, Terrence Malick y el post-new age
Digámoslo de entrada: Terrence Malick ha filmado su particular '2001: Una Odisea del Espacio (2001 : A Space Odyssey)', con la diferencia de que si Stanley Kubrick miraba hacia el futuro para establecer una conexión metafísica entre el cosmos y la vida, Malick lo hace mirando hacia el pasado, retratando el origen del mundo (el conocido y el que no), reescribe el génesis en imágenes, estableciendo un diálogo entre lo natural y lo divino a partir de lo abstracto para así poder delinear los trazos que formaran el argumento visible de la cinta: una crónica familiar (americana) a la que Malick, primero, deconstruye en el espacio y el tiempo, para luego reconstruir a partir de sus intersticios. Para ello el realizador arriesga hasta más allá de lo conocido, probablemente hasta alcanzar niveles epatantes, mediante una explosión plástica de imágenes y sonidos que transitan desde la poética más abrasiva hasta la prosa más etérea y funambulista. El resultado es tan desconcertante como impactante, un cuadro impresionista compuesto de imágenes de gran belleza que se zambulle en el New Age con tal fiereza que acaba por redefinir su propia ontología. Teniendo en cuenta lo fácil que resulta perderse en sus imágenes líquidas y en el sobresaliente fluido narrativo, el mayor problema de 'El árbol de la vida (The Tree of Life)' pasa por comulgar con su ideología: un mensaje denotadamente optimista donde a todos se nos será dada la redención. Al término del pase, aquellos que se sintieron estafados, abuchearon a la pantalla; mientras que aquellos que nos quedamos (positivamente) conmocionados, nos quedamos sin ningún tipo de reacción posible.
Hoy nuestro fotógrafo sólo nos ha dado fotos de 'Piratas del Caribe: En mareas misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides)'. Penélope Cruz.
Más sección oficial (aunque peor). Seguimos con la película israelí 'Hearat Shulayim' (algo así como "nota a pie de página") del realizador de origen hebreo Joseph Cedar. El relato, que parece sacado de un cuento corto del primer Woody Allen o una idea descartada por los hermanos Coen para su 'Un tipo serio (A Serious Man)', retrata la rivalidad entre un padre y su hijo, ambos filólogos y altos especialistas en el estudio de el Talmud. Cedar, al igual que los referentes citados, no duda en hacer mofa de la hipocresía que rodea a los judíos más ortodoxos, con sus envidias y recelos, así como en su cuestionable integridad moral, mostrándolos mezquinos, torpes y desubicados (en el mejor de los casos), aunque siempre desde la representación cómica (el asunto, no pasa a mayores). La broma, empero, no dura mucho. Ni la realización, extremadamente afectada (y anacrónica en sus insertos), ni el guión, con escasos golpes de ingenio, otorgan la suficiente entereza a la cinta para que esta sea mínimamente remarcable. Así que saltamos a la siguiente.
Johnny Depp rezando para poder recuperar el criterio
En uno de los pases más marcianos vividos nunca en el Festival de Cannes -proyección única para prensa y jurado en el Grand Théâtre Lumière-, hubo empujones, peleas con la policía/agentes de seguridad, calles cortadas, infinidad de fanáticos por acercarse a la alfombra roja para ver a... la prensa (no se requería etiqueta). Una vez dentro del Palais y coincidiendo en los pasillos con Uma Thurman y Robert De Niro -un compañero dijo que nos echó una mirada clavada a la que cierra 'Uno de los nuestros (Goodfellas)'-, nos sentamos para ver 'Michael' del austríaco Markus Schleinzer, primera película fuertemente abucheada de la sección oficial. El cineasta, reconocido colaborador de grandes como Michael Haneke o Ulrich Seidl, pone en escena el letárgico día a día de un monstruo, un pederasta que tiene secuestrado a un niño en el sótano, pero dejando siempre la violencia sexual fuera de plano. Narrada en largos planos fríos retratando más la cotidianidad que la aberración -le vemos lavarse los dientes, ir a trabajar, hacer la comida, etcétera-, la película podría ser interesante si se hubiera realizado diez años antes. A día de hoy, hemos visto tantas veces dicho formato estético que ya aburre sólo con ver el primer plano. Los abucheos no vinieron, claro, por lo desfasado de su mirada, sino por abordar un tema tan complejo desde cierta aparente trivialidad (cosa que no compartimos).
Música de fondo: Big Boi
Alejandro G.Calvo