Al final, como todo en la vida, también Harry Potter llega a su fin. Y lo hace con esta 'Harry Potter y las reliquias de la muerte: Parte 2 (Harry Potter and the Deathly Hallows - Part 2)', seguramente, la película con más acción -ergo, la más espectacular- y más emoción de la saga... aunque no la mejor, pues ese trono se lo dejamos a 'Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban)', más que nada, por que el cineasta que andaba detrás de ella era el gran Alfonso Cuarón ('Y Tu Mama Tambien', 'Hijos de los hombres (Children of Men)').
David Yates, cineasta que se hiciera cargo del timón potteriano en 'Harry Potter y la Orden del Fénix (Harry Potter and the Order of the Phoenix)', ha sido el responsable de otorgar el oportuno cierre a este lucrativo tanque de proporciones elefantiásicas que, ya desde las novelas publicadas por J.K. Rowling, ha sido un radical éxito de público (aunque no tanto de crítica, algo que enfadaría en demasía al primer responsable de la saga: Chris Columbus). Y es que hasta la llegada del fenómeno 'Crepúsculo (Twilight)', de carácter más adolescente, cierto, pero también más estúpido, no ha habido un fenómeno cinematográfico equiparable (en lo popular) al del niño mago de anteojos redondos, lechuza blanca (añorada Hedwig) y varita mágica con núcleo de ave fénix. Y no séra porque no lo han intentado diversos Percy Jacksons, Narnias y Números cuatros...
Así que ya está, c'est fini, THE END. Pero, ¿cómo es la película final? ¿Se encuentra a la altura de las otras? ¿Cómo conviven en ella la tragedia y la belleza que sí habita en la novela de Rowling? El resultado es ambivalente: si algo ha sabido otorgar Yates al imaginario de Potter es cierta aquiescencia estética, un saludable tono mainstream (= comercial) que es incapaz de calar hondo en su discurso pero que sí resulta efectivo como divertimento de carácter espectacular. Una manera de disfrutar del cine donde puedan convivir en iguales condiciones la mirada infantil y la mirada adulta -las produccciones de Pixar serían el ejemplo perfecto- pero cuyo poso post-visionado deviene en algo ciertamente intrascendente. En palabras más claras: se ve bien... pero no tarda en olvidarse.
Quizás por ello esta 'Harry Potter y las reliquias de la muerte: Parte 2 (Harry Potter and the Deathly Hallows - Part 2)' redobla su intensidad en el carácter trágico de la historia: mueren personajes cenitales, descubrimos amargas/bellas verdades cuando ya es demasiado tarde para solucionarlo y, especialmente, nos quedamos flotando en la melancolía con ese epílogo que nos hace sabedores de lo inexorable del paso del tiempo. Un poso triste que, sin embargo, otorga seriedad y credibilidad a un conjunto cuyo flujo principal es la espectacular batalla entre gigantes, magos, estatuas vivientes, mortífagos y estudiantes y profesores de Hogwarts, más cerca de los asedios filmados por Peter Jackson en 'El señor de los anillos: Las dos torres (The Lord of the Rings: The Two Towers)' que a cualquier imagen vista anteriormente en la saga.
De ahí que poco importe si uno se pierde en la enredadera de referencias potterianas o si las dos secuencias "con beso" sean lo peor de la película -al no ser fan ignoro cómo se tomarán estos que el pelo de Emma Watson tape la cara de la esperada resolución amorosa entre Ron y Hermione-, porque la película va lo suficientemente rápida -es la más corta de la saga- y es tan potente visualmente -ojo a la exquisita fotografía de Eduardo Serra- que uno acaba perdonando los defectos y abrazando las virtudes. Un más que digno cierre a un fenómeno cultural del que se seguirán alimentando generaciones de niños (y padres) que aún crean en la magia del cine.
Alejandro G.Calvo