Tiene Tom Cruise una gran intuición y sagacidad al elegir los directores que se ponen al frente de los proyectos de cada una de las películas que conforman la saga de 'Misión: Imposible'. En la primera entrega, la elegancia y la precisión estilística de Brian de Palma fueron fundamentales a la hora de fijar las bases estéticas de la franquicia. En la segunda, se aplicó también certeramente los postulados del Heroic Blooshed importado de Hong Kong vía John Woo, que en esos momentos causaba sensación en Hollywood gracias al tratamiento coreográfico de una acción que escapaba a los límites de la realidad y alcanzaba una magnitud épica al borde del delirio. Ya instalados en el nuevo milenio las reglas del juego habían cambiado y la ficción televisiva comenzó a influir en las pautas de conducta de ciertos productos cinematográficos, siendo J.J. Abrams el nuevo gurú del cine concebido como fenómeno-espectáculo. Quizás la apuesta menos obvia pero más valiente haya sido precisamente la elegida para esta cuarta entrega que ahora se estrena: el director de animación Brad Bird, que hasta el momento se había circunscrito dentro de ese género y que realiza ahora su primera película de acción real.
Sin embargo, el resultado de 'Misión: Imposible. Protocolo fantasma' no es precisamente lo que se esperaba de Brad Bird. En cierto modo, se trata de la película menos autoral de la saga, ya que si en algo se ha diferenciado 'Misión Imposible' es en no dotar de una homogeneidad estilística a cada una de sus películas, sino que cada una ha funcionado de manera independiente como un producto genuino del autor que las abordaba. Sin embargo, poco queda del universo que Bird configurara en sus cintas de animación más célebres, como 'Los increíbles' (2004) o 'Ratatouille' (2007), si acaso, un mayor detenimiento explicativo en las acciones y las motivaciones de los personajes y una estructuración de la trama más ordenada. En casi todo lo demás, 'Misión: Imposible. Protocolo fantasma' se erige como una buena cinta de acción y aventuras, aunque en ella se eche en falta la humanidad, el sentido del humor, la fragilidad de los personajes y la sensibilidad poética cotidiana del cine de Bird.
Por lo demás, nos encontramos ante un producto calculado al milímetro, en el que no pasa desapercibido el itinerario viajero que siguen los personajes: desde la vieja Europa que parece desmoronarse y que es de nuevo la fuente del conflicto (Rusia), hasta los nuevos centros de poder económico (Emiratos Árabes), haciendo una parada estratégica en la segunda mayor industria de cine mundial (India) para captar espectadores utilizando incluso a una estrella local, Anil Kapoor, para dejar claras sus intenciones comerciales.
Lo que no se puede negar es la arrolladora maquinaria de acción non-stop que genera la película, más de dos horas ininterrumpidas de energética y vertiginosa actividad en la que no hace falta generar suspense para encadenar de manera obsesiva set-pièces de verdadero poder adrenalítico. Quizás uno de los fragmentos más interesantes es el que se desarrolla en Dubái, en la torre más alta del mundo, el Burj Khalifa y la espectacular persecución consecutiva por las calles de la ciudad en medio de una tormenta de arena de tintes apocalípticos. Las estructuras arquitectónicas cobran una especial presencia en esta ocasión, quedando cada parte perfectamente definida por el espacio físico en el que se encuentran los personajes: los movimientos circulares de la cámara abarcando los dominios de la Plaza Roja, los recorridos por los pasadizos del Kremlin, la ya citada escena en el edificio Burj Khalifa y en contraposición la serpenteante persecución por los bazares situados en las callejuelas de la ciudad, la exuberancia de las mansiones indias y también como contrapunto el abarrotamiento de sus calles... desde luego una precisión espacial bastante más exhaustiva a la realizada por John Woo al mezclar las fallas y la feria de Sevilla.
En cualquier caso, da la sensación de que esa hipercinética presente en 'Misión: Imposible. Protocolo fantasma' sea una manera de camuflar el escaso sentido real de esta cuarta entrega, en la que más allá de la acción y de algunas escenas que cobran fuerza de manera independiente, en realidad sirve para poco más que para presentar a una nueva incorporación en el equipo (la del personaje que interpreta Jeremy Renner) que parece ser el relevo de Tom Cruise en presumibles entregas. Pero, ¿de verdad puede tener sentido MI sin Cruise? Desde luego, en esta cuarta entrega, está claro que el actor sigue siendo el espíritu y el verdadero sentido de la saga. El alma de una película que se caracteriza precisamente por carecer de ella.
A favor: Ver de nuevo a Tom Cruise empeñado en realizar escenas extremas en abismos verticales.
En contra: Que no sea lo que esperábamos de Brad Bird.
Beatriz Martínez