Sólo por el plano que abre 'La invención de Hugo (Hugo)' esta ya se convierte en una película necesaria. Y es que si Georges Méliès en 'Viaje a la Luna (Le Voyage dans la Lune)' (1902), estrellaba un cohete en el ojo animado de la ídem creando una de las imágenes fundacionales de la historia del cine, Martin Scorsese, cien años después, lanza su cámara a través de la (reconstruida para la ficción) estación de trenes de Montparnasse en un virtuoso plano-secuencia que finaliza en el ojo del joven Hugo Cabret. Un latigazo eléctrico estereoscópico que une a modo de vasos comunicantes el celuloide de la edad de lata con la imagen digital más estilizada, el nacimiento del cine con el cine del futuro.
Para ello Scorsese se refugia en las páginas del libro de Brian Selznick "La invención de Hugo Cabret", una novela de atmósfera dickensiana donde un joven huérfano que trabaja como relojero-squatter en la citada estación de tren acaba trabando amistad con un viejo juguetero llamada Papá Georges y con la joven hijastra de este, Isabelle. El cineasta italoamericano cambia radicalmente de registro, alejándose de los tipos violentos que tan bien retrató en películas cumbre de la talla de 'Taxi Driver', 'Uno de los nuestros (Goodfellas)' o 'Infiltrados (The Departed)', para acercarse a un modelo de cine juvenil, que trata de explicar la pérdida de la inocencia y la aceptación de las reglas del juego de la vida adulta a través de la belleza del cinematógrafo.
Porque esa es la experiencia trascendental que llevará a Hugo e Isabelle a descubrir la realidad que se esconde tras el enigma de Papá Georges: un ciclo de cine mudo donde descubrirán 'El hombre mosca' (1923) con Harold Lloyd, la visita a la biblioteca de Academia de Cine donde trabarán amistad con Rene Tabard -un hombre que lucha por la conservación de las películas clásicas (labor que Scorsese lleva más de veinte años realizando)-, al descubrir la única copia existente de 'Viaje a la Luna (Le Voyage dans la Lune)' de Méliès… 'La invención de Hugo (Hugo)' es puro metacine, una película que bajo su apariencia naïf (y hasta ñoña) encierra un cúmulo de referentes audiovisuales –de Charles Chaplin a Jacques Tati, de Michael Powell a ¡George Lucas!- que sirven tanto como significante como significado, convirtiéndose en una obra que se devora así misma, que descubre su artificio con orgullo, revelándose como lo que es: una ficción tan o más chiflada que las del propio Georges Méliès.
Y es que si la casa de Hansel y Gretel tenía cimientos, andamiajes y contrachapados de chocolate, la película de Scorsese posee guion, personajes y ritmo narrativo extraídos del viejo cinematógrafo. De ahí que 'La invención de Hugo (Hugo)' lleve al paroxismo sus intentos de honrar al cine en los documentales 'A personal journey… through american movies' e 'Il mio viaggio in Italia', siendo este su más sincero y emocionado homenaje al cine, un arte que, como el propio Hugo Cabret reconoce al inicio del film, salvó su vida (ojo a la secuencia donde los jóvenes se ven separados por la muchedumbre: el artificio cinematográfico aparece para rescatarlos en una sobreimpresión de imágenes que recuerda tanto a 'Las zapatillas rojas (The Red Shoes)' como a 'Shutter Island'). Y todo ello nos llega a través de un delicioso cuento infantil donde los FX de última generación sirven para resaltar la estética artesanal de la cinta (algo que Tim Burton lleva años intentando conseguir… en vano), donde además se reivindica el espíritu aventurero y la magia existente en la literatura (hay citas a Julio Verne, Gaston Leroux, Alejandro Dumas…), haciendo de 'La invención de Hugo (Hugo)' la película anacrónica más exquisita que uno puede llevarse a la cara. O lo que es lo mismo: esta sería la perfecta película-trampa donde se trata de captar a toda una generación de jóvenes espectadores (probablemente la misma que sucumbió ante el 'Super 8' de J.J. Abrams) hacia las ramas de la cinefilia desde el deslumbrante poderío de la imagen espectacular. Y es que si no se sucumbe ante tanta belleza es que uno es un androide de hojalata. Los creadores de 'The Artist' tienen aún mucho que aprender.
La invención de Hugo
Alejandro G.Calvo