La jornada del lunes se planteó intensa: cinco películas seguidas –apenas con 15 minutos entre ellas, lo justo para regresar a la cola y vuelta a empezar- que dejó a la prensa con un look parecido al que el viernes tendrán los integrantes de la Zombie Walk. Puentearé Robo-G de Shinobu Yaguchi, una comedia infantil sobre un anciano disfrazado de robot, y Headshot, prescindible thriller-rompecabezas del irregular Pen-ek Ratanuarang; y salto directamente a la tronchante Sightseers del siempre interesante Ben Wheatley –el año pasado presentó en Sitges Kill list-. La película sigue los pasos de una pareja de alelados enamorados envueltos en un delirante viaje romántico por la campiña británica donde irán dejando un reguero de cadáveres a su paso. Comedia negra que ahonda en todo tipo de bromas salidas de madre donde hay espacio tanto para el asesinato más brutal como para las relaciones sexuales más bizarras, Sightseers es de esas películas que hacen enloquecer al público del festival (los estómagos más delicados mejor abstenerse). Seguramente la cinta necesite de una mayor dosis de autocontrol en su parte final, allí donde la brutalidad de sus actos empieza a volverse atonal por la vía del exceso, puesto que más que buscar un cierre impactante tira por la vía de la repetición argumental. Aún así, repito, un divertimento que encajaría a la perfección en una sesión doble con Asesinos natos.
Se esperaba con ansias lo nuevo de Rob Zombie, The lords of Salem, el regreso del cineasta a la primera línea de fuego tras su decepcionante díptico-remake Halloween. El origen- Halloween 2. Y el resultado, bueno, no ha dejado indiferente a casi nadie (la película fue abucheada y eso que en Sitges adoran al cineasta). A mi juicio, probablemente perturbado a estas alturas de festival, la película es ciertamente interesante, por más que cometa insalvables errores en su devenir narrativo. Su gran acierto radica en la capacidad de Zombie para insuflar el horror, no en los golpes de efecto, sino en el tono generalizado de la cinta. Con La semilla del diablo como ejemplo a seguir -cambiando a la angelical Mia Farrow por la exhuberante Sheri Moon Zombie-, esta historia de brujas renacidas en busca de satánica venganza, logra inducir al terror a través de un paisaje líquido, donde lo sobrenatural interfiere en la realidad diaria de una forma brutal aunque no exenta de gracia. Los problemas llegan cuando Zombie debe poner en imágenes la arriesgadísima solución formal que presenta: es ahí donde su imaginario, tan ridículo como excesivo (no muy lejano al barroquismo de cartoon-pop que adornaban los añejos videoclips de su banda de rock White Zombey), crea un seguido de imágenes para el chiste chanante donde caben tanto demonios masturbándose, sexo con una cabra o una sesión de modelismo con un cantante black metal. Si pretendía ser un chiste, no funciona. Si pretendía ser algo serio, tampoco.
Y cerramos con una sorpresa, la cinta indie Safety not guaranteed del debutante (en la ficción) Colin Trevorrow protagonizada por ex “mumble” Mark Duplass (Humpday) y por Aubrey Plaza (Parks and recreations). La película cuenta la investigación de tres periodistas por descubrir que se esconde tras un intrigante anuncio en un periódico en el que un hombre busca compañero para viajar al pasado. El mcguffin sci-fi da pie a una tierna película romántica en tres tiempos generacionales: está el libertino maduro que redescubre el amor, el joven virgen que se ve abocado al desenfreno y, especialmente, la tierna historia de amor y chifladura entre los futuros time-travellers. Un juego a tres banda que triunfa por su simplicidad, por ir directamente al hueso de lo narrado, despojándose de cualquier aderezo que entorpezca o melodramatice en exceso la parte más trágica de la historia. Lo que, en términos también directos, entenderíamos como una historia condenadamente bonita.
Música de fondo: Leonard Cohen
Alejandro G.Calvo