Una de las películas más esperadas de este Sitges 2012, al menos para el que firma esto, era la nueva obra de Martin McDonagh Seven Psycopaths. El firmante de esa cult movie moderna que es Escondidos en Brujas ha decidido realizar una obra que es mitad pulp movie, mitad metarelato donde los protagonistas son a la vez autores de una historia que se va desquiciando por momentos. Con un reparto soñado para cualquier director de cine –Christopher Walken, Colin Farrell, Tom Waits, Sam Rockwell, Woody Harrellson, Olga Kurylenko y un largo etcétera de cameos- el realizador parodia el cine de gángsters post-Tarantino en un diálogo continuo (y beckettiano) sobre lo oportuno o no del uso de la violencia en el cine. Para ello se centra en la historia de tres losers extravagantes –un guionista alcohólico, un delirante asesino en serie y un secuestrador de perros- que deben huir al desierto para no ser masacrados por un mafioso al que le han sustraído su adorada mascota. La falta de cohesión en su caudaloso número de gags, lo absurdo que se va tornando el relato a medida que avanza el metraje y la acumulación de actores parodiándose a sí mismos acaba por dañar la línea de flotación de una película que recuerda tanto a Granujas a todo ritmo (bien) como a Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto (mal). Una combinación desigual que sólo repunta cuando Tom Waits aparece en escena acariciando, al mismo tiempo, un conejo y un machete selvático.
Tras la ignominia del pase de hace unos días de Frankenweenie en versión doblada hoy le ha tocado sufrir lo mismo a Hotel Transilvanya del director de imposible nombre Genndy Tartakovsky. ¿Resultado? Que en vez de ver una película disfrutando de las voces de Adam Sandler, Steve Buscemi, Selena Gomes y el cantante Cee Lo-Green, lo hemos hecho con las de Santiago Segura, Mario Vaquerizo, Alaska y Clara Lago. Lo nunca visto en un festival de cine lo hemos tenido en Sitges por duplicado. Y ya hablando de la película toca contar que ésta es la divertida historia de un hotel regentado por el Conde Drácula para que puedan descansar todo tipo de monstruos en lujosas condiciones (es decir: apartados de los humanos). Lo más entrañable de ella radica en ese gran número de monstruos del cine de terror (y de la animación) que aparecen por la pantalla en un fresco tan dulcificado como ingenuo. Como comedia ya es otro cantar. La película opta por la infantilización de su discurso, lo que hace que las bromas tengan escaso punch y los números musicales sean puro sonrojo. En EEUU ha partido la taquilla por la mitad (superando de largo la película de Tim Burton) en una operación similar a la acaecida en España con la película Las aventuras de Tadeo Jones.
Hotel Transilvania
Última película (un anime): Wolf Children de Mamoru Hosoda, el creador de la icónica Summer Wars. Tal como indica el nombre la obra se centra en la educación sentimental de dos niños-lobo, desde su nacimiento hasta su llegada a la madurez (dando solución a si quieren vivir como personas o como animales). Una película río de una sensibilidad superlativa, vaya, una película condenadamente hermosa, donde el gusto por los pequeños detalles –es muy Ozu, a su manera- acaba por conferir un tono elegíaco a su emocionante desarrollo. Más anclado en el territorio real que en el fantástico, al final todo es una gran parábola sobre el crecimiento humano y el fin de la inocencia. Grandes temas que Hosoda hilvana con una sencillez digna de aplauso.
Música de fondo: Duke Ellington.
Alejandro G.Calvo