Leña para calentar la nueva y fría propuesta de Isabel Coixet, Ayer no termina nunca. La última película de la realizadora catalana no acabó de convencer a la prensa especializada congregada en el Festival de Berlín, donde se estrenó el sábado por la noche. A grandes rasgos, periodistas y críticos han definido el trabajo como un filme demasiado gélido e intenso.
El periodista Luis Martinez, de El Mundo, dice lo siguiente al respecto de Ayer no termina nunca: "¿Se imaginan a Isabel Coixet, por ejemplo y porque es la directora de la película presentada ayer en la Berlinale, rodando un drama social de marcada inspiración política y, además, de ciencia-ficción (puesto que está ambientado en el futuro)? Pues eso acaba de ocurrir. Mátenme por favor."
Menos ambiguo y con el desdén que le caracteriza, Carlos Boyero, de El País, escribe que "durante 108 minutos, que me resultan eternos, esta desdichada pareja va a vomitarse las sensaciones más terribles que habitan en sus desolados espíritus, a evocar momentos del pasado y sus sentimientos más profundos, a herirse y fustigarse, al masoquismo impúdico. Todo es intenso hasta el agotamiento. Pero también hay pretensiones románticas. Y lluvia, cómo no."
Por su parte, Sergi Sánchez, en La Razón, señala que "sorprende que dos hechos que están en la génesis del proyecto –la historia de una persona próxima a Coixet que perdió a un hijo y el descubrimiento de que un amigo de la facultad, con generosa formación académica, había vivido cinco meses en un coche– sean tan tristes y dolorosos: en la pantalla el dolor no traspasa, está congelado"; mientras que Jose Luis Losa de La voz de Galicia y Miradas no se anda con rodeos y argumenta su crítica de este modo: "Y en esto llegó Coixet. Lo suyo no es cine. Se supone que considera que en cuanto a discurso fílmico ya lo ha dicho todo, así que en Ayer no termina nunca propone algo así como un diálogo teatral. Javier Cámara y Candela Peña en escenarios apocalípticos para hablar de dos crisis: la de la expareja que ajusta cuentas cinco años después; y la crisis hispánica, con proclamas oportunistas, fuera de orden, casi obscenas. Del experimento Coixet, espasmódicamente ridículo, aún no me he recobrado."
Ayer no termina nunca
Paula Arantzazu Ruiz