José Luis Rebordinos, Alfonso Cuarón y su hermano Jonás
Alfonso Cuarón ya juega en la liga de los gigantes. Y no es que no se lo mereciera antes, al fin y al cabo, películas como Y tu mamá también e Hijos de los hombres (e incluso Harry Potter y el prisionero de Azkabán, la mejor película de la saga), ya daban buena prueba del innegable talento que tiene el director mexicano para la creación de mundos absorbentes, hiperbólicos, que heredan la tradición del noir americano de los años 40 y 50 para cruzarla con todo tipo de géneros (aventuras, acción, western) y dar lugar a ese complejísimo producto fílmico capaz de conquistar a las masas, sacándole una sonrisa a la crítica (sea cual sea). Su cine va más allá del mero "entertainment de qualité", sus películas son apasionadas narraciones que, sin dejar de pensar en el espectador, explotan su vertiente hipergenérica para convertirse en afiladas obras poseedoras de un suspense abismal. Aunque ninguna de ellas hacían presagiar el terror en vertical que implica el visionado de Gravity, un tour-de-force de estilizados planos secuencia donde la forma avanza el horror argumental a cada segundo. La película cuenta la situación límite vivida por dos astronautas -interpretados por Sandra Bullock (magnífica) y George Clooney (carismáticamente predecible)- que, tras un accidente en su nave, se quedan colgando en el espacio exterior. A partir de ahí la película se convierte en un huis clos que, narrado en tiempo real, sigue el devenir de los astronautas de catástrofe en catástrofe, elevando cada vez más la tensión y sublimando el drama, a medida que vamos conociendo el background de los personajes. Que el suspense no sólo no tenga el más mínimo altibajo sino que, además, sea creciente y se presente con la exquisita plasticidad con la que bailan las imágenes de la cinta, es algo que a mí, particularmente, me parece absolutamente sublime. Y es que no hay nada que cojee en Gravity: desde el perfecto montaje de sonido, jugando con la ausencia del mismo en el vacío y con el uso de una banda sonora extradiegética, a la revolución de la imagen icónica de Kubrick con los astronautas flotando a la deriva en el espacio o con la calculada desesperación con la que el personaje de Bullock se enfrenta sin desfallecer… vamos, que la película es un diez, cinco estrellas, obra maestra o cómo la quieran llamar. Y vayan a verla al cine, por favor, que quien se espere se va a perder una experiencia total. Lo puse en Twitter el otro día: Gravity es la película por la que yo me dedico a escribir sobre cine. Sin títulos así, yo estaría cuidando cerdos en una granja.
Gravity
También vimos la segunda película española a competición oficial, Vivir es fácil con los ojos cerrados -que aunque parece un título ideado por Albert Espinosa, es en realidad un verso de "Strawberry Fields Forever" de The Beatles-, dirigida por David Trueba. Road movie a través de la España franquista que presenta a tres personajes a la deriva -una joven embarazada, un chico que huye de casa porque se niega a cortarse el pelo y un profesor de inglés obsesionado por conocer a John Lennon- que viajan con destino a Almería donde el líder Beatle está rodando una película. Poseedora por igual de momentos entrañables y otros tanto algo ñoños, la película acierta tanto al sacar todo el buen hacer cómico de Javier Cámara como en el retrato de esa España profunda, donde la violencia agazapada convive con la picaresca propia de la falta de bienes materiales. Aunque lo mejor de todo, claro, es la deliciosa (y privilegiada) banda sonora de la cinta, obra de Pat Menehy y Charlie Haden, dos clásicos ya del jazz en (creo) su primera composición para una película. Vivir es fácil… posee ciertos lastres inevitables, tanto por su estética Cuéntame como por reincidir en cierto costumbrismo melodramático que, por culpa del abuso en nuestra cinematografía, ya resulta algo acartonado. La película ha parecido que entusiasmaba a la prensa presente en el teatro Principal que ha acabado coreando los títulos de crédito a grito de "¡bravo!, ¡bravo!".
Vivir es fácil con los ojos cerrados
Vamos con lo negativo. Dentro de la sección oficial competitiva volvimos a tragarnos una película de lo más soporífera e insustancial. En este caso proveniente de Austria bajo el título Oktober November del director Götz Spielmann. La película no posee errores de envergadura, de hecho no está mal realizada e interpretada. Es, simplemente, que no interesa. Su argumento gira alrededor del reencuentro de dos hermanas debido a la, a priori, inminente muerte del padre de ambas. Eso le sirve a Spielmann para elaborar un discurso plano, típico de las TV movies de sobremesa, sobre lo complejo de las relaciones fraternales, así de todo lo que conlleva sobrevivir en esta vida a la herencia genética, los traumas de la infancia y las inseguridades de la vida adulta. Dicho así suena bastante mejor que lo visto en la gran pantalla: un auténtico aburrimiento de imágenes planas y diálogos sobre explicativos que se alargan y se alargan y se alargan… hasta llegar a las exageradísimas dos horas de duración de la obra. Lo mejor: que al haberla visto ya no voy a tener que volver a enfrentarme a ella de nuevo.
Oktober November
Alejandro G. Calvo