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    Festival de Sitges 2013 Día 3: 'Bienvenidos al fin del mundo' o la fiesta que no acaba

    Hoy analizando los siguientes films: 'Bienvenidos al fin del mundo' de Edgar Wright, 'The Call' de Brad Anderson y 'Escape From Tomorrow' de Randy Moore.

    Imagen de Bienvenidos al fin del mundo    

    Grandísima película. Simon Pegg y Nick Frost vuelven a formar equipo con el realizador Edgar Wright -juntos realizaron las tronchantes comedias Zombies Party y Arma fatal- en Bienvenidos al fin del mundo (Fantàstic Gales), un canto cómico sobre la imposibilidad de abordar la madurez en un relato fantástico que recupera el concepto de vainas y personas duplicadas de La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel. La película cuenta el reencuentro de un grupo de amigos que, a instancias del más chiflado del grupo (Simon Pegg), deciden rememorar el día más importante de sus vidas: ese en el que de adolescentes intentaron completar doce pubs bebiendo pintas de cerveza y que no lograron acabar debido a la suprema borrachera que se cogieron. En su regreso a regañadientes de estos ya cuarentones y desencantados colegas encontrarán que su pueblo natal ha sido invadido por unos extraterrestres que han decidido duplicar a las personas con réplicas miméticas por el bien del universo. Bajo dicha cacharrería argumental se encuentra una de las comedias cumbres del año: un devenir alocado de todo tipo réplicas y contrarréplicas a cuál más delirante, mientras se entregan a una orgía de cervezas, peleas y huidas constantes, tratando de completar su épica ruta de bares. Si en el clásico de Siegel la metáfora argumental se prestaba para retratar la obsesión de la América de posguerra frente a una invasión comunista, en Bienvenidos al fin del mundo existe un gran chiste detrás de las imágenes: la robotización de un mundo que sólo puede abordar la edad adulta desde la mecanización de los actos y la autoanulación de las emociones primarias. Ser adulto es ser patético, nos cuenta la cinta, pero recuperar las pulsiones de la adolescencia puede ser tan destructivo como, accidentalmente, purificador. Así entre chupitos, cabezas arrancadas -el leit motiv de Sitges 2013- y diálogos que son pura screwball comedy, la película de Wright se erige como la mejor de la trilogía. Una fiesta en toda regla que invita, más que nunca, a celebrarla con amigos en un bar. O en muchos bares.

    Bienvenidos al fin del mundo

    Otra comedia fantástica de lo más chiflado: Escape From Tomorrow (Noves Visions Experimenta) del norteamericano Randy Moore. La película aterrizó en Sitges precedida por su fama y es que ésta fue filmada dentro del parque temático Disney World sin ningún tipo de permiso, utilizando sus atracciones, complejos hoteleros y accidentales visitantes, para realizar una diatriba tan agria como divertida y esquizofrénica de toda la iconografía Disney. Film netamente underground, posee una calidad de imagen horripilante y, en su primera mitad, un desarrollo argumental altamente vergonzoso (el relato sigue los pasos de un padre cuarentón obsesionado por las jóvenes turistas del parque). Por suerte para su segunda mitad la fantasía necrótica se dispara, mostrando el parque como un inframundo dominado por oscuras fuerzas que llevará a la locura al tontaina protagonista. Es en esa mixtura de referencias sci-fi –con Almas de metal a la cabeza- donde la película alcanza cotas de lo más disfrutable. Eso sí, después de verla se te quitarán las ganas de ir a Disney World de por vida.

    Escape from Tomorrow

    Cerramos con The Call (Secció Oficial Fantàstic Especial) de Brad Anderson, un sospechoso habitual de Sitges. Cineasta afincado en la Serie B de hálito más ochentero, sus obras siempre resultan de lo más interesante: Session 9, El maquinista, Transsiberian, Vanishing on 7th Street… En esta ocasión ha entregado un thriller espídico con, básicamente, dos personajes atados al teléfono bajo una situación límite: una joven  secuestrada y encerrada en el maletero de un coche en marcha (Abigail Breslin) y la operadora del servicio de emergencias que recibe la llamada de auxilio (Halle Berry). Como es habitual en Anderson el relato se muestra totalmente estilizado, despojado de cualquier elemento decorativo, esto es hueso sin cartílago pero con mucho nervio. Un modelo de cine artesanal que los despistados confundirán con una TV movie y los dichos en el género como un ejercicio plenamente satisfactorio. Así, que me den todas las que quieran.

    The Call

    Alejandro G. Calvo

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