El primer largometraje de Diego Quemada-Diez, La jaula de oro, narra la historia de tres jóvenes guatemaltecos que atraviesan la frontera mexicana para encontrar un futuro mejor en Estados Unidos. El director español quiso trabajar con actores no profesionales para que pudieran mostrar sus propias experiencias y así, dotar a la historia de verdad. El reparto lo protagonizan Brandon López, Rodolfo Domínguez y Karen Martínez, cuyo trabajo fue galardonado en el Festival de Cannes. La película mezcla la vida y el cine en un desesperado intento por llegar al "paraíso americano" que les hará enfrentarse con la cruda realidad.
¿Cómo surge la idea de la película La jaula de oro?
Yo siempre quise hacer películas, pero me ha costado más tiempo del que hubiera imaginado. De pequeño, cuando vi Raíces profundas de George Stevens, supe que me gustaría hacer películas que hicieran sentir algo tan profundo a la gente. El cine es increíble porque puede ser una condensación de la experiencia de la vida muy intensa, muy dramática y catártica. Hay algo tan bello en el séptimo arte…
Con esta película traté de combinar esas dos ramas del cine: por un lado, la de acción, y por otro, un cine más contemplativo, que provocase la reflexión sobre problemáticas actuales. Empecé a viajar muchísimo a México y allí encontré la inspiración de la historia. Me fui a Sinaloa, donde conocí a un taxista y me quedé a vivir en su casa con su familia. La casa estaba en la vía del tren y todos los días veía como llegaban los migrantes. A partir de ahí, surgió la idea. Quise combinar el documental y la ficción, lo que fue todo un reto.
Ha sido muy complicado conseguir el dinero para esta película. Todo el mundo pensaba que estaba loco, hasta que encontré a unos productores que estaban igual de locos que yo. Seguía emperrado en no cambiar la esencia, a pesar de que me cuestionaron por qué no quería trabajar con actores famosos, por qué no quería hacerla totalmente de ficción, por qué quería trabajar con inmigrantes de verdad, por qué en un tren de verdad… Además, si la vendes como un documental es también muy difícil conseguir el dinero. Te preguntan: "¿cómo quieres hacer un documental de dos millones de dólares? ¡No, olvídate!"
Entonces, has trabajado con personas reales, es decir, con actores no profesionales.
Rs: Sí, eran inmigrantes de verdad. Los protagonistas no conocían el guion y la actuación es una experiencia vital. Por ejemplo, cuando filmamos el operativo, ellos no tenían ni idea. Iban subidos en el tren y, de repente, el tren se para y aparecen los policías y los soldados. Los inmigrantes salían corriendo como si les fuera la vida en ello porque son personajes reales. Era muy intenso. En el rodaje utilizamos dos cámaras para tratar de tener la oportunidad de grabar esa intensidad, de captar la realidad del momento.
Parece que todo es ficción pero, sin embargo, es muy herzogiano.
Claro, de repente, la vida y el cine se mezclan de una forma muy curiosa. Por ejemplo, la escena en la que el niño indígena se sube al árbol ocurrió en el taller. Un día, rompió un vaso de cerámica y desapareció porque se sentía muy culpable. Lo encontré subido a la copa de un árbol con los pajaritos, viendo el atardecer durante una hora. Entonces pensé en incorporarlo a la historia y que cuando se enfadase con ella, se subiese a un árbol porque es algo que él haría. Son esos tesoros de trabajar con gente real. Constantemente ellos te están diciendo cómo viven la experiencia y hay que estar atento para captarlo.
El éxito de la película está en la honestidad que hay detrás de esa dureza, en la manera de desarrollar los acontecimientos por su sequedad, su rapidez, porque no se regodea en el dolor... Lo pasan mal y ya está, hay que seguir adelante. ¿Cómo se trabaja para conseguir ese equilibrio?
Esos testimonios que muchos inmigrantes compartieron conmigo tenía que honrarlos y, aunque sentí compasión, siempre tuve gran respeto por cada uno de ellos. Sentí que tenía que tratar de ser un canal de sus historias, como los antiguos trovadores, y ser honesto con ellos. He tratado de verlos de igual a igual, de olvidarme de mí mismo y abrirme al otro. Por un lado, la historia de los migrantes y por otro, mi historia personal sobre lo que ha sido emigrar a otro país buscando un sueño que se me ha desmoronado, porque yo también pensaba que en algún lugar iba a encontrar el paraíso.
Hay que tratar de poner esa verdad ahí y no ser pretencioso, no tratar de contar algo falso. El personaje se tiene que dar cuenta de que, al final, esa búsqueda de Ítaca o de El dorado se desmorona inevitablemente y el único aprendizaje que hay, es el aprendizaje del camino de la vida. Quizá, ese lugar no está particularmente fuera de ti, sino que es más un lugar interno. Al final, más allá de la densidad de nuestra existencia, también hay poesía, misterio, arte y, sin todo eso, ¿qué sentido tiene toda la vida?
¿Qué trabajos le influenciaron para hacer la película?
Me influenció el documental "The house is black" que utiliza una poesía y unas palabras increíbles. También Val de Omar, lo de que "la manipulación del cine solo es justificable si hay un gran motivo poético que genere empatía por el otro". Traté trabajar desde esas poéticas para compartir algo muy personal y olvidarme de lo que se había hecho antes. Tenía clarísimo que quería hacer un poema épico, hacerlos héroes pero a la vez hacerlos muy humanos y llenos de defectos, de matices y, también, de sexualidad y que se enojen y se peleen. Es decir, quitar esa idealización.
También quería hacerlo en una película de género, de aventuras, que tuviese tintes de western, que el tren fuese un personaje muy importante de la película, que se sintiese el viaje en la épica, donde el paisaje y los espacios hablasen y complementasen el estado interno de los personajes. Trabajar lo externo y lo interno y tratar de que los dos estén relacionándose.
¿Cómo fue trabajar con los actores jóvenes sin experiencia en el mundo de la interpretación?
Una cosa que trabajamos mucho en el taller con los niños fue que se les cayeran las máscaras y que apareciera ese algo único que cada persona tiene en su interior. Además, que se acostumbraran a la cámara y que la cámara se hiciera invisible para ellos.
Toda la historia la iban descubriendo poco a poco y los diálogos los reescribía ese día. Hacíamos la escena y ahí mismo íbamos ajustando las palabras para que lo dijeran a su manera. Todos los días dedicaba casi un par de horas antes de entrar a reescribir el guion y fue constantemente un proceso de cambio.
La jaula de oro
Alejandro G.Calvo