Steve McQueen en el set de 12 años de esclavitud
¿Cómo llegaste a la historia?
Hacía tiempo que quería hacer una película sobre la esclavitud. La idea que rondaba mi cabeza era muy similar a la de la historia de Solomon: un hombre libre que, en contra de su voluntad, se veía secuestrado y vendido como esclavo para trabajar en el sur. Fue mi mujer, que es historiadora, la que me descubrió el libro "12 Years A Slave". Así que lo leí y, bueno, cada vez que pasaba una página vivía una revelación dentro de mí. Quizás uno puede tener una imagen en su cabeza sobre qué es la esclavitud pero lo cierto es que es mucho más terrible de lo que cualquiera podría imaginar. Cuando acabé el libro me sentí muy decepcionado conmigo mismo, ¿cómo podía ser que no supiera nada de su existencia? Entonces me di cuenta de que prácticamente nadie conocía la historia de Solomon. Lo que era inconcebible porque es algo parecido a "El diario de Ana Frank" de América, excepto que "12 Years A Slave" fue escrito 97 años antes. Ahí fue cuando entendí que tenía que hacer la película.
Esta es, sin duda, su película de corte más clásico.
Sin duda. Era algo que entendí como necesario por el mero hecho de que es la adaptación de una novela, "12 Years A Slave", y entendía que debía respetar su estructura. Es cierto que en la película subvierto la narrativa un poquito, pero en líneas generales he tratado de ser muy fiel al material de base. Quería que el espectador se introdujera en la película, que se identificara con Solomon, que caminara con él, que viera lo mismo que él. El otorgarle una estructura clásica daba cabida a que funcionara esta historia tan terrorífica y, hasta cierto punto, surreal. Creo que 12 años de esclavitud es clásica en el mismo sentido que lo son los cuentos de los Hermanos Grimm. Puede que mi película sea el cuento de hadas más oscuro de la historia, es cierto, pero cuando la hacía no podía evitar pensar en "Pinocho". Especialmente en cómo seducen y engañan los villanos a Solomon.
McQueen dando indicaciones a Michael Fassbender
Sus protagonistas tienden a vivir experiencias extremas, lidiando con un montón de sufrimiento. Todas ellas tienen un punto místico, casi religioso.
No creo que haya ser cristiano o católico para lidiar con el sufrimiento. Tampoco pienso que mis películas hablen sobre la religión, yo tato de hablar del mundo. En Hunger hablé de la muerte de diez hombres encarcelados en Gran Bretaña, probablemente el suceso más trágico en la historia carcelaria de mi país. En Shame abordé el tema de la adicción sexual en un mundo donde el 80%-90% del tráfico de internet es pornografía. Y es algo de lo que nunca hablamos, es el elefante en la habitación de la sociedad contemporánea. Mi idea era hacer una película como Días sin lluvia pero cambiando el alcohol por el sexo. Y en 12 años de esclavitud abordo el esclavismo, no como un espectáculo de la tortura, sino sobre una tragedia histórica de la que nadie quiere hablar a día de hoy. En todas ellas he tratado de dar con la atmósfera adecuada, en ocasiones consiguiéndolo, en otras no. Son tres películas diferentes que abordan conflictos dramáticos que sí poseen puntos en común. Aunque sólo fuera el drama que padecen los protagonistas y su búsqueda a la hora de trascenderlo. Y eso no es fácil ni en el cine ni en la vida real. Pero repito, mis películas no hablan de religión, sino en cómo las personas afrontamos el mundo que nos ha tocado vivir.
¿Cómo valora la actitud de Solomon en la película?
Solomon se encuentra retenido en su contra, incapaz de escapar por su propio pie. Su único pensamiento es siempre el mismo: el cómo sobrevivirá a tal horror. Cualquiera en su situación habría tratado de hacer lo mismo, resistir y tratar de comunicarse con su familia de cualquier forma posible. Él no es Bruce Willis con una ametralladora matando a sus opresores, así no funciona el mundo real. Y yo quería hacer una película que retratara la esclavitud de una forma realista. Sé que todo el mundo querría ser como Superman para poder solucionar sus problemas, pero en la vida real uno, simplemente, trata de sobrevivir. Todos mis antepasados lucharon por ello. Trataron de convertir su prisión en un sitio mínimamente habitable. Muchos de ellos tuvieron hijos en dicho ambiente y también tuvieron que pelear para que estos sobrevivieran. Incluso cometiendo actos denigrantes como acostarse con sus amos para así poder salvaguardar a sus pequeños.
McQueen y Chiwetel Ejiofor
Llama la atención que su protagonista sea un hombre culto e inteligente. Algo que tiene que ocultar para no recibir aún más castigos.
Fue algo sobre lo que hablamos mucho. Incluso pusimos referentes para la expresividad de Solomon. Pensamos en Valentino o incluso en Buster Keaton. Actores que se comunicaban con el espectador, principalmente, a través de su mirada. Preferimos ser sutiles a, no sé, utilizar una voz en off explicativa, por ejemplo. Pero eso es algo con lo que yo no comulgo. Me gusta tratar con respeto al espectador, al que considero lo suficientemente inteligente como para saber reconocer lo que pasa por la cabeza del protagonista sin tener que verbalizarlo. Con Chiwetel Ejiofor trabajamos mucho su mirada. En sus ojos abiertos habita todo el misterio de la película. Solomon también tuvo que aprender a andar diferente, puesto que él era un hombre libre, no alguien criado en los campos de trabajo de Louisiana. Que un esclavo se moviera con esa firmeza podría entenderse como una amenaza para sus amos. Y eso es algo que el personaje de Edwin Epps (Michael Fassbender) entiende bien pronto. De ahí que trate de doblegarlo.
El estreno de su película ha coincidido con el triste fallecimiento de Nelson Mandela. Casi podría valer como un tributo póstumo.
No creo. Nelson Mandela es el ejemplo perfecto de lo mejor que puede llegar a ser el hombre. Él fue un hombre compasivo, determinado, un ser humano en definitiva. Él no era un hombre especialmente religioso, ni de derechas ni de izquierdas. Él brillaba por su humanidad. Pero la única conexión que veo con Solomon es que él también logró sobrevivir gracias al amor que sentía por su familia. Y que ambos, claro, son hombres que siempre mantuvieron íntegra su dignidad.
12 años de esclavitud
Alejandro G.Calvo