Emmanuelle Béart, la que fue una de las caras más bonitas del cine francés en los años 80, vuelve a la gran pantalla con otro largometraje del cine galo, Los ojos amarillos de los cocodrilos, inspirada en el best-seller homónimo de Katherine Pancol. Béart interpreta a Iris Dupin, una mujer ambiciosa y superficial que hace un trato con su hermana Joséphine (Julie Depardieu). Ella se encargará de escribir una novela que llevará el nombre de Iris y que se convertirá en un 'best-seller'. La cinta dirigida por Cécile Telerman, y coprotagonizada por Quim Gutiérrez, se estrena este el próximo 9 de mayo.
¿Había leído el libro antes de hacer la película?
Sí, leí el libro y luego el guión. Mi base para interpretar ha sido el guión. La adaptación. Lo que me gustó del libro de Pancol es ese retrato familiar que hace en el que están todas las piezas: el padrastro, su amante, las hermanas, sus maridos... Eso es lo que más me interesaba. Todas estas figuras de esa célula familiar tan bien descritas.
En la película se da una confrontación entre dos hermanas muy diferentes. Joséphine es la culta e inteligente e Iris, su personaje, es la superficial, guapa y tonta...
Parece un personaje tonto, pero no lo es. Es muy lúcida, muy consciente de lo que hace y también es muy manipuladora. Es un personaje que, finalmente, se desarma. Pero sabe, en todo momento, a dónde quiere llegar. Iris es una mujer que se ha estructurado en las apariencias y ha sido criada en función de los fantasmas de su madre y de lo que su madre quería que fuese. Una madre que ha criado a una hija en el culto de la imagen y a otra en el abandono. Pero el personaje de Joséphine, el que se construye intelectualmente es el que poco a poco, a la vista del espectador, va a conseguir desarrollarse y abrirse. Iris, sin embargo, es un personaje más vano y acaba en un torbellino de soledad.
Julie Depardieu interpreta al personaje de Joséphine, su hermana en la película. ¿Cómo ha sido trabajar con ella?
Muy fácil. Al final el trabajo de los actores es una adaptación del director. El gran enigma no es ese actor que tienes delante, aunque siga siendo un enigma, el gran enigma es esa "tierra extraña" que es el director. ¿De qué manera va a querer adaptar la novela?, ¿qué siente ante los personajes?, ¿cómo quiere filmarlos?, ¿cómo va a mostrar el duelo? Era la quinta vez que trabajaba con Julie. Hemos trabajado en películas y universos muy diferentes y, más que una dualidad, tenemos una fraternidad entre nosotras. Ella es una persona muy divertida y poética, por eso me gusta trabajar con ella. Ambas tenemos esa capacidad de estar presentes cuando hacemos algo, pero al mismo tiempo de estar ausentes. No sé muy bien cómo expresarlo, pero es algo que siento muy fuerte cuando estoy con ella y eso nos da una cierta confidencialidad. Podemos estar hablando de todo y de nada cuando estamos juntas, pero en cuanto suena "¡motor y acción!" estamos muy concentradas haciendo nuestro trabajo.
El cine español no está pasando por un buen momento económico y han aparecido nuevas formas de financiación como respuesta a esa crisis. ¿Ve este problema también en el cine francés?
Sí, las crisis económicas provocan unos recortes brutales en los presupuestos culturales y hay mucha dificultad para encontrar financiación, sobre todo en el cine de autor. El sistema de financiación francés es único y todavía hay posibilidades de autofinanciarse, de encontrar dinero gracias al Centro Nacional de la Cinematografía o a los gobiernos regionales. Es un sistema que funciona bien, pero que está en peligro no solo por culpa del cine americano, si no por grandes comedias que lo arrasan con todo. Ese cine está devorando algo que puede ser mucho más rudo y áspero como es el cine de autor. No sé cómo va a sobrevivir el cine en Europa a esta nueva realidad. Me he enterado de que aquí, en España, tenéis una película que está siendo un éxito increíble y que se está llevando la taquilla y creo que es lo mismo que ocurre en Francia y que dificulta que se pueda hacer cine de autor. Pero no es para desesperarnos, si no todo lo contrario, hay que buscar una cierta militancia para luchar por nuestro cine, para que siga existiendo este carácter único. No es un rechazo a la 'McDonalización', que se lleva produciendo desde hace mucho tiempo, si no intentar que podamos hacer existir esta autenticidad y no vender nuestra alma al diablo. Necesitamos ser resistentes para poder seguir luchando por este cine europeo sin caer en la desesperación.
Aunque ha tenido papeles diversos fuera de las fronteras de su país, como por ejemplo Misión Imposible, la casi totalidad de su carrera está focalizada en Francia.
No he elegido convertirme en la abanderada del cine francés. Pero con Misión Imposible me di cuenta de que era algo con lo que me sentía totalmente ajena y quizá no aterricé en aquello que podía emocionarme más del cine americano, que es el cine de autor. Desembarqué en esa especie de grandísima máquina en la que no me veía reflejada y pensaba que no podía desarrollarme. Pero también he seguido trabajando en el extranjero. Acabo de hacer una película en Australia y no es que tenga unas ganas locas de mantenerme únicamente como alguien francófono, pero me he sentido muy mimada y muy querida en Francia. Tanto en cine como en teatro. Hacer las maletas ahora no me resultaría fácil porque todas mis raíces, todo lo que tengo construido, mi nido y mi universo está en Francia. Aunque es cierto que no tengo ni una gota de sangre francesa. Por parte de padre mi sangre es hispanorusa y por madre grecomaltesa. No es que no me quiera ir de Francia, lo que ocurre es que tengo la necesidad de volver cada vez que me voy.
¿Qué le aporta el teatro que no le aporta el cine?
El teatro es para mí un lugar de exigencia, un lugar de trabajo con textos muy elaborados que me alimentan plenamente desde un punto de vista intelectual. Me vuelvo a sentir como la estudiante con los cuadernos y los bolígrafos nuevos. Anónima otra vez frente a 18.000 personas. Lo que más me apasiona es la belleza de la compañía teatral, del grupo y su solidaridad. En el teatro dejas de ser la estrella, somos todos trabajdores que tenemos que estar plenamente en escena. El teatro tiene ese riesgo, que a la vez es excitante, de hundirse pero que al final no ocurre y sigues y continúas. No puedo dejar ni el cine ni el teatro, los necesito a los dos. Son dos artes muy distintas, sobre todo en lo que le piden al actor.