En la 70 edición del Festival de Venecia tuvo lugar un hecho insólito, un documental -género que se estrenaba en el certamen- se alzó con el León de Oro. El elegido fue Sacro Gra, el último trabajo del director italiano Gianfranco Rosi, que previamente ha estado al frente de otras cintas como Below Sea Level o Boatman.
En esta ocasión, el director sigue a un grupo de habitantes de los suburbios de Roma. Una serie de personas que viven fuera del anillo formado por la carretera de circunvalación Grande Raccordo Anulare, que rodea la capital italiana, y les aísla del resto de la ciudad. En este submundo, desconocido para la mayoría de los turistas, se esconden las historias de un médico de ambulancia, una prostituta o un botánico, entre otros.
La cinta llega por fin a las pantallas españolas y en SensaCine hemos charlado con el director para conocer qué se esconde detrás de todas estas historias, tan complejas como interesantes.
¿Cómo encontraste a los protagonistas del documental?
Los protagonistas están vinculados a una larga investigación dedicada principalmente a entender un lugar. Una vez que encontré el lugar en el que centrar la historia, busqué a las personas que viven allí y reflejan dicho espacio. Esta es la parte más difícil y más larga de mi trabajo, porque es como hacer un casting, ya que confío la historia, el guion y el recorrido narrativo de la película, a estas personas.Se convierten en escritores de la cinta y al yo no decirles lo que tienen que decir el momento del casting es fundamental. En este proceso hay un período largo de conocimiento mutuo para generar confianza mutua, y sólo en ese momento es posible comenzar el rodaje. Una vez que encuentro a estos personajes me dedico exclusivamente a ellos y todo lo demás desaparece.
¿Qué tienen estas personas de especial para que hayan sido los elegidos para protagonizar esta cinta?
Son personajes que tienen una relación muy fuerte con el pasado y que expresan su vida de una forma poco convencional. Personajes que no se lamentan de su vida, en un país en el que 50 millones de personas se pasan el día quejándose de todo.
Sacro Gra se ha rodado durante dos años, ¿cómo se llevo a cabo esta labor?
He rodado cada historia de forma individual, centrándome primero en una pasar pasar después a otra. Cuando uno está rodando tiene que saber cuál es el momento adecuado para entrar y salir de la vida del protagonista, siempre hay un momento en el que hay que marcharse para regresar un tiempo después. Este regreso uno o dos meses después aporta un punto de vista distinto y nuevo. Por lo que pasé mucho tiempo fijándome en cada historia y aunque el recorrido sean dos años de trabajo, en este período acontecen muchas cosas en la vida de una persona, lo que permite crear una evolución y un punto de vista que cambia constantemente.
¿Tuviste algún problema con los actores porque no se sintieran completamente cómodos delante de las cámaras?
Cuando introduzco la cámara en sus vidas, llega un momento en el que se olvidan de que estoy rodando, entro en su día a día por lo que se crea una percepción de que la cámara es un elemento nuevo que está allí pero que es aceptado por todos. A pesar de esto, está claro que algo cambia, tanto en mí como en los personajes. Es como un paciente que va al psicoanalista y empieza a contarle cosas que no le ha contado a nadie más, cosas que nunca ha pensado que pudiera llegar a contar a alguien, ideas que ni siquiera sabía que tenía dentro de sí o incluso hechos que podrían ser mentiras. El psicoanalista nunca se pregunta si lo que le cuenta es verdadero o falso, pero cuando empiezan a actuar la verdad sale a la luz.
¿Has tenido algún problema con las autoridades u otros ciudadanos por rodar la historia del médico de ambulancia?
Decidí rodar las escenas de la ambulancia sólo de noche. Volvía cada mes o mes y medio, a veces vivía con ellos una semana seguida y me ponía el mismo uniforme. Al principio iba sin la cámara, para entender cómo funcionaba todo y crear así una intimidad y confianza muy fuerte. A veces se despertaban a las 11, 12 o 3 de la mañana para asistir en una emergencia y yo iba con ellos. He entrado en casas donde había gente que se había ahorcado, en otra había un padre en parada cardiaca y el niño pequeño había llamado a la ambulancia, y en otro lugar el marido había matado a su mujer a golpes. Historias muy extremas, y cada vez que pasaban tenía que decidir si debía rodarlas o no en 5 segundos. Entre 100 acontecimientos en los que he estado, sólo he sacado la cámara en 5 o 6 ocasiones, que son las escenas que hemos visto. Era importante que las historias fueran trágicas pero cotidianas, no quería generar una sensación de sensacionalismo. La historia del accidente de coche, por ejemplo, no la habría sacado si el joven hubiera muerto. Aún así esa historia está grabada con cuidado, porque el momento en el que el chico dice que quiere ir a trabajar al día siguiente y la forma en la que Roberto (el médico de la ambulancia) interactúa con él, es muy especial.
De todas las historias, ¿hay alguna con la que te identifiques más o que tenga un significado especial para ti?
La historia del botánico, porque es un poco la columna vertebral de la película. Paradójicamente es una de las últimas historias que rodé.
La cinta ganó el León de Oro en la 70 edición del Festival de Venecia, ¿qué supuso para ti ese reconocimiento?
El simple hecho de competir con una película con un presupuesto tan pequeño -400.000 euros- comparado con otras cintas de millones y millones de euros, sumado al hecho de que fuera un documental, ya es supone un triunfo. Nunca me había imaginado que podía ganar el León de Oro. Fue una sorpresa total y absoluta.
Es la primera vez que un documental se alza con el León de Oro, por lo que la decisión generó mucha controversia, ¿cómo te afectaron estas opiniones al respecto?
Muchas veces cuando uno hace una película tiene una idea bastante abstracta de lo que ha hecho, a veces es difícil expresarlo con palabras. A menudo uno empieza a entender la película cuando esta es vista por el público y los críticos. De hecho, muchos de esos críticos me han hecho entender la película con sus argumentos. Es casi en una paradoja que alguien empiece a entender la película cuando la ven los demás y una vez que esta ha terminado.
¿Qué es lo que has entendido tras recibir el feedback de los espectadores?
Un crítico norteamericano por ejemplo afirma haber tenido que ver la película 7 veces para poder redactar su artículo, y luego ha escrito cuatro páginas analizando punto por punto la cinta. De todos modos, lees lo que está escrito, te identificas, pero luego te olvidas, porque el trabajo del director también es olvidarse de las películas realizadas. Crear un vacío para poder entrar en una nueva película y olvidarse totalmente de lo que se ha hecho antes, de esta forma se puede encontrar un nuevo lenguaje narrativo.
Los protagonistas de la cinta también la han visto, ¿qué han pensado de ella?
La primera vez que vieron la cinta fue en Venecia conmigo y para mí fue muy importante que los protagonistas se identificaran con sus vidas, con los fragmentos mostrados de las mismas. Para mí eso ha sido tan importante como el premio en sí.
Tu trayectoria profesional como director refleja un interés por las historias de denuncia social y por las minorías, ¿crees que tu labor ayuda a cambiar la mentalidad de la gente?
Espero que ayude a los demás a mirar y considerar ciertas situaciones de forma distinta, o si quiera a mirar o analizar situaciones a las que nunca había prestado atención. Por lo tanto, es una forma de obligarles a no darse la vuelta.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
En octubre empiezo a grabar una película en la isla de Lampedusa, una isla del mediterráneo a la que llegan muchos inmigrantes. La idea surgió antes del naufragio de la patera de inmigrantes que tuvo lugar allí hace casi un año. Además, esta es una película que me han pedido que haga, por lo que he vidido durante un mes allí para escribir el guion.