Al ver Escobar: Paraíso perdido no he podido quitarme de la cabeza aquel episodio de la tercera temporada de Breaking Bad, 'I See You' (3x08), en el que Walter Jr. hablaba con su padre, el futuro Heisenberg, sobre el libro Matar a Pablo Escobar, la irrenunciable investigación de Mark Bowden (Black Hawk Derribado) sobre la caída del narcotraficante colombiano. "Good guys never get ink like the bad guys do", decía el personaje de RJ Mitte parafraseando a su tío Hank. Y lo he recordado, porque la cinta con la que nos despedimos de la 62ª edición de la Zinemaldia tampoco trata la persecución y muerte del fundador del Cartel de Medellín, sino que tan sólo llega hasta su rendición y entrega en Envigado el 19 de junio de 1991.
No es la primera vez que el cine o la televisión se dejan seducir por la romántica figura de Escobar, presunto autor de más de 10.000 muertos y de 657 policías tan sólo entre 1989 y 1994. Ya lo habíamos visto en Blow (2001) de Ted Demme y, más recientemente, en la televisiva Escobar, el patrón del mal, de la colombiana Caracol Televisión, con un fantástico Andrés Parra. Este, el último intento de hacerle justicia al personaje -con sus luces y sus sombras-, nos ha dejado a medias al vendernos gato por liebre.
Andrea Di Stefano (La vida de Pi) ha fichado a Benicio Del Toro -premio Donostia- para protagonizar su Paraíso perdido, y lo cierto es que no podría haber elegido mejor. Del Toro ya había interpretado al icónico Ernesto 'Che' Guevara en Che, el argentino y Che: Guerrilla de Steven Soderbergh y, aunque mucho más contenido y refrenado de lo que nos tiene acostumbrados -sólo hay que verlo en su cameo como El Coleccionista en Guardianes de la galaxia-, el ganador del Oscar por Traffic nos regala una actuación memorable y muy física. Del Toro encarna a la perfección el lobo disfrazado de cordero que era Escobar -con su verbo lánguido y pastoso, su actitud fría y calculadora- pero, aunque Di Stefano acierta al nimbarlo de un halo populista y estrafalario, acaba echándosele de menos en la producción.
Paraíso perdido no es un 'biopic' sobre Escobar; más bien se trata de una historia de amor protagonizada por María (Claudia Traisac), su sobrina, y un turista canadiense interpretado por Josh Hutcherson (Los juegos del hambre: Sinsajo). Del Toro se deja notar siempre que aparece y roba la atención con su innegable presencia. Sin embargo, el idilio entre Traisac y Hutcherson -muy correcto en todo momento- saca de la historia al espectador y adormece el atrayente thriller que podría haber sido al volante de un Del Toro más desbocado. ¿Quién no querría haberlo visto como el Tony Montana de El precio del poder?
Para cerrar nuestra última crónica desde San Sebastián, y retomar ese guiño a Breaking Bad que hacíamos al principio de esta crónica, te dejamos con la versión instrumental del 'Goodbye' de Apparat, el tema que sirvió para que nos despidiéramos de otro grande entre los mafiosos, Gus Fring (Giancarlo Esposito). Adiós. Hasta pronto. Nos vemos el año que viene en la próxima Zinemaldia con más cine del bueno.