El próximo viernes 26 de septiembre llega a los cines la esperada La danza de la Realidad. La última cinta del director, escritor, poeta, psicomago y lector de cartas del tarot, entre otras profesiones, Alejandro Jodorowsky. Han pasado 23 años desde la anterior película, (El ladrón del Arcoiris) de este peculiar artista chileno que no ha dejado de trabajar y de pensar más allá de los límites de la realidad.
La danza de la Realidad es una cinta autobiográfica en la que Jodorowsky narra su infancia en Tocopilla, una pequeña ciudad del norte de Chile en la que nació y se crió. Con su particular visión de la realidad, el cineasta muestra una infancia dura marcada por el fuerte carácter de su padre y la animadversión que el pequeño generaba en muchos de los habitantes de este peculiar paraje. Con motivo del estreno de la cinta en SensaCine hemos hablado con Jodorowsky para conocer más sobre él y sobre la cinta.
Han pasado 23 años desde que rodaste tu última película, ¿por qué has decidido regresar ahora con La danza de la realidad?
No pude hacer el cine que quería porque no conseguía el dinero para hacerlo. El cine es una industria, los productores no quieren producir lo que ellos creen que es cine de arte, son unos cobardes que están aterrados, al igual que los distribuidores y los dueños de cines. Todo el mundo se aterra y evitan que hagas el cine que quieres. Así que me comporté como una hormiga y en una cuenta bancaria fui reuniendo todo lo que podía, llegué a conseguir 500.000 dólares en 22 años, y después gracias a un milagro conseguí 3,5 millones de dólares e hice la cinta. Durante ese tiempo veía una o dos películas cada noche, sintiendo mucha envidia y rabia porque pensaba: "Estos pueden hacer esta porquería y yo que podría ser útil al ser humano no puedo hacerlo".
Para mí, el cine es el arte mayor, pero desde que nació lo han convertido en una industria. La principal finalidad del cine es fabricar dinero, invierto millones y gano millones, y luego vendo cosas como cigarrillos, alcohol… o inculco ideas. Si ves la historia del cine de Hollywood, los malos son siempre los enemigos de Estados Unidos en el momento, cuando Francia se opuso a la guerra de Irak, los malos eran franceses; otras veces han sido Chinos, pero ya no porque no les conviene. Es una colonización, venta e inculcación de ideas políticas y económicas. Ellos creen que el arte es aburrido, que no se va a entender. Cuando salió Picasso la gente pensaba que se estaba burlando de ellos y ahora le consideran un genio y se llenan los museos. Hay una lucha en la industria y la economía mundial para que seamos una humanidad pueril, porque no les conviene que desarrollemos valores de la conciencia, valores espirituales, porque así nos daremos cuenta de que estamos presos, somos esclavos sin libertad de creación. Nos daremos cuenta de que el ser humano es sublime y no una bazofia como ellos nos muestran. Lo que llaman patria es un negocio, lo que llaman guerras es un negocio, lo que llaman religión es un negocio y lo que llaman política también es un negocio.
¿Cómo ha sido rodar la película en Tocopilla?
Trabajo a partir de lo que vi. Tocopilla está cerca del desierto, en tres siglos no había llovido, así que imagina la importancia de un personaje como el heladero. El peluquero era japonés, por lo que dicha cultura estaba muy presente; los chinos estaban también, y su medicina, gracias a ellos descubrí cosas muy interesantes que cuento en mis libros. Era un lugar internacional con cobre y salitre, el puerto estaba lleno de barcos para cargar todo eso. Los marineros estaban cuatro o cinco días en el barrio rojo. Esa era la entrada de Tocopilla, una ciudad que ganaba su vida con las prostitutas y el transporte marítimo.
Claro que todo esto que vi lo reduzco a símbolos, lo llevo al mito, le doy un sentido. El heladero no era así, era un hombre normal, pero en la película a este personaje lo interpreta un amigo, Hugo Marín, un escultor chileno, él hizo su carrito con forma de corazón porque quería. Por ejemplo, José el viejo, es un amigo que emigró, tiene 86 años y es carpintero y religioso. El personaje es él, en la pantalla se le ve a él, no es una actuación.
Aunque es chileno, ha desarrollado la mayor parte de su trabajo entre Francia y México, ¿qué ha supuesto para ti volver a Tocopilla?
Tocopilla es como el Macondo de Gabriel García Márquez, es un pueblo olvidado. Lo único que habían construido en 80 años es un edificio y porque se cayó tras un terremoto. Ese pueblo vive de una planta eléctrica en la que matan pescados. Nadie vive más allá de los 55 años porque trabajan en la fábrica y enferman de cáncer. La gente sigue en Tocopilla porque ama el lugar.
Cuando me fui de allí de pequeño sufrí mucho, aunque uno nazca en un basural ama el basural, es instintivo. Sufrí mucho cuando mi padre nos dijo un buen día que nos íbamos a Santiago de Chile. Pero en Tocopilla también lo pasé mal, allí me rechazaron, por lo que con La danza de la realidad fui a perdonar y lo conseguí. Todos los habitantes ayudaron y participaron en la película porque necesitan que la gente conozca el pueblo. Al final, me acabaron nombrando hijo predilecto de la ciudad. Vencí un mal recuerdo que tenía. Es como una bomba atómica psicológica, es un acto de psicomagia.
¿Esta película se puede entender como un acto de psicomagia?
Toda ella es un acto de psicomagia, pero en la película también hay magia, como cuando la madre se pasea desnuda por el bar de los gordos. Esto lo hice para decirle a la gente que los demás te ven como tú te ves, si quieres pasar desapercibido puedes, te puedes borrar. Ahora me cuesta a mí pasar desapercibido, pero durante mucho tiempo he leído el tarot en cualquier parte sin que sepan lo que hago el resto del tiempo, de forma totalmente anónima.
¿Se puede pasar desapercibido siendo Alejandro Jodorowski?
Cuesta mucho pero a veces se consigue. Incluso en Los Ángeles la gente me mira y me habla, tengo una apariencia, será la vejez y el pelo blanco, que hace que la gente se acerque a hablarme. A veces me acerco a las señoras que llevan a sus bebés pegados al pecho para decirles que no lo lleven mirando hacia ellas si no hacia fuera, de manera que cuando avance vea el mundo y se siga sintiendo protegido por usted.
Últimamente me ha dado por preguntarme: ¿qué pasaría si toco a algún desconocido? Hace poco fui con mi mujer de viaje a Niza y delante de mí iba un hombre con su esposa, cruzando la calle movió la mano para atrás y se la cogí, y deje que cruzara la calle creyendo que yo era su esposa. Cuando me vio ambos nos reímos. ¡Logré tocar a un desconocido! Normalmente no se puede hacer eso, el tacto está prohibido en nuestra sociedad.
¿Por qué cree que es tan importante para el ser humano volver a la infancia? ¿Y por qué hay tanto surrealismo en la película?
Freud tiene más de 100 años, el surrealismo fue el último gran movimiento artístico que cambió, después ya son individuos. El surrealismo es la expresión del inconsciente. Todas las noches eres surrealista porque sueñas, aunque sean cosas muy realistas. La razón se estalla, porque usas todo tu cerebro en el sueño, tienes millones de neuronas que funcionan en ese momento. No soy raro, soy realista pero artístico, el mundo no es una cosa racional, tiene muchas cosas irracionales que no entiendes. La más pequeña es que hablas de alguien hoy y mañana lo ves. Eso se llama sincronicidad. Es raro, porque pasan cosas y son milagros, es el inconsciente que hace las cosas.
Yo uso al ser humano completo, tal y como es. No creo que mi película sea surrealista. Todos tenemos un niño interior, pero hay que trabajarlo y dominarlo, está mal que sea él el que manda. Tienes que enseñarle y hacer que te siga. El ego es el yo adulto creado por la sociedad y la familia, no te puedes guiar por él porque te vuelves egoísta y narcisista, hay que saltar y ver la existencia del otro. Es muy difícil ver al otro, pero no hay yo sin tú, sin el reconocimiento del otro no existimos.
Hay personajes, como la madre que solo canta, y momentos, como cuando esta orina encima del padre para curarle, que son especialmente llamativos, ¿por qué?
Porque yo era machista. Vengo de Chile, Tocopilla es muy machista, pero poco a poco, por mis procesos espirituales y por mis relaciones personales, comencé a darme cuenta de lo que había sufrido mi madre. Ella siempre quiso ser cantante de ópera, pero terminó siendo vendedora de tienda. Tenía callos en los codos porque no se podía sentar, estaba 8 o 9 horas diarias de pie. Al hacer la película decidí que tenía que hacer todos sus diálogos cantados en ópera porque es lo que ella quería ser. Al comienzo te ríes cuando la oyes cantar, pero luego te gusta y la entiendes. Además esta parte la hice al revés, porque primero la hice improvisar y luego grabamos con la orquesta que la acompañaba.
Al respecto de la parte de la orina, hay técnicas hindúes en la medicina que curan mediante este líquido. A nosotros nos parece que la orina es sucia, pero tiene poderes curativos para el cuerpo humano. Ella es creyente y él es ateo, por lo que en esa escena hay una lucha entre el creo y el no creo, el amo y el no amo. Entonces, la curación que ella le hace permite que él se dé cuenta de que la ama, a la par que ella se hace consciente de quién es y al final es el maestro del hombre. Pongo a la mujer en su sitio, ella es el maestro.
La danza de la realidad es una película innovadora poco habitual en la industria cinematográfica...
Toda la gente con talento que he conocido se pierde en la industria. Se convierten en grandes técnicos y demás, pero la industria no les deja crear. La industria cinematográfica ha destrozado a todos los genios, destrozó a Orson Welles o Tod Browning, entre otros. Cuando Tyrone Power quiso hacer una película de él borracho y perdido de la vida la crítica le atacó porque se salía del papel de galán. Sufro mucho por mis amigos que están dentro de la industria, me decían: "Es una absurdez, ¿cómo vamos a hacer esto nosotros? ¿Cómo vamos a vivir con esto?" Pero claro, yo no me gano la vida con el cine si no con los comics. Hago un comic cada mes o dos meses y así me mantengo, si tuviera que hacer cine para vivir me tendría que vender. En estos 22 años rechacé muchas películas de asesinos en serie por ese motivo.
Hablando de películas sobre asesinos en serie, en 1989 hiciste Santa Sangre, ¿cómo fue ese proyecto?
Llevaba seis o siete años sin rodar hasta que llego el hermano de Dario Argento que quería hacer una película sobre un asesino de mujeres. Le dije que me dejara libertad y que no viniera al rodaje, por lo que me dejó con un italiano ladrón que no estaba nunca y se dedicó a comprar coches viejos estilo años 60. Así que hice lo que quise. Por otra parte, en Italia, donde se rodaba, querían que el guión estuviera firmado por ellos, les dije que lo hicieran y que yo ya vería lo que hacía con ello. Cuando me dieron el script no entendía una palabra, lo había escrito un italiano que afirmaba que sabía español pero no, así que me inventé la película que yo quería. En este caso en lugar de varios, sólo había un asesinato, pero sería tan terrible que todo el mundo estaría esperándolo con miedo.
Me encanta Santa Sangre porque se basa en un asesino real que conocí y estuvo preso 10 años y cuando salió de la cárcel trabajaba en el mismo periódico que yo, Goyo Cardenas. Había matado a 20 mujeres y las enterró en el jardín de su madre. Cardenas estaba rehabilitado, había olvidado todo y se había hecho abogado. Me dio la idea de la redención, por ello en la película inventé que el asesino encontraba la redención.
Sobre todo ha apostado por la creatividad, ¿en qué profesión se siente más a gusto para sentirse creativo: cineasta, psicomago, poeta, escritor…?
Lo que más me cuesta es la poesía, cuando realmente haces la poesía que quieres puedes estar un mes trabajando en un poema, como un cuadro. Es el arte más fácil y más barato, el que no se vende, pero sin embargo es el más importante, es como una columna vertebral. Después de eso todo se me hace más fácil. Llevo desde los 15 escribiendo poemas. Lo otro es un placer. Anoche casi no dormí pensando en el próximo comic que voy a hacer y además ahora estoy haciendo Los hijos del Topo, una historia que siempre he querido llevar al cine pero que cuesta 12 millones de euros, por lo que estoy escribiéndola en el comic, ya he terminado el primer volumen con el dibujante José Ladrón.
Escribir comics me da tanto placer como filmar, lo único que me falla es la edición, en cine tienes 50 horas que reduces en 2 y ahí le das el ritmo a la película. La edición es tan creativa como rodar. Los críticos solo ven la historia, pero hay tantas otras cosas que son increíbles dentro de una película. He estado tres meses trabajando prácticamente todo el día con el editor cortando centímetro a centímetro, añadiendo los ruidos y sonidos, cambiando las voces, coloreando la película y trabajando en la música, porque esta no es un elemento de fondo, sino un personaje más que está agregando algo. La preparación de la cinta, es más artístico aún que el rodaje y la edición, ya que hay que buscar tanto a los actores como los lugares.
Si un director consiguiera sacar adelante una adaptación de alguno de sus comics, ¿le daría algún consejo?
No me metería porque sería la versión de él. No quiero ser cómplice de tal crimen. Los comics cuando se adaptan al cine es de forma industrial. Si cuesta 300 millones de dólares es industrial y yo no quiero colaborar en eso, porque va a ser pervertido.
La película está basada en una novela escrita por ti, ¿qué le recomiendas a los espectadores, que lean primero el libro o que vean la película?
Que vean primero la cinta. Porque si la ven después de leer el libro van a tener ya su propia idea en la cabeza. Cuando presento la película no suelo hablar de ella porque quiero que cada persona tenga su propia reacción: uno ríe, otro se enoja, otro sufre… Cada persona reacciona diferente ante una obra de arte o un sueño. Prefiero que vean la película en estado virgen.
¿Cómo será la secuela de La danza de la Realidad?
Ya tengo la mitad del dinero ahorrado, 2 millones de euros, gracias a unos productores que ganaron dinero en Japón, México y Estados Unidos. Estoy buscando el resto del dinero. Esta segunda parte tendrá como título Poesía sin fin, se centra en la etapa entre los 17 y los 24 años cuando descubro la poesía y hago una vida de artista, libre, en un país que no está libre. Además, hago la paz total con mi padre, mi madre, mi abuelo… me encuentro a mí mismo y así termina el sufrimiento. No es una película sobre la poesía, si no sobre jóvenes libres.