Tras su paso triunfal por los festivales de Cannes, Toronto, San Sebastián -Premio del Público a la Mejor Película Europea-, Biarritz -Premio del Público a la Mejor Película y la Mejor Actriz- y Sitges, por fin se estrena este viernes 17 de octubre en España la hispano-argentina Relatos Salvajes. La co-producción de El Deseo y K&S Films es el regreso de Damián Szifron a la pantalla grande tras Tiempo de valientes y, con su estructura de seis historias independientes, ha conquistado todos los países por donde ha pasado. Suspense, comedia, disparatada, justicia poética y violencia, mucha violencia.
Con un prólogo descarado, fresco y potentísimo que ya marca el tono general de la historia, Relatos Salvajes cuenta con actores de la talla de Ricardo Darín (Buenos Aires, Argentina, 1957), a quien entrevistamos durante el pasado Festival de San Sebastián. Su historia recuerda mucho a Un día de furia, aunque al argentino no le gusta tener como referencia a Michael Douglas. "Lo digo con todo el respeto posible". La cinta, con razón, representará a Argentina en los Oscar y en los Goya. Humor y humor del bueno, pero también un estudio escalofriante de temas tan serios como la venganza, la infidelidad, el abuso de poder, la burocracia, el doble rasero y la diferencia entre clases sociales. ¡Tienes que verla!
¿Tuviste con el director la referencia de Un día de furia de Joel Schumacher para tu historia?
No. Para nada. Jamás tendría como referencia una película de Michael Douglas. Lo digo con todo el respeto posible. Además, creo que son cosas distintas. Este tipo, Bombita, me parece que es un ser que viene acumulando un disgusto y una incomodidad social sistemática y que lo empieza a demostrar con cada una de las cosas que va deslizando y de las propuestas que hace. Por ejemplo, dice: "¿Dónde está la oficina donde piden disculpas cuando se equivocan?". Parece muy infantil, pero yo sueño con un mundo así. Un día de furia es un 'rush' que ocurre en un día y no tenemos mucha idea ni del pasado ni del futuro del personaje. En este caso sí que se adivina que lo acumula desde hace mucho. En el caso de Bombita, además, el tipo lo planea, con lo que nos demuestra la profundidad de su hartazgo.
¿Crees que el valor de Relatos Salvajes radica en hacer realista lo surrealista?
Hay un doble juego. Con el primer cuento, Damián Szifron preestablece cuál es el código y el tipo de humor que va a utilizar de ahí en adelante. Es una especie de preámbulo y en sí mismo está contando un cuento. Ya nos coloca a los espectadores alerta para tratar de ir pillando cuáles son los detalles que va a ir diseminando en el territorio. Y creo que se nutre de la verosimilitud de las cuestiones reales para poder transgredir, empujar las líneas y lanzarlas hacia, lo que para mí, es casi una sátira o un grotesco. Con los impactos de la exageración, creo que busca que nos miremos a nosotros mismos. Hay algunos relatos que tienen la inteligencia de promover una movilidad dentro de la empatía. Empatizas con uno de los personajes hasta que dice o hace algo con lo que no estás de acuerdo y cambias de seguimiento. El caso más paradigmático es el cuento de Leonardo Sbaraglia. No entendemos muy bien si tiene razón el del coche caro o tiene razón el otro. Pierdes de vista la razón y ni siquiera te acuerdas de cuál fue el detonante. Y así sucede en la vida real. Cuando se desencadena la violencia, perdemos todos. En el fondo, se trata de una especie de festín que Damián se ha hecho a sí mismo. ¡Y nos invitó a asistir!
Cuando llegó el guion a tus manos, ¿qué fue lo que hizo que te decidieras?
Muy pocas veces te llega un guion bordado y casi siempre tienes que ir negociando. Tuvimos unos cabildeos entre Bombita y el relato de la propuesta que, para mí, es el más doloroso de todos. Es el que menos humor tiene y porque describe trágicamente cómo funciona la corrupción. Del guion me impactó la justeza de los diálogos, la descripción del contexto y, por supuesto, la locura de todos los cuentos.
¿Crees que es positivo que una película como esta fuera al Festival de Cannes?
Fue una jugada hábil de su director para desempolvar y desacralizar un poco lo que son las líneas tradicionales del Festival. Le gustó ingresar un producto de estas características para levantar un poco de polvareda. Se armó tanto revuelo con la presentación de la película, que al final acababas viendo a muchísima gente con pajarita perdiendo la compostura. Era ridículo y era gracioso. Pero yo siempre fui escéptico y pensé que a la hora de la verdad iban a votar otra cosa más solemne. El mostrador de la película tuvo que cerrar un día antes porque ya lo había vendido todo. Fue tragicómico, como la historia. La película tiene una conexión muy directa con el espectador. Eso es innegable y también un muestreo de cómo podríamos ser si no estuviéramos tan domesticados. Estamos demasiado domesticados.
¿Puedes contarnos una situación de tu vida personal en la que rozaras un 'Relato Salvaje'?
Yo siempre pienso lo peor. Soy alarmista por naturaleza y pesimista por convicción. Es como si necesitara atravesar la zona del terror para llegar luego a una zona más luminosa y relajarme. Por consiguiente, me he encontrado muchas veces en situaciones implosivas o explosivas. A mí me han pasado miles de cosas y soy bastante cascarrabias. Aunque permanentemente ejerzo un autocontrol, que es lo que hacemos todos. A mí me ponen bastante mal las cuestiones urbanas. Soy muy educado y muy respetuoso en el tránsito. Soy buen conductor. Conduzco desde muy niño, y mis hijos también, y estoy muy atento a lo que pasa. Y me doy cuenta de la cantidad de aberraciones que la gente comete, a veces sin darse cuenta.
¿Y un caso particular?
Un día, iba conduciendo por una avenida muy grande de Buenos Aires, la Avenida Córdoba, muy nutrida y superpoblada. Estaba apurado y tenía delante a un señor al que pasaba por la izquierda, y él me cerraba por la izquierda. Lo quería pasar por la derecha, y me cerraba por la derecha. Así como tres o cuatro veces. Monté el cólera rápidamente, me lo puse a un lado para decirle algo y me encuentro con un señor con un sombrero encajado hasta las orejas, muy pegadito al volante y mirando por el parabrisas aterrado. Entonces me salió algo como: "Usted... No sabe... Manejar". Como si fuera un insulto. Y él me miró y me dijo: "¡Ya sé!". Él estaba peor que yo. No sabía lo que hacía con la máquina. Así de simple.
¿Qué opinas de la crisis que está viviendo el cine español?
Por mis amigos, claro que estoy enterado. Trabajamos en el mismo negocio. ¿Qué voy a hacer para corregir esto? ¡Llamemos a Bombita! (Risas). Bueno... Analizar el contexto es bastante complejo. Hay muchos factores. Yo supongo que es algo de lo que se va a salir. No sólo es mi esperanza. Estoy casi seguro de que va a ser así. Pero ahora toca vivir esta etapa, que va dando señales de corregir el rumbo.
¿Darías una oportunidad a Hollywood si se eliminaran los estereotipos latinos?
Por supuesto. Yo no tengo nada en contra de nadie. El cine norteamericano, sobre todo el cine independiente, ha dado muestras extraordinarias de un cine glorioso. Hay que reconocerlo. Mi fastidio es con cierto tipo de industria norteamericana que tiene la tendencia de estigmatizar al latino. Pero es justo reconocer que no a todo el mundo le pasa lo mismo. A mí, las dos o tres oportunidades que tuve me acercaban a cosas que realmente no me hacían mucha gracia. Eso sumado a mi resistencia a asistir a cuanto festival americano haya. Me colocan en un perfil como si fuera, no sé, un fundamentalista anti-americano, y la verdad es que no es así. Si algún día tengo la oportunidad de hacer algo que me gusta con una historia que me conmueva, que me atrape o que me entretenga, seguramente lo analizaría. Sólo me resisto a colaborar con la estigmatización, porque creo que hay una gran hipocresía.
En una época de paro, corrupción, etc. ¿Puede servir de bálsamo una película como esta?
Pienso dos cosas. Una, que es pedirle demasiado a una película. Y la otra, que está relacionada, que tendría que verla la gran mayoría de los ciudadanos para que sucediera. Y eso es algo que, aún en el mejor de los casos, no va a ocurrir. Probablemente sea vista por una gran minoría. Lo que sí puede pasar es que ayude a abrir cabezas y a sensibilizar algunos corazones. Porque como efecto rebote y, contrariamente a lo que se espera, invita a reflexionar. En eso creo que puede hacer más que entretener.