Benicio del Toro acudió al pasado Festival Internacional de Cine de San Sebastián para presentar Escobar: paraiso perdido, un film que se acerca al narcotraficante más peligroso de los años ochenta a través de la figura ficticia de un sobrino político canadiense al que encarna Josh Hutcherson. En una interpretación tan sobria como contundente, Del Toro vuelve a confirmar su condición del gran robaplanos del Hollywood contemporáneo. A pesar de que su personaje es casi un secundario en el film, la película gana intensidad cada vez que él aparece. En el certamen donostiarra hablamos con el actor, hombre de trato cordial y respuestas pausadas.
¿Qué le llamó más la atención de un personaje como Pablo Escobar?
Lo que más me sorprendió fue como este personaje creó una guerra total contra el gobierno de su país y consiguió arrodillarles. Llegó a tener un poder increíble. Cuando entró en política, otros políticos le acusaron de narcotraficante. Como algunos de ellos habían cobrado dinero de su parte, él les trató de gángsters y les declaró la guerra. A la cárcel se llevó sus discos porque la controlaba totalmente. También tenía sometida a la prensa... Cuando lees su historia parece pura ficción, como si leyeras las fechorías de un villano de un cómic de Batman.
¿Y qué piensa de que se empiecen a legalizar ciertas drogas como la marihuana en algunos países latinoamericanos como Uruguay?
En el cine, yo lo he hecho todo con las drogas: el que la lleva, el que la vende, el que la consume, el que la prohibe... Pero eso no me da autoridad para pontificar sobre el tema. Y no todas las drogas son iguales. La hoja de coca es distinta que la cocaína. Yo he probado la hoja de coca, porque se utiliza para el mal de altura. En Estados Unidos hay estados que han legalizado la marihuana, como Colorado y Oregon. Personalmente, me parece muy interesante porque no creo que la marihuana sea peor que la coca. Tiene muchos beneficios demostrados en sus aplicaciones medicinales y en los sitios donde está legalizada no va todo el mundo fumando porros por la calle. Pero la legalización es un tema complejo porque hay drogas muy dañinas como el crack y el éxtasis, que destruyen irremediablemente las neuronas del cerebro. Incluso así debe estar controlada su venda y distribución, porque no afecta igual a todas las personas. Y no todo el mundo es igual, todos somos distintos, como decía Pablo Casals.
Aunque ha encarnado papeles principales tan bien recibidos por la crítica com el del Che en el díptico de Steven Soderbergh, es más habitual encontrarlo en papeles secundarios, como aquí en Escobar, paraíso perdido.
Yo no tengo ningún control sobre este tema. Lo único que puedo controlar es que me interese el papel, sea o no secundario. Por ejemplo, en este caso me interesaba el punto de vista sobre el personaje. Y solo tenía tres meses para prepararlo, lo que no hubiera sido suficiente tiempo en el caso de un biopic convencional donde Escobar tuviera todo el protagonismo. Pero yo no veo los números, uno, dos, tres..., en los personajes.
¿Por qué consideras que el personaje del Che fue tu trabajo más complicado?
Por el bloqueo entre Cuba y Estados Unidos. Yo en el fondo soy hollywoodiense y también lo eran la productora y el director. Para buscar información teníamos que saltar una muralla de manera legal. En Cuba nos miraron con mucha suspicacia. “¿Los norteamericanos van a hacer una película del Che?” Por eso era complicado. La historia del Che no es solo la historia de un hombre, también es la de un país y una época. Hay mucha documentación y opiniones al respecto. Nosotros optamos por el punto de vista de quienes conocen la historia del Che mejor que nadie: los cubanos. Lo que no facilitó las cosas por el otro lado. Además rodamos en blanco y negro, y dos películas en el espacio de una. Cuando acabó la primera, yo ya no daba para más... El esfuerzo no era solo mental, también físico. Era un personaje que siempre había soñado interpretar. Pero, como
dicen en inglés, cuidado con que tus deseos se hagan realidad.
Has rodado algunas películas en España como Huevos de Oro (1993) con Bigas Luna o recientemente A Perfect Day con Fernando León de Aranoa. Además obtuvo la nacionalidad española en 2011. ¿Cuál es su vinculación con este país?
La principal vinculación es la lengua. Ustedes conocen la historia de España en el Nuevo Mundo. Puerto Rico formó parte de España hasta 1898. Mi vieja era española, mis abuelos eran vascos por ambos lados. Puerto Rico acogió a exiliados como Juan Ramón Jiménez y Pau Casals. El baloncesto triunfó en la España de la mano del portorriqueño Johnny Báez... La nacionalidad española es un honor que me permite trabajar acá. Pero mi primera conexión viene a través de la familia. Nosotros tenemos más presentes a España que viceversa, porque en España se mira más hacia Europa.