En un lugar tan simbólico para recibir a la película latinoamericana Kaplan como la céntrica Casa América, nos encontramos con el director uruguayo afincado en Madrid Álvaro Brechner y los dos actores protagonistas, Héctor Noguera y Néstor Guzzini. Nos contaron, entre otras cosas, cómo ha recibido el público la película, cómo se enfrentan a una posible nominación a los Oscar o el momento más emocionante que han vivido al presentar una película.
Kaplan cuenta la historia de Jacobo, un judío de casi 80 años que huyó a Sudamérica tras la Segunda Guerra Mundial. Cansado de no haber conseguido nada en la vida, decide desenmascarar a un viejo alemán nazi con la ayuda de un policía retirado llamado Wilson Contreras.
Acabáis de presentar la película en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, ¿cómo ha sido la experiencia?
Álvaro Brechner: Ha sido una experiencia muy bonita y una acogida muy cálida. Fue muy curioso porque acabamos de presentar la película en la República Dominicana y ahora al llegar a Huelva hemos visto las naves que partieron desde aquí en el Descubrimiento de América. Hemos hecho el viaje a la inversa a través de la película.
Néstor Guzzini: No digo nada nuevo pero cada público es diferente y más cuando uno se enfrenta a estos contrastes. Por más grande o pequeña que sea la ciudad, en el momento de la proyección se genera una especie de comunidad. Me parece que es la maravilla del cine. Presentamos la película en Nagua, un pueblo al norte de la Isla de República Dominacana donde se vivió como una fiesta. Al terminar todo el mundo quería hacerse una foto con Wilson Contreras (risas). Después de esto llegamos a Huelva, un lugar totalmente diferente pero el público respondió muy. Cuando alguien viene con mucha alegría y emoción a comentarte la película, uno no deja de sorprenderse. Es una maravilla este proceso que estamos viviendo.
Resulta inevitable comparar a la pareja de Jacobo y Wilson con las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza, ¿cuánto hay de la novela de Cervantes en Kaplan?
Héctor Noguera: Mucho. Desde luego hay un Don Quijote y un Sancho muy claros. Está presente la aventura, el deseo de salir a aventurarse y a hacer el bien. Don Quijote se siente necesario como los caballeros andantes. Con Kaplan y Wilson pasa lo mismo, ellos creen que son necesarios.
AB: Lo que más se parece tiene que ver con unos personajes que luchan entre la fantasía y la realidad. Dos estados que para mí son parte de lo mismo. No sé por qué siempre termino abocado a ese tipo de personajes que combaten su día a día y sus angustias existenciales reinventando un mundo en su imaginación e intentando llevarlo a cabo. Yo creo que el Quijote, como gran obra que es permite muchísimas lecturas, pero a mí la que más me interesa es la realidad de un personaje que decide lanzarse a vivir la aventura que en su cabeza quiere vivir, no la que la sociedad le determina.
Jacobo y Wilson son una pareja entrañable y con mucho 'feeling', ¿cómo habéis conseguido tener esa relación?
HN: La dirección de Álvaro y su trabajo en el guion y en la narración cinematográfica es muy importante y eso se demuestra en nuestra actuación. Además, desde el primer momento me aferré mucho a Néstor. Siempre hubo una corriente que fluía mucho entre nosotros y eso también tiene que ver con los personajes.
NG: Lo de la comodidad obviamente fue recíproco. Como actor uno responde al guion que le toca, pero lo más interesante es construir el personaje en base a otro. Desde el principio, incluso antes de ensayar con Héctor, hemos trabajado el personaje de Wilson en referencia al personaje de Jacobo. Cuando uno está en el set, uno siempre está exponiéndose y otro actor es alguien con quien liberar esa batalla. Trabajar con Héctor ha sido una maravilla gracias a su generosidad.
Kaplan podría competir por el Goya y el Oscar a mejor largometraje de habla extranjera, ¿cómo os sentís?
AB: Es un orgullo poder representar a Uruguay en la carrera por los Oscar y los Goya. Es una gran oportunidad para dar a conocer la película. Pero, cómo determinar por qué pasan las cosas es algo tan difícil. Para mí, el gran premio es haber hecho la película y ver la recepción del público. Con eso ya es suficiente. Yo soy partidario de que uno no puede hacer nada más que desearle a la película la mejor de las suertes.
NG: Los premios son igual de importantes a la cantidad de gente que se alegra cuando los ganas. Todos los premios que pueda ganar Kaplan van a alegrar a mucha gente porque somos un equipo muy grande. Ahí es cuando adquiere valor. Más que un orgullo individual tiene que ver con compartirlo con la familia o el equipo.
¿Creéis que el público español acoge bien el cine de América Latina o aún hay mucho por recorrer?
AB: El público español es muy exigente y muy emocional, que acude al cine guiado por su estómago y por las emociones que las películas les puede dar. Creo que, ante todo, una película es representante de la época y lugar en la que fue hecha y de las influencias de quienes la hicieron. Cuando se trata de englobar las dos películas que he hecho en el concepto de cine latinoamericano no es fácil porque Kaplan es una coproducción entre España, Uruguay y Alemania. Espero que la película cruce fronteras, lo que ya nos pasa en los festivales a los que hemos ido, como en Corea y Chicago. España es un país maravilloso y enormemente complejo como para poder descifrarlo con antelación. Estoy muy ansioso por ver cómo es la reacción del público.
Tus películas siempre dejan un regusto agridulce, ¿crees que la vida siempre tiene que ser así?
AB: No quiero dar malas noticias (risas). Yo no soy optimista pero intento ser alegre y creo que, aunque las noticias no sean del todo buenas, uno se puede reír de ellas, es una forma de superarlas. Nunca me planteo hacer una comedia o un drama, sino tratar de clonar la condición humana con todos los contrastes que tiene. La vida está compuesta de un montón de momentos amargos y dulces, pero para mí eso es lo que la hace maravillosa.
Kaplan se centra en toda esa generación que tuvo que reinventarse como lo hizo tu propio abuelo cuando salió de Polonia para ir a Uruguay y, por otra parte, tú eres un uruguayo que vive en Madrid, ¿hay algo de autobiográfico en la película, ya sea por tu parte o por la de tu abuelo?
AB: Yo nunca me he sentido inmigrante, siempre me he sentido como cualquier otro y a mi abuelo fue parte de lo que le tocó vivir. La historia tiene que ver con ser parte de una sociedad que es diversa y compleja. En Chicago me pasó una de las experiencias más bonitas que me tocó vivir presentando una película. Un señor se levantó entre el público y nos dijo que su padre había sobrevivido a Aushwitz y se había trasladado a Estados Unidos para empezar de cero. Su padre había muerto hacía 7 años y este hombre no pudo estar ni un minuto sin pensar qué hubiera dicho él al ver la película. Todos nos quedamos esperando la respuesta y dijo “¿y sabéis qué? Hubiese dicho "what a fucking great movie (qué película tan buena)". Todo el mundo empezó a aplaudir. Si todos estos años de esfuerzo, trabajo y sacrificio terminan en esto es que valió la pena.
Mal día para pescar y ahora Kaplan se centran en una pareja a la que no todo les sale bien, ¿sientes debilidad por este tipo de historias y personajes?
AB: No sé por qué a mí me fascinan ese tipo de personajes, aquellos que se escapan un poco al mundo de la ficción, para escapar del tedio y el aburrimiento de su vida cotidiana. Usan la ficción para poder sentirse vivos y dar sentido a su paso por el mundo. Hay una frase de Woody Allen que dice: "la vida es como Las Vegas, a veces se gana, a veces se pierde, pero la casa siempre gana. Eso no significa que no te puedas divertir mientras". Dado que no podemos encontrarle un sentido absoluto a la vida, al menos démosle nosotros un pequeño sentido que nos sirva para mantenernos en esta corta estancia que significa pasar por la Tierra.