Antonio Banderas (Málaga, 1960) no necesita presentación. Después de producir las animadas El lince perdido y Justin y la espada del valor, el malagueño se mete de lleno con Autómata, una idea de Gabe Ibáñez (Hierro), que le llegó de la mano de Elena Anaya mientras rodaba La piel que habito de Pedro Almodóvar. La temática es de ciencia ficción pero, como recalca Banderas una y otra vez, lo que han intentado hacer con ella es una cinta "pequeñita y de autor" con una mesurada estética pos-apocalíptica y unos androides que, más que robots de Hollywood, parecen electrodoméstico.
Autómata es un filme futurista con temas morales y acción que bebe mucho del cine de los años 50 y de títulos como Blade Runner, Yo, Robot o El hombre bicentenario. A Contracorriente Films la estrena este viernes 23 de enero y en ella Banderas se mete en la piel de Jacq Vacuan, el perito de una compañía de seguros de robótica cuya vida dará un giro cuando, investigando la manipulación de un robot ilegal, vislumbre la posible desaparición de la raza humana. Hablamos con él en el Festival de San Sebastián.
¿Estás nervioso por cómo reaccionará el público con Autómata?
Estoy excitado. Hemos tardado cuatro años en montar esta película. Y nos hemos sorprendido mucho, porque ha sido considerada como una superproducción. Y nosotros no venimos con una película de este estilo. Venimos con una película de autor, muy pequeñita, hecha con sangre, sudor y lágrimas. La hemos podido hacer abandonando nuestros sueldos; no cobrando. Está rodada en Bulgaria, pero la mayoría de los departamentos están llevados por españoles: dirección, actuación, producción ejecutiva, guionistas... Queremos eliminar de la cabeza de la gente que va a ver una superproducción americana con robots que saltan de tejado en tejado y corren mucho y hacen muchas cosas. Porque nuestros robots no dejan de ser unos electrodomésticos que, en un momento determinado, entran en el mundo de la inteligencia.
¿Qué fue lo que te convenció?
Autómata fue un guion que cayó encima de la mesa de maquillaje de La piel que habito. Lo tiró Elena Anaya. Había hecho una película con Gabe y me dijo: "Este es un tío que merece la pena y aquí hay un guion que a lo mejor te interesa". No lo leí durante la película pero después lo hice y llamé a Gabe cuando iba por la página 28 ó 29. Y después han pasado muchas cosas. Me llevé a Gabe a Túnez, donde rodé una película [Oro negro] que tenía que durar tres meses y se rodó en tres semanas. Nos estalló una revolución ahí y fue entonces cuando conocí a Gabe porque nos habíamos relacionado por teléfono. Y eso es un poco la metáfora de todo lo que hemos pasado hasta presentar la película en San Sebastián.
¿Sobre qué crees que reflexiona la película?
Al final, sobre la muerte. Sobre la muerte de una civilización y el comienzo de otra. Es muy simple y, al mismo tiempo, deja las cosas bastante abiertas. Son conceptos. En realidad, lo que tenemos entre manos es más una película de autor que una de ciencia ficción. En Gabe conocí a alguien que se había inventado algo que a mí me gustaba mucho: el 'retrofuture'. Volver al pasado para ver cómo se hacían este tipo de películas, en los años 50, cuando no existían los CGI, los ordenadores y todo esto. Regresar a unos robot que, quizás se muevan torpemente, pero que dan un mordisco a la reflexión filosófica que plantea lo que pasaría si la máquina superara en algún momento al hombre; Un hombre deprimido que, además, vive en una sociedad donde la vida vale muy poco. Ellos son más humanos que nosotros.
¿Eres tan pesimista cuando piensas en el futuro?
Yo tengo esperanzas porque soy muy optimista. Pero las realidades con las que estamos conviviendo todos los días nos devuelven unas respuestas demasiado duras a este tipo de preguntas. Vivimos en un mundo confuso y violento. Muchas veces, la ciencia ficción se convierte en la realidad de nuestras vidas. Y la película, de soslayo, también nos presenta las historias de seres cuyas vidas no valen nada.
A tu personaje le dicen que tiene que sentirse "afortunado" por tener trabajo. ¿Crees que mucha gente que trabaja sin estar contenta o por poco sueldo se va a sentir identificada?
Lo que intenta él es huir de una realidad patente: hacer partícipe de ese mundo a su descendencia. Él prefiere cortar y no traer más seres humanos a un mundo sin aliciente. Y por eso se ha montado una fantasía en su cabeza de un mar que, creo, es un elemento romántico dentro de la película. De hecho, uno de los robots le pregunta: "¿Has estado en el mar?". Y él responde: "No estoy seguro".
¿Ha sido difícil rematar la financiación?
Nos fuimos a Bulgaria porque Millennium [la distribuidora] está localizada allí. Trabajan con bancos búlgaros y en Sofía están los estudios Nu Boyana. Los robots los creamos allí, hicimos primero un prototipo y después los demás. También seré sincero y diré que la mano de obra es mucho más barata.Trincamos de todo, hasta coches de otras películas. Existía cierto placer en volver a aquello de que la necesidad crea estilo. Te metes en un proyecto y las necesidades te van marcando el estilo.
¿Cómo explicas que estuviera a punto de llegar a festivales sin distribuidora?
Fue un problema también de tiempo. Terminamos la película hace muy poco; no de rodarla, sino de montaje, animación en los paisajes... Ha sido arduo llegar hasta aquí. Hubo alguna oferta por parte de algún estudio americano, pero ahí influyó la opinión de nuestro director. A Contracorriente sabe defender este tipo de películas. Preferíamos eso a irnos a una compañía más grande que, a lo mejor, hubiera despistado al público. Queremos presentar una película independiente, no una superproducción.