Después de recorrer festivales de medio mundo, el director Gabe Polsky llega a Madrid para presentar su segundo filme, Red Army, un documental que une sus orígenes americanos y soviéticos y que cuenta la historia de un imbatible equipo de hockey que conmocionó a sus seguidores.
La cinta nos muestra el ascenso y caída de la Unión Soviética a través del denominado Ejército Rojo, el equipo liderado por el capitán Slava Fetisov. Las imágenes de archivo, junto a las entrevistas actuales, muestran la dureza y originalidad del entrenamiento por el que tenían que pasar para hacer frente a sus rivales. Red Army, producida por el emblemático Werner Herzog, se estrena el próximo 13 de febrero.
¿Cómo surgió la idea de retratar la historia de un equipo de hockey de la Unión Soviética? No es nada fácil de llevar a la gran pantalla...
Cuando tenía 15 años descubrí una cinta VHS que mostraba el entrenamiento de la Red Army. Al verla quedé impactado por la creatividad, improvisación y belleza que vi. Aunque también me sentí muy frustrado. Por aquél entonces jugaba al hockey, pero mi manera de entrenar era muy restrictiva, no tenía tanta libertad, paradójicamente. Al descubrir esto quería saber un poco qué estaba pasando ahí, cómo estos jugadores se volvieron tan buenos y, también, aprender algo sobre mi propia historia. A medida que iba investigando fui descubriendo más cosas, como el programa estatal de hockey que seleccionaba a los niños soviéticos cuando aún eran muy pequeños. Veía esta gran historia de Fetisov y su equipo como una ventana perfecta para adentrarme en la historia de Rusia y su ascenso y caída.
La Red Army estaba formada por cinco jugadores estrellas, pero la cinta se centra, fundamentalmente, en la figura de Fetisov, ¿por qué?
Cuando te enfocas en cinco personas diferentes y otorgas a cada uno la misma importancia en el filme, la historia pierde fuerza. Creo que Fetisov era el personaje más increíble y carismático, pero, al mismo tiempo, muy desafiante, único, complejo, contradictorio y fascinante. Y su historia personal era, para mí, la más interesante. Mientras montaba la película, me di cuenta de que, cuanto más me centraba en él, más fuerza cogía la película. Lo cual no significa que los otros personajes no fuesen fundamentales para un equipo, sin los demás la historia no hubiese sido lo que es. En un equipo, todas las personas son igual de importantes, no importa de qué manera contribuyen. Estos hombres hicieron para el hockey lo que los Beatles para la música, una auténtica revolución.
Esta no es la primera vez que trabajas junto a Werner Herzog, ¿cómo es trabajar junto a una leyenda del cine como él? ¿Qué has aprendido de él?
Es una de las personas más divertidas que conozco. Todo lo que dice me dice me hace reír. Es una persona sumamente honesta y siempre es capaz de encontrar esa locura fundamental y entrañable de la vida. Sus películas son auténticas “profesoras” de vida para mí. Siempre que he tenido la oportunidad de pasar tiempo con él, siempre ha sido memorable. Tiene esa forma tan clarividente de plantear su visión y de encontrar el alma de las personas y al corazón de las cosas. Él fue la primera persona que vio la película una vez acabada y me dijo que era muy especial e importante, que no me preocupara de lo que me dijera la gente porque había hecho una película muy potente y él estaba orgulloso. Me ayudó, sin ningún tipo de reparo, a recorrer el mundo presentando la película.
¿Fue difícil encontrar material de archivo en la Unión Soviética?
Sí, lo fue. Al final no pude obtener nada del contacto que pensaba que iba a tener y tuve que ir directamente a los archivos estatales y explicarles lo que quería hacer y lo que necesitaba. Ellos, de memoria, me llevaban a los almacenes donde tenían todo guardado, toneladas y toneladas de material. Tuve que mirar mucho metraje y, al final, en la película sólo aparece un 1% de lo que he revisado.
¿Crees que el uso de los éxitos deportivos como herramienta de propaganda, como aparece en la película, es exclusivo de los regímenes totalitarios?
Por alguna razón, los regímenes represivos como los de Hitler, China o la Unión Soviética no tenían la sutileza que tenían otros países para mostrar esa idea de dominio. En Estados Unidos, los Juegos Olímpicos no van financiados por el Gobierno; en cambio, la Unión Soviética sí lo hacía. Está específicamente dirigido a crear equipos que puedan viajar por el mundo y mostrar dominancia. El uso del deporte es muy efectivo para promover países, ya que es una herramienta muy identificable y visceral que puede comunicar ideas y filosofías. La única razón por la que los Juegos Olímpicos siguen existiendo y los países siguen gastándose tanto dinero en ellos es porque muestran la grandeza de los países y su poderío. De alguna manera, esa inseguridad que tienen los países totalitarios la compensan con manifestaciones públicas.
Al final de la película, Fetisov habla sobre la idea de sentirse orgulloso de ser ruso, comparándolo con el patriotismo americano.
Fetisov es el primero en decir que los americanos son más orgullosos que nadie, “¿por qué nosotros no podemos estar así de orgullosos?, ¿por qué el patriotismo americano es bueno y el ruso no? Creo que él tiene razón sobre la idea del patriotismo americano que dice “todo es genial en América”. En cambio, cuando la gente ve a los rusos portando las banderas de su país los ven como al demonio. Para cualquier país con una sociedad sana, lo más importante es que se sienta ese orgullo. No puedes tener una sociedad sana si nadie es feliz, si no tienen esperanza. Rusia está luchando con este orgullo constantemente, después de pasar por tantos cambios, caos, problemas con la mafia… Pero he aquí el problema. A veces, este patriotismo es fabricado por el gobierno, pero todo el mundo sabe cuándo es falso y cuando es verdadero. No puedes mentir sobre eso.