¿Y si el mundo de los muertos fuese más colorista y animado que el de los vivos? Con esta alegre premisa, tomada de la cultura y el folclore mexicanos, el animador Jorge R. Gutiérrez, conocido por su serie El Tigre: las aventuras de Manny Rivera, ha construido una historia llena de romance y fantasía. Un triángulo amoroso protagonizado por un aprendiz de torero con alma de músico (Diego Luna), un héroe marcial (Channing Tatum) y una joven que aspira a ser algo más que una mujer florero (Zoe Saldaña). Al talento y la imaginación de Gutiérrez, se le suma un ecléctico cóctel de versiones rancheras de temas de Elvis Presley o Radiohead, lo que hace de El libro de la vida un divertimento universal con aliento mexicano. Gutiérrez recibió a SensaCine dispuesto a revelar el origen y secretos de su primer largometraje de animación, para el que ha contado con Guillermo del Toro como productor de lujo.
¿Cuál fue el origen de El libro de la vida?
El impulso inicial fue mi interés por explorar mis raíces mexicanas. La historia se presenta como una leyenda mitológica, pero es invención mía y me he tomado la libertad de cruzar diversos referentes culturales. Hay elementos de la mitología griega, del mito de Orfeo, de las leyendas mayas… Por otra parte, mi abuelo, mi padre y yo tuvimos que luchar mucho por ganarnos el corazón de nuestras esposas, y eso está explorado en el triángulo amoroso del film. Mi padre era arquitecto y tuve que pelear mucho para que entendiera que mi pasión por la animación era algo serio. Eso también está en la película. Y, por último, está mi devoción por el arte folclórico mexicano: ese arte que no está en los museos ni vale millones, sino que está en un mercado y lo compras para que juegue tu hijo. Crecí en Estados Unidos echando de menos ver en el cine los dibujos e historietas mexicanas, así que hice esta película para que mi hijo pueda ver todo eso en una sala de cine.
El toque artesanal se percibe en la dimensión táctil de las figuras de la película. No son los típicos personajes del cine digital.
La idea era evocar un mundo de madera, con volumen y edad. Odio que en las películas hechas por ordenador todo parezca nuevo. Quería mostrar un mundo con pasado, con historia: una casa que antes podía haber sido una iglesia o una cárcel, por ejemplo. Y el “Mundo de los recordados” es justamente eso: entender que un edificio pudo ser construido primero por los Olmecas, y luego vino la influencia española colonial, y luego vinieron los de Puebla… Nada existe sin un pasado.
Guillermo del Toro es el productor de la película. ¿Cómo se involucró en el proyecto?
La primera empresa en impulsar el proyecto fue Real FX y sus responsables me preguntaron a quién quería de productor. Les dije que mi sueño era tener al Santa Claus del cine: Guillermo del Toro. Me dijeron que me olvidase porque él estaba ocupado con El Hobbit. Pero terminó renunciando a ese proyecto y pude presentarle el proyecto en su casa. Yo estaba nerviosísimo e hice la peor presentación de la historia (risas). Tras aquel desastre me dispuse a darle la mano para agradecerle que hubiese perdido el tiempo conmigo, pero entonces me dijo: “Es la peor presentación que he oído en mi vida (risas), pero conozco tus dibujos de El Tigre: las aventuras de Manny Rivera. Tengo dos hijas que son fans tuyas y nos encanta tu visión de la cultura mexicana, así que te voy a apoyar como productor”. Me explicó que, en sus inicios, Pedro Almodóvar había tenido la generosidad de convertirse en su productor en El espinazo del diablo, y sentía que tenía la responsabilidad de dar esa misma ayuda a los nuevos directores.
¿Y cómo fue trabajar con el?
Fue fantástico. Me apoyó en todas las fases del proyecto, del guión a la posproducción. Ha sido como tener un profesor particular, un profesor muy exigente pero también muy bueno. Recuerdo que, cuando empezamos a trabajar juntos, me dio un consejo clave. Me dijo: “a partir de ahora, te vas a meter en algo enorme, van a pasar mil cosas, así que agarra el corazón de tu historia y protégelo. Esto es un maratón, algunas de tus ideas se caerán, te enfrentarás a gente que querrá cambiar muchas cosas… Tú debes tener claro cuál es el corazón de tu historia para elegir cuándo transigir y cuándo decir basta. Si intentas ganar en todas las batallas, vas a acabar consumido. Debes elegir por lo que vale la pena luchar”. Para mí, el corazón de la película, es la conexión de la historia con México, con mi pasado. He querido hacer una película universal pero que al mismo tiempo ofreciese un reflejo auténtico de México.
A nivel estético, la película tiene un aire barroco, está llena de detalles.
Sí, tiene muchos secretos, como por ejemplo corazones y calaveras escondidas por todos los rincones de la pantalla. Y también hay muchas guitarras. La idea es que Manolo, uno de los protagonistas del triángulo amoroso del film, debe seguir su corazón y perseguir su deseo de ser músico pese a que su familia quiere que sea torero. Otro detalle es que, en muchas escenas, las sombras de los personajes te revelan sus verdaderas intenciones. Y en el diseño del pueblo de San Ángel, pensamos que sería bonito que cada casa sostuviera a la contigua, así transmitíamos la idea de que todo se aguanta si la comunidad permanece unida.
Una de las cosas más fascinantes de El libro de la vida es “El mundo de los recordados”.
Aquello nos llevó un trabajo tremendo. Estuvimos seis meses trabajando en las escenas que transcurren en ese inframundo colorista. El renderizado de cada fotograma duraba 14 horas. ¡Cada fotograma! Si toda la película fuera así, no la habríamos terminado nunca. Pero teníamos claro que el esfuerzo valía la pena. No podía ser que una película sobre el “Día de los muertos” no tuviese un gran “Mundo de los no vivos”.
Es un vendaval colorista.
Está lleno de referencias multiculturales. Hay mucho folclore mexicano pero también elementos de la pintura de Picasso, de la arquitectura de Gaudí, los cielos de Dalí, cosas de Goya… Y todo esto viene rematado por la presencia de Plácido Domingo poniendo voz al Esqueleto Jorge, un ancestro del protagonista que había querido ser cantante de ópera pero que no pudo conseguirlo por presiones familiares. Ni en mis mejores sueños me habría imaginado que Plácido diría que sí a nuestro ofrecimiento para participar en la película.
El reparto de voces es espectacular. ¿Los tenías en mente desde el principio?
Diego Luna se apuntó al proyecto desde el primer momento. Y tu mamá también es una de mis películas favoritas, así que decidí escribirle, sin conocerlo, para proponerle el papel y le encantó el papel. Y con Diego a bordo, convertido en un portavoz de la cultura mexicana, decidimos buscar a actores no mexicanos para darle un tono más universal a la película. Primero fichamos a Zoe Saldaña, que es dominicana y que canta sus canciones, igual que Diego.
La elección más sorprendente es quizás la de Channing Tatum.
Channing encajaba a la perfección en su personaje, que es un tipo atractivo y fortachón, una especie de superhéroe americano. Lo gracioso es que el día en que nos reunimos con él para formalizar nuestra oferta, estábamos con un grupo de agentes y él me pilló, me llevó a una esquina de la habitación y me comento en voz baja: “Pero, Jorge, tu sabes que yo no soy mexicano, ¿verdad?” (risas). “¡Pero claro, Channing!”, le dije, “si lo que buscamos es que representes al pueblo americano en la película”.
La selección musical de la película es realmente curiosa.
Lo más increíble es la versión de Creep de Radiohead. Una vez fui a un bar de mariachis y el miembro más joven de una familia de músicos, que debía tener unos 15 años, se puso a tocar Creep, y a la mitad de la canción toda la gente había enmudecido conmovida por la canción. Aquello me impactó y pensé que era la manera perfecta de reflejar la sensación que tiene Manolo de que no encaja en su familia. El problema vino después cuando desde Fox Music me dijeron que Radiohead nunca me iba a dar los derechos de Creep, pero les mandamos el guión y les pareció que estábamos haciendo justicia a su canción. Y a partir de ahí fue más fácil ir consiguiendo el resto de canciones. Gustavo Santaolalla, el autor de la banda sonora, ha adaptado para la ocasión temas de Elvis, Biz Markie y Mumford & Sons, entre otros.