“Nunca quise hacer otro Mad Max, pero la idea surgió y no paraba de crecer, no podía quitármela de la cabeza. Pero no me di cuenta de que me llevaría doce años llegar hasta aquí”. Las palabras de George Miller dieron el pistoletazo de salida a la rueda de prensa de Mad Max: Fury Road en Cannes, de momento el acontecimiento que más expectativas ha levantado. La película lo merece. Asegura Miller que quiso hacer “un musical visual, una película en la que no tengas que leer subtítulos, y por eso está escrita como una novela gráfica, hecha con 500 storyboards. El guion estaba condensado en imágenes, porque no había diálogos, era como un proyecto plástico más que otra cosa”.
Charlize Theron da vida a la guerrera del desierto Imperator Furiosa, manca y desarmada, pero capaz de arrebatarle el trono a la teniente Ripley de Alien en el universo de las action movies: “Sé que me estaban dando una gran oportunidad y la he disfrutado plenamente –dijo la actriz australiana–. Sé además, que el guión, como toda la saga, estaba muy anclada en la realidad. La idea de la globalización y el calentamiento del planeta y el valor del agua y de liderazgo en el mundo actual son cuestiones que se nos están escapando de las manos. Para mí fue algo muy real”.
Theron añadió que cuando vio por primera vez la escena de la tormenta de arena de proporciones bíblicas, se preguntó si no era algo exagerado. “Pero hay imágenes en Google ahora mismo de tormentas de arena en el Sáhara que están comiéndose el continente africano. Es muy asustador. Es una escena que me erizó el pelo de la nuca. Lo que hace que la película sea aún más terrorífica es que retrata un mundo del que no estamos tan lejos si no hacemos algo al respecto”.
Nicholas Hoult, Charlize Theron, George Miller, Tom Hardy, Doug Mitchell, Margaret Ann Sixel ('Mad Max: Fury Road')
Su compañero de reparto, Tom Hardy, se enfrentaba a otro extraordinario reto: vencer las inevitables comparaciones con Mel Gibson: “Al principio estaba muy entusiasmado y luego me di cuenta de que el rol de Mad Max es sinónimo de Mel Gibson –dijo–. Hablando con George comprendí que ambos hicieron tres películas y el legado continuará, y que yo solo me incorporo para perpetuarlo. No se trata de ser mejor o peor en el papel, sino hacer un trabajo con suficiente energía como para relanzar treinta años después esta increíble saga”.
“Mel ha visto la película –explicó Miller–. Me senté junto a él en la premiere… llevábamos mucho tiempo sin vernos. Durante la proyección hizo algunos sonidos entusiastas y en un momento dado empezó a darme codazos en las costillas… Luego me preguntó por los actores porque está a punto de dirigir otra película. Y al final me felicitó con sinceridad. Fue un momento emocional para mí”. Sin que hubiera que preguntarle, Miller quiso también “redimir” al director de La Pasión de Cristo por los escándalos y dramas familiares que le han acompañado en los últimos tiempos, relacionados con el maltrato y la alcoholemia. “Creo que es un gran actor y también un gran director, y como probablemente saben, sé por lo que está pasando Mel en estos momentos, y me entristece mucho porque siempre he pensado que es una gran persona”.
Miller se detuvo a hablar sobre el modo en que la demencia del film también se contagió a la propia locura del rodaje, lo que ha valido entre la crítica ya algunas comparaciones con la épica aventura filipina de Coppola en Apocalypse Now. Rodada a lo largo de siete meses, la abrasiva, cruda fisicidad del film, que huele literalmente a gasolina, tiene según Miller una clara explicación: se rodó en un desierto real, con coches reales y reduciendo el empleo de efectos digitales hasta la obsesión. “Quise que la película la montara mi mujer [Margaret Sixel] porque si lo hacía un hombre acabaría siendo como cualquier otra película de acción. La convencí para que dejara de sentir vergüenza por hacerlo”. Por lo que a nosotros respecta, ante una película así, capaz de aunar abstracción y figuración, espectáculo y arte, lo último que uno puede sentir es vergüenza.
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