Después de estrenar en 2012 Barbara sobre la Alemania Oriental de los 80, el director alemán Christian Petzold (1960, Renania del Norte-Westfalia, Alemania) sigue profundizando en los puntos conflictivos del pasado de su país con Phoenix, ya en cines. La historia, que supone la cuarta colaboración de Petzold con Nina Hoss (El hombre más buscado), narra la vida de una judía superviviente de los campos de concentración. Tras la Segunda Guerra Mundial, esta vuelve a Berlín con la cara desfigurada y, tras someterse a una operación de reconstrucción facial, se reencuentra con su marido, quien la delató ante los nazis y que, ajeno a su identidad, intenta convertirla en su antigua esposa para cobrar su herencia. A continuación, la entrevista que le hizo SensaCine al realizador durante el Festival de San Sebastián.
¿Por qué decidiste hacer Phoenix y por qué esa sutilidad a la hora de hablar del Holocausto?
Hacía 20 años que [el co-guionista] Harun [Farocki] y yo queríamos hacer esta película; una película, no tanto sobre el Holocausto, como sobre los supervivientes de los campos de concentración. Volvían y nadie les hacía caso. En los años 40 se hicieron algunas películas sobre el tema, pero fueron auténticos desastres económicos. Y también hubo películas muy, muy malas sobre este período donde los alemanes aparecían como víctimas. En Barbara no teníamos ninguna pareja, pero aquí la historia entre Nelly (Nina Hoss) y Johnny (Ronald Zehrfeld) nos permitía transmitir lo que queríamos.
¿Que querías transmitir en la película?
Para explicártelo, te contaré un análisis que hizo Alexander Kluge sobre la novela El amor olvidado -traducido del alemán-, ambientada durante el proceso de Auschwitz de 1963. Los médicos alemanes esterilizaron a muchísimas mujeres, sobre todo judías. Y querían saber si esta esterilización que habían hecho funcionaba. Para comprobarlo, tuvieron la siguiente idea. Buscaron entre sus archivos y encontraron a una pareja con un amor pasional tremendo. Les cogieron a los dos y les metieron en una habitación del tamaño de un cubículo pero con ventanas secretas para ver lo que ocurría dentro. Cambiaban las luces, les quitaban la ropa, les daban champán... Nada. Es como si Auschwitz, decía el autor, hubiera sido capaz de matar hasta el amor. Pensamos así pero: ¿Y si fuera una resistencia de la pareja frente a los alemanes? Y eso precisamente es lo que hemos querido transmitir en Phoenix.
La relación Nelly-Johnny, ¿es una metáfora política sobre el no afrontar la memoria histórica?
Absolutamente. Todo es metafórico pero, al mismo tiempo, también se trata de una historia de amor. Los actores siguen siendo de carne y hueso, pero sigue siendo una metáfora. Hablé mucho con Nina durante el rodaje para guiarla pero a Ronald sólo le dije una única frase: "Estás muerto. Tu personaje no lo sabe, pero estás muerto". Johnny sólo acaba dándose cuenta de ello al final de la película, que no desvelaremos para no contar 'spoilers'. Esto es lo que ocurrió realmente en Alemania. Nadie quiso ver lo que había pasado. Así, Johnny es una metáfora absoluta de Alemania. Es como un Panzer y cree que con el dinero todo se podrá arreglar. Como la compañía de seguros, que paga sin prestar atención a la catástrofe. Alemania se sintió como una compañía de seguros. Pero una compañía de seguros no tiene ninguna empatía. Alemania paga a Israel y a otros, siempre con tal de no sentirse culpable.
Hay tres perspectivas del tiempo -Nina, Johnny y Lene. ¿El final es optimista o fatalista?
Nina y yo hablamos mucho sobre este tema durante el rodaje. Personalmente, creo que el final demuestra que el personaje de Nelly ha madurado. Y cuando maduramos, dejamos atrás muchas cosas: ilusiones, pasiones... No podemos seguirla pero, ¿va a tener un futuro feliz? Eso ya no puedo decírtelo.
La película es muy teatral y, aunque es cine negro, utilizas colores muy saturados. ¿Por qué?
Los grandes cineastas alemanes de los años 30 se fueron primero a Francia y después a EE.UU. Fueron los inventores del cine negro y también del melodrama. Y por eso hablé con el director de fotografía; no sólo de aspectos técnicos, sino también de mi intención de recuperar esa luz de Berlín pero, al mismo tiempo, con unos colores muy intensos. Y la sensación teatral probablemente se deba al género negro, que de por sí es muy teatral, y también porque gran parte de la película transcurre en un semisótano.