Rodeado de medios de comunicación, con casi todo el elenco al completo y bajo la amenaza de la lluvia, Joaquin Oristrell nos habla de este "experimento", como muchos ya la han calificado, que es Hablar, película rodada en un plano secuencia desde el metro de Lavapiés hasta la escuela de Cristina Rota, medio kilómetro más allá del inicio.
¿Qué se te pasa por la cabeza cuando te digo la palabra ‘hablar’?
Una película. Una noche de agosto, veinte actores principales, diez secundarios, treinta personas de figuración, cincuenta personas de equipo técnico, todos los vecinos de Lavapiés, un recorrido de medio kilómetro desde el metro de este barrio a la Sala Mirador. Me viene todo eso a la cabeza. Y la tensión de saber que tienes que rodar un plano único y sólo tienes dos días para hacerlo.
¿Por qué un plano único?
Primero por una razón logística, era imposible reunir a toda la gente si no era algo de ese tipo. El plano único empezó siendo una necesidad, y se fue convirtiendo en la almendra de la película. Convocó a mucha gente y tenía muchas ganas de probar eso y esto empezó a darle sentido a la película: vivir la calle de esa manera, sin cortes, con la gente pasando, con los vecinos de verdad, respirar el ambiente, someter a los actores a esa tensión. Al final el plano secuencia se acabó convirtiendo en el gran protagonista.
De todas las historias que se han creado, ¿cuál es la que más te gusta?
Son historias que he engarzado pero que han creado los actores. Ellos son los que han decidido de qué querían hablar. No tengo favoritas, hay algunas que son muy claras, muy explícitas y que llegan con mucha facilidad al espectador: la de Juan Diego Botto con la explotación, la del adicto al porno con su madre… Y hay otras que son más minimalistas, que parece que no pasa nada, la profesora borracha que va dando tumbos por la calle, esa persona tiene una película detrás. Yo creo que hay muchas cosas que se ven y se pueden disfrutar, y luego hay otras que, al margen de que la película te guste o no, te deja un poso en la cabeza que tú vas repasando y descubriendo como otras cosas que has visto.
¿Por qué has elegido el Barrio de Lavapiés y no otro?
Había una parte que era importante y es que la escuela de la que parte el proyecto está en Lavapiés y quería terminarlo en la escuela. Por otro lado, sé que era un barrio que tenía esa cosa multiétnica especial, un barrio que todavía está vivo a finales de agosto. También es un barrio que no tiene grandes tiendas por lo que es un barrio muy visual porque sí que da esa imagen de barrio.
Más que reflejar Lavapiés y Madrid, era que esto podía ser cualquier barrio de Atenas, de Londres… de cualquier sitio. Me parecía el paradigma de barrio multiétnico que hay en todas las grandes ciudades.
¿Son iguales las presiones de rodar una película en un plano único a rodarla en varios planos?
Son presiones distintas. Esta película parte de la libertad de hacer una cosa sin tener la presión detrás de unas televisiones, de unos resultados, una película comercial… pero tiene otras presiones como el tiempo, lo complejo que es. Por ejemplo, la última toma que es en este patio, los vecinos que son gente mayor, estaban ya un poco hartos de oír cantar a Antonio de la Torre y nos dijeron que como nos fuésemos más allá de la una de la noche iban a llamar a la policía. Terminamos a la una menos tres minutos. Es decir, vivir el plano con la tensión de que si nos parábamos un poquito más de la cuenta, podíamos encontrarnos que al final no pudiéramos resolver la historia. Todo eso es presión, que también ayuda porque era eso lo que estábamos buscando, meternos en ese lío en la calle.
¿Harías otra película como esta?
Pues no lo sé, algunos dijeron que podríamos hacer una película sin plano secuencia pero con infinitivos: hablar, amar, reír… ¡pero esto que lo hagan otros más jóvenes! No tengo idea, si puedo y los actores siguen confiando en mí para trabajar de esta forma más creativa... También me atraen otro tipo de proyectos lógicamente, pero yo siempre estaré muy abierto a eso. Esa cosa donde el actor deja de ser intérprete para ser autor y poder trabajar con él a mí me parece que es una cosa muy bonita.
¿Qué lugar de Madrid elegirías para perderte?
¡Madre mía! he vivido mucho tiempo en Madrid y ahora estoy en Barcelona. Me he perdido mucho en muchos sitios distintos… De Madrid hay una cosa que me gusta mucho y es la caída del sol en el Templo de Debod, ese sitio y dar una vuelta por los alrededores me gusta mucho.
También me atrae esa cosa que tiene Madrid de que la gente sale a la calle como si mañana fuera el fin del mundo y hoy fuera el último día. El otro día iba por Malasaña y estaban todas las terrazas llenas. Me gusta mucho la gente, la tensión de la gente. Por eso me gusta la película, es una tensión que no encuentras en otras ciudades y aquí en Madrid la gente está muy viva.