En la Sala Mirador y la escuela de interpretación de su madre, Cristina Rota, Juan Diego Botto nos habla de lo que ha significado para él la película Hablar, realizada en un plano único y que llega a los cines este viernes 12 de Junio.
¿Qué ha significado para ti esta película?
Hablar ha sido un experimento maravilloso donde hemos disfrutado todos una barbaridad y es una película que nace de historias que los actores queríamos contar, que se rueda en un plano secuencia, ochenta minutos sin interrupción, es como vivir la adrenalina que sentimos en una obra de teatro en directo con el público mirando.
¿Qué es lo que más te ha atraído de la película?
La propia génesis del proyecto. Como se configura, el poder trabajar con este maravilloso equipo de actores, el poder aportar ideas desde el principio, algunos incluso improvisaban desde el comienzo. Una de las cosas que me sorprendió es que uno no deja de ver cómo trabajan Antonio de la Torre o Raúl Arévalo, o actores de teatro y piensas que no se lo van a preparar mucho y sin embargo los ves muy concentrados, preparando siempre el personaje; y eso es una lección de humildad para todos nosotros.
¿Has sentido más presión aquí que en una película rodada plano a plano?
Aquí hay una enorme responsabilidad al saber que si de pronto te equivocas en el minuto sesenta y dos, hay que volver a empezar todo desde el principio y a lo mejor algún compañero ha hecho la actuación de su vida y se va a estropear por tú has fallado. Eso te pesa, pero es una responsabilidad que te pone las pilas y que se vive como algo positivo que te fuerza y te obliga.
¿Cómo es tu personaje?
Interpreto a un empresario, dueño de una peluquería que le está explicando a una empleada que no le quiere pagar y que al no hacerlo es bueno para ella y para el país en su conjunto. El tipo es un sinvergüenza que trata de abusar de una empleada afroamericana. Me apetecía jugar con el abuso del lenguaje, cómo desde el lenguaje se pueden construir justificaciones imposibles para hacerlas posibles.
¿Qué significa el barrio de Lavapiés para ti?
Es un barrio muy especial porque, primero, la génesis de este proyecto nace aquí en la escuela de Cristina Rota, que lleva muchos años y gran parte de mi vida la he pasado aquí. También es un barrio muy singular, hay gente mayor que lleva viviendo toda la vida en este lugar cuando Lavapiés era el barrio castizo por excelencia, con la multiculturalidad de la inmigración. Luego es el epicentro del activismo de la nueva política en Madrid, no hay una sola tarde en que no pases por aquí y no te encuentres a gente de distintos partidos, asociaciones políticas discutiendo o hablando del país. Ese conglomerado forma un barrio único.
¿Nos puedes contar alguna anécdota?
Pues ha habido muchas, piensa que era imposible cortar a todos los peatones que pasaban por la calle. Por ejemplo, mi hermana María estaba preparándose antes de que llegara la cámara y estaba llorando y concentrándose, y se acerca una mujer preguntándole que qué le pasaba, y la cámara estaba a punto de llegar; entonces mi hermana pensó, ¿le explico que estamos haciendo una película? Pero al final le dijo que estaba bien, que no se preocupara. Tres segundos después estaba llegando la cámara, y de estas nos pasaron muchas.
¿Cómo ha sido trabajar con tu hermana?
Muy bien, es la primera vez que estamos los tres en un mismo plano, en un plano largo y eso me ha hecho mucha ilusión.