Un adicto al porno. Ese es el divertido personaje que interpreta Miguel Ángel Muñoz en la película de Joaquín Oristrell, Hablar; que junto a Carmen Balagué (la serie de televisión Aquí no hay quien viva) le dan a la película ese toque cómico que surge entre el drama.
Sí te digo la palabra ‘hablar’, ¿qué se te pasa por la cabeza?
Se me pasa por la cabeza una de las experiencias más especiales de mi carrera profesional. El haber podido rodar esta película ha sido un regalo por la manera de hacerlo, lo especial que ha sido rodarlo en un solo plano de ochenta minutos y lo que cuenta la película, sobre todo en el momento en el que estamos, que es un reflejo de lo que estamos viviendo todos. Esto no quiere decir que sea una película triste, sino que la gente se puede sentir muy identificada con cada uno de los personajes. La verdad es que me encantaría repetirlo un montón de veces.
¿Qué te ha hecho decir sí a participar en este ‘experimento’?
Es un proyecto al que no se puede decir que no. Por la complejidad del plano, era un reto y algo muy especial y atrevido que no sabíamos si se podría conseguir y al final sí que lo hicimos. También la posibilidad que tuvimos cada uno de participar de manera muy importante en el guion, unos más, otros menos. Hay compañeros que se han escrito directamente el texto completo. Ha sido un proceso de creación muy diferente a lo que estamos acostumbrados a hacer en cine.
Luego la posibilidad de compartir cartel con un montón de amigos que ya conocía desde hace mucho pero que no habíamos tenido la oportunidad de trabajar juntos. Y estar a las órdenes de Joaquin Oristrell, que es un hombre genial y valiente que con setenta años se mete en un proyecto así, sin financiarlo, sin saber si la inversión va a salir o no.
¿Ha sido frustrante?
Todo lo contrario, ha sido muy apasionante. Pero hay muchísima presión, muchas más que en cualquier otro proyecto más allá de que efectivamente seas el protagonista. Tú haces una película como prota y, aunque ruedes todos los días y tengas todas las escenas, cada día vas a hacer dos, tres, cuatro como mucho. Aquí no se podía, si tú te equivocabas, el trabajo de todo el mundo se iba al garete y había que volver a empezar. Eso te pone en un estado que es imposible repetir, solamente pasa en una obra de teatro, pero en la obra tienes tres meses para ensayarlo y va todo muy medido.
Ha sido muy divertido y desde que gritaban acción, el corazón ya se te ponía a cien. Según veías que se acercaba la cámara, las pulsaciones aumentaban.
¿Cuánto tiempo habéis tenido para ensayar?
Pues escasas dos semanas en total y una principalmente los actores. El equipo técnico tenía un poquito más para poder recorrer ese más de medio kilómetro y tener muy claras las marcas, las sombras, los reflejos… Nosotros una. Esa fue la idea que le surgió a Joaquín de cómo poder hacer esta película con este elenco. La mayoría de nosotros estábamos inmersos en otros proyectos, y para poder reunirnos a todos en una misma película había que hacerlo en el menor tiempo posible. El hacer la película en un plano secuencia ha surgido principalmente por esto.
¿Cómo es tu personaje?
Mi personaje se llama Toni y es el adicto al porno. Es un tipo entrañable y en el momento en el que entra junto a Carmen Balagué, que hace de su madre, hay un respiro con sonrisas y carcajadas, según hemos visto en el Festival de Málaga.
Es muy divertido el momento que comparten en pantalla, pero también hay un conflicto terrible, lo pasa fatal porque su mujer lo ha pillado viendo porno en el ordenador; pero cuanto más sufre el personaje, más gracia hace.
¿Qué tal en el Festival de Málaga?
Pues muy contentos. Inauguramos el festival en la Sección Oficial y nos dieron un premio allí, qué más se puede pedir. Todo lo que hemos hecho ha sido real: que todas las tomas salieran bien, ir al festival, que se interesaran para ponernos en sala… ¡qué más se puede pedir!
¿Alguna anécdota?
Pues en una parte, Carmen y yo nos fuimos al final del texto. Esto es terrible porque es como si en una obra de teatro el actor se va al final de la obra. De repente, entre los dos salvamos los muebles, conseguimos reconducir la escena improvisando y volver a donde teníamos que haber comenzado. Pero es que nos miramos y tuvimos un momento de crisis y dijimos ¡Dios! Y no sólo era por irnos al final del guion, sino que los compañeros siguientes no estaban preparados, el cámara no tenía la marca exacta... Nos hemos reído mucho.