Después de años situado en una segunda y muy digna fila del cine francés, Xavier Beauvois (que en 2005 había dirigido el notable film policial Le petit lieutenant) alcanzó la gloria con De dioses y hombres, su denuncia de la barbarie de los integrismos, con el que ganó el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes y el César a la mejor película. Ahora, en El precio de la fama, Beauvois prosigue con su discurso humanista, aunque lo hace en clave humorística y cinéfila, rindiendo homenaje a Charlie Chaplin con una historia sobre la desesperación de los desheredados. Es el día de navidad de 1977 y Eddy (Benoît Poelvoorde) y Osman (Roschdy Zem) se enteran por la televisión de que Chaplin ha fallecido. La triste noticia se convierte en una posibilidad de dejar atrás la penuria. En el Festival de Venecia, Sensacine pudo charlar con Beauvois acerca de su relación con la figura de Chaplin, sus actores y su particular uso de la música en El precio de la fama.
¿Cuál es su conexión personal con el cine de Charlie Chaplin?
Creo que, siendo un niño, en la época que devoraba películas de Tarzán, Belmondo y Louis de Funès, ya supe apreciar la maestría de Chaplin. Para mí Chaplin es como Mozart, en el sentido de que fue un cineasta único e incomparable. Se comenta que, en una ocasión, coincidieron Chaplin y Eisntein. Y ambos fueron aclamados por una muchedumbre. Entonces Einstein le dijo a Chaplin: “Te están aplaudiendo a ti. ¿Sabes por qué? Porque eres universal, todo el mundo te conoce, comprende y aprecia tu arte. A mí no me entiende nadie” (risas). Era así, Chaplin era amado por todos.
La inocencia de Chaplin puede percibirse en el trabajo de sus actores: Roschdy Zem y sobre todo Benoît Poelvoorde.
Benoît tiene un don y unas cualidades naturales para la interpretación. Si le mostrases fotografías de cincuenta actores diferentes a un niño que no supiese lo que es el cine, rápidamente identificaría a Benoît como el gracioso. Su encanto y sensibilidad son evidentes. Además, es un hombre muy culto: dirige un festival literario de éxito en Francia. Cuanto más inteligentes son los actores, más fácil es el trabajo del director.
En su película hay un delicado equilibrio entre comedia y drama.
Hacer una película es como cocinar un plato con muchos ingredientes y especias. Hay que saber ajustar las cantidades de cada elemento: comedia, drama, aventura... Chaplín era un maestro a la hora de combinar tonos y sentimientos. Hay una escena memorable en 'El circo' en la que Charlot está terriblemente hambriento y come del pastelito que sostiene un niño que está en brazos de su madre. El momento es realmente cómico, pero al mismo es trágico, en cuanto que nos muestra la desesperación de un hombre hambriento.
¿Cuánto de fiel es la película a la historia real que se cuenta?
Teniendo en cuenta que la historia real es un episodio bastante triste para la familia de Chaplin, no quise insistir en los aspectos más sórdidos de la historia. En la realidad, los “secuestradores” del cadáver de Chaplin llegaron a apuntar con sus armas a los hijos, y estos pasaron a ir al colegio con guardaespaldas. Decidimos eliminar algunos de estos episodios, pero al mismo tiempo intentamos ser muy fieles a la realidad. Por ejemplo, el lugar en el que los protagonistas van a enterrar el cadáver es el sitio real en el que ocurrió. Todo esto lo conseguí gracias al permiso de la familia de Chaplin. Sin su consentimiento, la policía no me podría haber facilitado los detalles del caso.
Llama la atención el rol que juega la música en El precio de la fama. Tras renunciar a la música en Le petit lieutenant y utilizarla de forma poderosa en algunas escenas de De dioses y hombres, ¿qué buscaba en su nuevo film?
Pienso que cada película tiene su propia alma. Debes escuchar a cada película igual que a un hijo que está creciendo en tu interior. Es algo parecido a un embarazo. En Le petit lieutenant, sentía que no debía haber música. Cuando Nathalie Baye caminaba por la calle, el silencio se convertía en su medio natural. En el caso de El precio de la fama, teniendo en cuenta que estamos ante un homenaje a Charlie Chaplin, necesitaba una música que evocara una cierta emotividad. Hace mucho tiempo que admiro la obra de Michel Legrand (músico de las películas de Jacques Demy) y haber contado con él ha sido un lujo. Tuve la suerte de que se enamoró de la película desde el primer momento. A la postre, su banda sonora me ha permitido dotar a la película de un aire de cuento de hadas.