Tras rodar películas nostálgicas y sobre la inocencia como Acné (2008) y La vida útil (2010), Federico Veiroj (Montevideo, Uruguay, 1976) dirige y firma el guion de la comedia El apóstata, mención especial del Jurado en el pasado Festival de San Sabastián, que se estrena ahora, 2 de octubre, en las salas de cine. Para ello, el uruguayo ha reclutado a su mejor amigo, Álvaro Ogalla, que, inspirándose en episodios de su vida real y sin experiencia actoral, se mete en la vida de un hombre, Gonzalo Tamayo, que desea emanciparse de la Iglesia. Gonzalo es un burgués vividor que no quiere trabajar ni aceptar el paso a la madurez pero que, sin embargo, experimenta un fuerte compromiso cuando decide apostatar de la fe católica. El reparto lo completan Bárbara Lennie (Magical Girl), Marta Larralde (Todas las mujeres) y Vicky Peña (Secretos del corazón).
¿Cómo surge la idea de hacer una película sobre la apostasía?
Surge cuando, a través de 'mails', cartas y la relación de amistad que mantengo con Álvaro, me entero de su intento de apartarse de la Iglesia. [El tema] enseguida me pareció atractivo e interesante como elemento narrativo; como para hacer una película. Para mí, como guionista y director, me parecía desafiante hacer una película sobre un personaje que quiere devincularse de algo y que, a su vez, lo está representando en un 100%. Por eso quiere salirse y de donde quiere salirse es imposible. Es como una fantasía. Como una utopía.
¿Cómo se lo propusiste a Álvaro?
Es mi mejor amigo.
Bueno... Pero que protagonice una película es una petición bastante atípica...
Se lo dije y le fui preguntando más sobre estos dos o tres episodios que tuvo con la Iglesia. En uno fue a buscar el certificado de bautismo y en esos 'mails' había cosas graciosas. Por ejemplo, me contaba que le hubiera gustado tener una foto del momento que intentaba revocarlo al igual que tuvo una foto de su primera comunión... O del bautismo. Ese tipo de mirada me pareció muy interesante, sin querer atacar o ser contrario a nada. Simplemente por el deseo de dejar de pertenecer por los motivos que fuesen. Tomé algunas cartas de él que tenían que ver sobre su pasado y construimos un esqueleto. Ahí él no participó, sino que lo hice con otro de los co-guionistas, con Nicolás Saad. Lo pasé a guion, se lo pasé a otro amigo, Gonzalo Delgado, y fue un proceso como de muy, muy de detalle. Un año y medio o dos años de ir modificando, cambiando..
Más allá del tono kafkiano, ¿tenías claro ese ambiente onírico que se mezcla con la narración?
Era una parte fundamental y también una de mis motivaciones para hacer la película. Si bien, para hablar y definir las cosas, se habla de fantasía, pasado y presente, yo lo que creo es que todos, en la vida real y los personajes, estamos fluctuando entre esas cosas. Son las capas que cada uno tiene. Yo la narración la veo de una sola manera por mucho que haya momentos en los que te salgas de la realidad, que ya es una ficción en sí misma. Como guionista, yo también podría decir que la relación de Gonzalo (Ogalla) con su prima Pilar (Marta Larralde) es una fantasía. Está todo en su cabeza. ¡Y puede ser! Depende de cómo se mire. El personaje es un conjunto, con sus paranoia, con su regresión, con su regresión poética... Ocurre lo mismo con su físico, que es el de un hombre maduro que, a veces, se mueve como un niño. Por eso tenía que ser Álvaro.
Álvaro no es actor. ¿Fue difícil para él construir el personaje?
Fue un proceso de confianza, tanto la que yo puse en él como la que él depositó en mí. Yo era el director, él era el actor y la confianza es muy importante. Él igual no estaba de acuerdo, algo le parecía un poco artificioso, o lento, o rápido... Yo le decía que confiara y, normalmente, fue bien. Fue complicado. Desafiante. Muy hermoso. Profundo. Mucha charla de analizar muchos miedos. Él se tuvo que enfrentar a muchas cosas de su vida personal, como todos los actores...
Y salir desnudo en pantalla...
Salir desnudo, sí, que, en realidad, creo que es lo de menos en comparación con otras cosas. Pero sí. Hay una exposición bastante grande. Y yo lo agradezco porque fue muy, muy generoso. Me parece que hace un papel fantástico y, por ejemplo, trabajamos con dos entrenadores. Le dimos mucho texto, ensayamos mucho con todos los actores, él participó también en el 'casting'...
La relación de Gonzalo con las mujeres es muy importante. ¿Cómo elegiste a las actrices?
A Marta [Larralde] no la conocía y a Bárbara Lennie tampoco la conocía por Magical Girl, pero sí por la mayoría de las cosas que había hecho. Sí que la conocía por Todas las canciones hablan de mí de Jonás Trueba. Me gustaba y me parecía que iba bien, inicialmente, para el personaje de la prima. Una o dos semanas antes de rodar hicimos un 'switch' y lo cambiamos por un tema de fechas y de logística. E inmediatamente quedamos fascinados con la idea porque era lo que había que hacer. Estuvo perfecto ese cambio. Además, sabiendo que Álvaro Ogalla iba a ser el protagonista, también era muy importante la química con las actrices. Si yo sentía que podían tener algo de atracción en la vida real, entonces sabía que eso me iba a servir en la pantalla. Y lo mismo con la madre, con Vicky [Peña]. Fue un hallazgo.
¿Temías algún problema con la Iglesia Católica a raíz de la película?
Cero. La verdad es que pensamos que el título podía asustar. Pero no tuvimos ningún miedo particular. Sabíamos que la película iba a ser super respetuosa por más que el personaje estaba como intentando salirse, en una causa sin herir a nadie. Para mí era muy importante. Nunca pretendí ni prentendo hacer una película de ataque. Al revés. Me encantaría que generara una discusión o una charla. Charlas metafísicas o sobre la fe. A mí, sobre todo, me interesaba el conflicto más humano del personaje. Y partir de la base de que es un tipo que no tiene un conflicto de fe particular y que incluso aquello que quiere abandonar forma parte de él. Hemos tenido la suerte de filmar en sitios hermosos, como la Basílica de San Francisco el Grande. Un sitio fantástico.
¿Para ti era importante rodar El apóstata en España?
He dicho alguna vez que podría haberla hecho en Italia. Pero creo que hubiera sido otra cosa muy, muy distinta. Cuando me preguntan por influencias, hablo de la película La audiencia de Marco Ferreri. Hecha en Roma, en el Vaticano, va sobre un personaje que quiere visitar al Papa. Es muy graciosa y muy linda. Pero creo que el carácter de este personaje es como muy de la Península y la historia de España también es importante. Es un país muy particular, no sólo por las guerras, sino también por la Inquisición que, de alguna manera, vino a borrar lo anterior. No hay ninguna referencia, pero sí tienes el Madrid de los Austrias, con esa piedra, ese carácter... Y a veces, las fantasías del personaje: el latigazo, la persecución... Juegos. Es una película. España es única.
¿Qué otras referencias tuviste?
La prima Angélica de Carlos Saura, que para mí es una obra maestra y una de las mejores actuaciones de José Luis López Vázquez. Porque vuelve a ser una película de fantasía, presente y pasado. Y un montón de cosas. Está Benito Pérez Galdós, que se cita cuando Gonzalo le lee al niño... Me nutro de todo lo que voy sintiendo pero no lo trabajo pensando: "Ahora voy a hacer un homenaje a este o al otro". No me sale así. A veces ves cosas, no para copiar ni para homenajear, sino para saber que existen. Porque te alimentan y porque te emocionan.