Se acaba el circo del fantástico. Un año más toca echar el cierre al Festival de Sitges, que como siempre hemos vivido intensamente. Este año la clausura le ha tocado a la canadiense Into the Forest, una cinta ambientada en el fin del mundo con protagonismo absoluto de las actrices Ellen Page y Evan Rachel Wood. Ambas intérpretes encarnan a dos hermanas, Eva y Nell, que viven con su padre en una recóndita casa en mitad del bosque. Su plácida vida se tuerce cuando la luz se va, algo que tratan de solucionar, pero pronto descubrirán que la electricidad se ha ido para siempre y el mundo como lo entendemos llega a su fin.
Pero que nadie se lleve a engaños, en la cinta dirigida por Patricia Rizoma no hay zombis, no hay catástrofes, ni canibalismo… Estamos ante un drama intimista, en el que la trama se centra en la relación de las dos hermanas, ajenas al caos que se encuentra a cientos de kilómetros. Las pocas píldoras de acción las ponen algunas situaciones de peligro y un par de escenas desagradables (entre las que hay una violación). Al finalizar la proyección alguien gritó desde la platea: “¡La casa de la pradera!” y surgieron unos tímidos aplausos. No es que estemos defendiendo el cine apocalíptico de, por ejemplo, Roland Emmerich, pero es que como traca final esperábamos algo más del certamen de cine fantástico más importante del país. El buen sabor lo pone la preciosista fotografía de Daniel Grant (curtido en documentales y cortometrajes) y la correcta actuación de sus protagonistas. La contrapartida nos la da la excesiva moralina del relato de Rozema (mensaje pro-vida incluido, cerca de su tramo final).
Ya era hora de que disfrutásemos de la sección Anima’t del Festival. El certamen, que el año pasado presentó en esta sección la última cinta de animación de Caballeros del Zodiaco en tres dimensiones, ha vuelto a optar por el revival nostálgico y nos ha traído Dragon Ball Z: La resurrección de F. La última película que versa sobre las aventuras de Son Goku y sus amigos es una vuelta de tuerca más al universo Akira Toriyama, en el que uno de los enemigos más peligrosos de los súper guerreros, Freezer, es resucitado por sus subalternos para volver a la Tierra y vengarse de los tipos que acabaron con él en el pasado.
Que la Toei Animation sigue con muchas ganas de estirar el chicle y hacer caja con la franquicia, es algo que ya quedó demostrado con La batalla de los dioses y la secuela de la serie recientemente estrenada en el país nipón Dragon Ball Super, pero no sabemos cómo Toriyama sigue permitiendo el maltrato a sus personajes y que su nombre aparezca en productos como éste: plano, sin alma y con un regusto a revenido que echa para atrás. En lugar de dejar la franquicia en el lugar en el que estaba (ya que la última temporada y la secuela Dragon Ball GT, dejaban mucho que desear) han decidido volver a la carga, sacando de la caja de los recuerdos a unos personajes con los que la generación de los 80-90 pasó grandes momentos en su juventud. Los ‘revivals’ no suelen funcionar, y en este caso no es una excepción. Así como a Freezer, es mejor dejar a los muertos tranquilos y no resucitar franquicias que ya son cosas del pasado.
Tomás Andrés
Plato fuerte de la jornada del martes, Bone Tomahawk aterrizaba en el Auditori con una misión clara: demostrar que el western es un género vivo capaz de incluir nuevos elementos en su imaginería. Y la verdad es que lo consiguió. Dirigida por el debutante, S. Craig Zahler, que también firma el guion, el filme protagonizado por Kurt Russell y Matthew Fox es un western psicológico que se cuece a fuego lento hasta llegar a una última media hora animal, cruda y salvaje; una lucha por la supervivencia que, ojo, da la vuelta a eso de la selección natural de Darwin. El debut de Craig Zahler podría definirse como una mezcla perfecta entre Centauros del Desierto y Las colinas tienen ojos, pero la cosa va más allá. La cinta se apoya en una brillante descripción de personajes, el retrato de los cuatro hombres que van en busca de la mujer de uno de ellos, secuestrada por una tribu de indios caníbales. Bone Tomahawk también coquetea con la literatura de Jack Ketchum, autor de novelas como Al acecho y Al Otro Lado Del Río, dos relatos crudísimos en los que también se trataba la antropofagia.
Xavi Sánchez Pons
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