Ricardo Darín, bonaerense de corazón español, no necesita presentación. Después de éxitos como Nueve reinas, El hijo de la novia, El secreto de sus ojos y la más reciente Relatos salvajes, el argentino estrena junto a Javier Cámara Truman, el nuevo drama firmado por Cesc Gay (Una pistola en cada mano, Krámpack). La película se estrena este viernes 30 de octubre y viene avalada por hacerse con la Concha de Plata al Mejor Actor en el Festival de San Sebastian 'ex aequo' para Darín y Cámara.
Truman gira en torno a Julián (Ricardo Darín), un actor argentino que vive en Madrid desde hace años y que, tras haber perdido la batalla contra un cáncer, está decidido a despedirse. A su vez, Javier Cámara da vida a Tomás, su mejor amigo y residente en Canadá que, por insistencia de Julián y de su prima Paula (Dolores Fonzi), regresa a la capital para despedirse y recordar los viejos tiempos. El tercero en discordia, Truman, es el perro de Julián, una metáfora de la lealtad que existe entre ambos.
Cesc ha dicho que Julián es un héroe. ¿Estás de acuerdo con él?
Sí. Si. La construcción del personaje es en esa dirección. Pero tampoco sabemos si va a cumplir con su palabra porque no asistimos a ese final anunciado. ¿Cómo saber si realmente va a sostener su última posición hasta las últimas consecuencias o va a cambiar de opinión? Si va a cumplir su promesa, entonces sí sería un héroe. Si no, sería un farsante; lo cual estaría muy bien porque, como es actor, tiene que ser un farsante (Risas). No estoy seguro. Creo que Cesc le dio a Julián esa forma heroica entre comillas a un personaje que, si revisamos su vida, no tiene nada de heroico. Entonces, como que Cesc le ha querido dar una salida hidalga. Y me parece que lo consiguió de alguna forma. De todos modos, creo que es polémico. Como el final está medio abierto, cada espectador le aporta lo que trae en la mochila. Las interpretaciones pueden ser muy variadas. Habrá quien esté a favor; quien esté en contra... Para la repercusión de la película, sería muy bueno que generara polémica.
Cómo fue trabajar con Javier Cámara al que, por cierto, no conocías...
Es que con Javier todo es más fácil. Esa es la realidad. Yo me podría hacer el todopoderoso y hablar sobre las cosas que dice él, que son exageradas y muy generosas de su parte... Pero la verdad es que con él todo es más fácil. El tipo llega y se prende la luz. Todo el mundo está enchufado. No hace más que repartir energía positiva. No para con las bromas. No para con la atención. No para. Es muy gracioso. Terriblemente gracioso. Es muy fácil trabajar con él y nos sentimos en contacto desde el primer momento.
El perro falleció poco después de terminar la película. ¿Cómo era tu relación con él?
Voy a intentar contestarte esto sin entrar en ningún terreno emocional... Yo me hice muy amigo del perro [Pasan varios segundos de silencio, con Darín visiblemente emocionado]. Espera. Te quiero contar la parte técnica. Lo que ocurrió fue que, como ocurre en los rodajes cuando hay un animal, se llamó a un entrenador. Apenas nos conocimos, el animal y yo hicimos muy buena química. Nos olfateamos, movimos la cola... Y entonces, apareció el entrenador, y esto no es un juicio de valor sobre este hombre porque ni siquiera llegué a conocerlo. Pero me di cuenta de que no íbamos bien por ahí. Porque no necesitábamos nada espectacular del animal. Lo único que necesitábamos es que pareciera mi perro. Éramos 70 personas y el animal era tan maravilloso que todo el mundo le hacía carantoñas. Entonces pusimos carteles en las paredes diciendo que nadie tocara, mirara o llamara al perro. Porque yo necesitaba construir una relación con él para que cuando me viera, me reconociera. No es algo fácil, sobre todo en un animal de ocho años, además de 80 kilos. Al final logramos que entrara suelto. Entraba, miraba a todo el mundo y, cuando me miraba a mí, empezaba a mover la cola y se me venía. Yo le daba de comer, lo acariciaba, jugaba con él...
Después del éxito de Relatos salvajes, ¿te gustaría hacer segunda parte?
Honestamente, no sólo depende de que me guste a mí o no... Siempre sospecho de esas cosas. Si volviéramos sobre eso, y no estoy diciendo que no vaya a ocurrir, ya es ir detrás de una repetición. Y a mí me gusta cuando se producen esos extraños fenómenos que, de golpe, un éxito comercial viene de la mano de la aceptación, no sólo de la crítica, sino también de la audiencia. Ahí se da todo el combo. Entonces se transforma en un evento. Por eso ocurre pocas veces. Pero ir detrás de eso y poner el carro al revés, me parece que sería una equivocación. Como los 'remakes' que, para mí, son una equivocación. A mí no se me ocurriría comprar los derechos de Taxi Driver para hacerla de nuevo al estilo latino. Porque si me gustó tanto, ¡para que la voy a tocar! No quiero ni saber qué hacen con la versión americana de El secreto de sus ojos. Seguro que hacen una cosa increíble, extraordinaria... Pero va a ser otra cosa.
¿Está viviendo el cine argentino -Truman es una co-producción- un nuevo 'boom'?
Creo que hay un gran esfuerzo por parte de unos guionistas nuevos que tienen una renovada expectativa, y entonces se atreven con otra temática. Y una vez superados ciertos prejuicios y temores, pienso que ahora se atreven con temas que la gente las espera y las apoya. Tampoco se puede hablar de superproducciones... Es el tipo de historias, pero también ocurre en otros muchos lugares. Aquí mismo. Historias sencillas, simples, que hablan de lo que nos pasa. Son las que llegan más fácilmente a la gente.