Después de tres años de silencio, Fernando Colomo (Madrid, España, 1946), director de Los años bárbaros y Al sur de Granada, entre otras, vuelve a la carga con Isla bonita (6 de noviembre en cines), un proyecto "sin ningún interés comercial" y, quizá, su película más artesanal y surrealista hasta la fecha. Más Colomo que nunca, el madrileño la rodó entre septiembre y octubre de 2014 en Menorca y después en mayo de 2015 para cambiar todo el tercer acto. El resultado es una obra deliciosa sin guion cerrado, con actores no profesionales pertenecientes al círculo de amigos del propio director -menos la joven Olivia Delcán, que sí es actriz-, que además hace de protagonista. La historia gira en torno a Fernando (Colomo), un realizador publicitario en crisis que visita a su amigo Miguel Ángel en Menorca y que vive una historia de (des)amor y de amistad después de conocer a la escultora Nuria y a su hija Olivia.
Isla bonita es puro Colomo porque eres tú... Al mismo tiempo no eres tú...
Pues sí. La verdad es que he tenido que tirar de mí. Muchas veces, cuando cuentas cosas que conoces, puedes contarlas con más personalidad o con más originalidad que cuando cuentas cosas que son de terceros, que son inventadas. Tal vez, ya sin darte cuenta, puedes caer en clichés. En Menorca descubrí un mundo y también a una actriz cojonuda, Olivia Delcán. Era una oportunidad para utilizar las relaciones personales reales, porque Olivia habla con su madre [Nuria Román] y es su madre de verdad.
¿Por qué Menorca?
Podría haber sido cualquier otro lado pero Menorca es una isla fantástica. Tiene una personalidad muy especial. En invierno es una isla muy dura. Es donde está la tasa más alta de suicidios. Es una isla que tiene una fascinación, una atracción. Tiene ahí una cara y un reverso, y ya hace casi 30 años que tuve esa idea y pensé en el título de Isla bonita, que era cuando la canción de Madonna hacía estragos. Al final ha sido una película totalmente diferente, pero me quedé con la copla esa. Hace cuatro años me invitó mi amigo Miguel Ángel Furones y entonces conocí a Olivia, a Nuria… Allí empecé a darle vueltas.
Rodarla en castellano, en menorquín, en inglés… ¿Cómo fue la experiencia?
Me encanta lo de mezclar. No es que lo haga aposta pero siempre busco mucho la realidad y que haya diferentes idiomas es una riqueza para mí. Nunca me han gustado las películas americanas en las que los mexicanos hablan en inglés entre ellos, porque en Estados Unidos se cree que todo el mundo habla en inglés pero con acentos. Los rusos lo hablan con acento ruso, los mexicanos con acento mexicano… Están convencidos de que en el mundo el único idioma es el inglés. Y es todo lo contrario. Por ejemplo, con Tim… Él no sabía castellano. La única posibilidad para hablar con Olivia era en inglés. Y con Lluís nos parecía interesante porque estábamos en Menorca y Lluís era de ahí. Olivia ha vivido toda su vida en Menorca... Nos gustaba hacerlo en menorquín y por eso lo utilizamos.
¿Dirías que es una película anti comercial?
Siempre he llevado la contraria. No quiero decir esto porque quiero que la gente vaya a verla. Ojalá se llenen los cines, pero desde luego se ha hecho sin ningún interés comercial así de estos evidentes. Sí que es algo comercial porque tengo ese punto de comedia que es algo de nacimiento.
¿Eres tan pesimista en el amor como tu personaje? La idea que trasciende es que el amor joven es un amor más libre y que el amor maduro está condicionado por las decepciones...
Bueno... Al final hay una puerta abierta. En ese sentido es optimista. Me di cuenta de qué trataba la película al final. Y efectivamente trata del amor y de las relaciones personales, no solamente del amor entre un hombre y una mujer. También de la amistad. Es evidente que [el amor] se vive de una forma muy distinta en la juventud que en la madurez. En la madurez normalmente es una especie de aceptación y siempre se dice esta cosa de: ”Nooo, pero nos queremos mucho”. Creo que hay cierto cuento ahí. Me encantaría que el amor durara hasta los 80 años o hasta los 90 pero es complicado.
Al principio reflejas una Menorca muy idílica pero después los que están viviendo allí también quieren escapar. Tu amigo, por ejemplo, te dice: "No te creas que esto es jauja".
Si, y Menorca tiene sobre todo ese lado que os comentaba del invierno. Es una isla que cambia totalmente. Da un giro. La gente se aisla. Se relaciona menos. En verano sales, estás en la playa y ves a todo el mundo. Y en invierno es como que están en sus casas. Es como que el clima condiciona mucho. Es una isla de una personalidad extraña. Me impresionó mucho que fuera el lugar de España con mayor tasa de suicidios, o de las más altas. Y, efectivamente, he tocado algo de eso en la película.