Carolina López, comisaria de cine, regresa a la Casa Encendida con el ciclo 'Del trazo al píxel. Más de cien años de animación española', tras el éxito de su anterior exposición 'Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewitch, Svankmajer y los hermanos Quay'. La muestra cuenta con 60 piezas históricas que se proyectarán de los días 9 al 28 de febrero, con la colaboración de la Filmoteca de Catalunya, la Filmoteca Española y Movierecord, entre otras entidades y empresas.
¿En qué se basa la muestra que se expone en el ciclo 'Del trazo al píxel. Más de cien años de animación española'? ¿Cómo fue el proceso para conseguir estas piezas?
El ciclo es una trayectoria desde los inicios del cine de animación hasta el contemporáneo. No se trata de una muestra antológica de la animación española, sino que es una selección. Lógicamente lo que hemos intentado es aprovechar esta ocasión para restaurar piezas. Se ha realizado un proceso de investigación que ha durado más de dos años.
Lo que se hace primero en un trabajo de estas características es un exhaustivo proceso de documentación, donde llegamos a hacer una lista con 1500 títulos. A partir de esto, decidimos dejar de lado las piezas más comerciales y los largometrajes contemporáneos a partir de los años 60. También la muestra se basó en las piezas con poco recorrido, para dar visibilidad a la piezas históricas y a los cortometrajes de animación de autor contemporáneos. Hemos establecido una relación de amistad y de amor con cada película, cada una tiene una anécdota. Incluso, Guillermo del Toro intentó realizar una película del cortometraje Alma de Rodrigo Blas.
Tras la Guerra Civil hubo un auge en el aumento de las películas de animación. Si bien es cierto, en los últimos años filmes como Atrapa la bandera, Planet 51 o Las aventuras de Tadeo Jones han situado al cine español de animación en una gran posición. ¿Nos encontramos ante la época de oro del cine de animación español?
Sí, efectivamente siempre se ha hablado de los años 40 como la edad de oro de la animación. Un momento donde todavía no éramos parte de Europa y en el que todavía no se había ni creado el programa Media, que facilita las coproducciones y donde hay programas específicos para animación. A partir de entonces, es cuando se puede realmente empezar a hablar de una estabilidad de la industria. Actualmente, como hay mucho talento y hay muchos buenos profesionales en España, la animación se sitúa entre las más importantes de Europa, con el debido reconocimiento internacional de los productores y realizadores españoles. Las películas consiguen venderse bien a otros países. Entonces claro se hablaba de la edad de oro en un momento en el que esto no estaba, pero realmente España se encuentra como una pequeña potencia mundial en animación ahora mismo. Por supuesto, ahora mismo diría que nos encontramos ante una verdadera edad de oro.
España siempre ha sido de las mayores exportadoras de ficción animada a nivel europeo y mundial con series como Pocoyó, Las tres mellizas... ¿cree que esta importancia se ha trasladado de igual manera a la gran pantalla?
Son dos cosas distintas, lo que ocurre es que lo que sí que demuestra este ciclo es que este momento actual no ha surgido de manera espontánea, que hay una base de años, que se lleva mucho tiempo trabajando. El tema de los largometrajes es peliagudo. La infraestructura que requiere una serie es más modesta que un largometraje. Gracias a esta industria de series se han ido creando profesionales, más escuelas y existe un nivel de animadores muy alto que pueden trabajar en largometrajes. Aun así, la realización de películas no tiene nada que ver con la de una serie. En los largometrajes existe una amortización internacional, por lo que es más complejo de producir que una serie.
¿Cómo cree que han cambiado los filmes de animación españoles desde el estreno del primer largometraje a color en Europa, Garbancito de La Mancha?
Ha ido cambiando con la cultura del entretenimiento. El guion de Garbancito de La Mancha es muy 'naif'. Si se muestra la película a un niño o una niña de ahora les parece algo de otra galaxia. Aunque tiene arcos muy buenos y momentos surrealistas bastante fuertes y la película tuvo una estrategia bastante moderna en su estreno. Los públicos han ido evolucionando, el niño que veía esta película era de posguerra y el único audiovisual que podía consumir era sólo cuando iba al cine. Los niños ahora consumen muchos productos audiovisuales, por lo que se trata de una sensibilidad totalmente distinta.
Desde el inicio del cine de animación se han utilizado distintas técnicas desde los stop motion con plastilina a las clásicas ilustraciones. ¿Cuál cree que ha sido la técnica favorita por los animadores españoles?
La tradicional de siempre es el dibujo y el ciclo muestra que, como en otros países, el origen son los dibujantes con sus viñetas en los periódicos. Un vínculo muy fuerte que llega hasta nuestros días. El ciclo muestra que hay muchísimas técnicas como el stop motion, que ahora está pegando muy fuerte entre la gente, la animación de arena, la de recortables, o la de dibujos más sueltos... En la universidad de Valencia existe una cantera increíble de talento, los cuales estudian el máster en dibujo animado. Además, ahora existen muchas escuelas en 3D también.
¿Cree que las nuevas herramientas digitales están afectando al mundo de la animación clásico?
No, hay toda una generación de nativos digitales que han aprendido con programas digitales, pero existe un deseo como nunca de tocar la materia. Existe una parte experimental más independiente con 3D. En ella, muy pocos siguen el dibujo convencional y hay técnicas experimentales muy difíciles de producir. Pero hay un deseo por tocar otra vez la materia: el collage, la arena, el stop motion…
¿Cuál cree que es la clave para que el cine de animación español sea tan competitivo como el americano?
El dinero, porque el talento existe. Hay varios autores trabajando en Estados Unidos, como Cesar Díaz en Anomalisa y Raul Garcia (Extraordinary Tales), que se tuvo que ir a Disney. El problema de nuestro país ha sido la fuga de cerebros. Aunque ahora hay empresas que tienen estudios repartidos por el mundo y pueden dar más trabajo. No se pueden comparar los presupuestos. Es imposible.
¿Cómo evolucionará el cine de animación en las próximas décadas?
Soy optimista porque estamos cada vez en un mundo más globalizado que nos permite trabajar a distancia. Existe una facilidad para trabajar en red que se va a multiplicar. Asimismo, se va a potenciar la colaboración con otros países y las coproducciones. En el futuro existirá una mayor confusión de si estamos ante una película española o no. No sólo se va a favorecer más el tránsito de profesionales, sino también las coproducciones en los mercados. Hay mucho talento, creatividad y buenos productores para ello.
¿En los próximos meses tienen pensado trasladar la muestra a más lugares?
El estreno internacional fue en el Festival de Cine Animado de Annecy (Francia), la muestra más importante del mundo de este tipo. Gracias a este ciclo España no sólo fue país invitado de la parte cultural del festival, sino también de la industria. A partir de entonces se ha expuesto en Barcelona y Madrid. En estos momentos, el ciclo se está pasando en la cinemateca del Quebec (Canadá). En marzo va al Miami International Film Festival, donde se hará una presentación y también en la casa de España de Miami. En mayo estará en el Festival Internacional de Animación de la República Checa. A finales de mayo irá a la cinemateca de Liubliana (Eslovenia) y luego en septiembre al MoMA de Nueva York. Un recorrido internacional extenso y significativo. En España el Musac de León, la Filmoteca de Galicia y la Filmoteca de Valencia contarán con la muestra. Está pensado como un ciclo itinerante que durará tres años.
¿Cuál es su película de animación favorita?
El mago de los sueños de Francisco Macián. Aunque es una película infantil, el autor fue la promesa truncada de la animación española y quedaron en el tintero muchos largometrajes suyos.