Un juez de avanzada edad y totalmente inmerso en su trabajo se enfrenta a uno de los casos más difíciles de su carrera, cuando tiene que liderar el proceso contra un hombre acusado de matar a su hija de siete meses. Nada más comenzar el juicio, sin embargo, su profesionalidad se ve comprometida a causa de la designación del jurado popular, entre cuyos miembros se encuentra una bella enfermera de la que estuvo enamorado en el pasado.
Éste es el punto de partida de El juez, dirigida por Christian Vincent (La cocinera del presidente) y protagonizada por Fabrice Luchini y Sidse Babett Knudsen, que tras su exitoso estreno en Francia llega a nuestras pantallas. SensaCine ha tenido la oportunidad de hablar con su director sobre algunas de las claves de la película, y esto es lo que nos ha contado.
¿Cómo y cuándo surgió la idea de El juez?
Hace un par de años, un productor con el que había adaptado una novela de Georges Simenon me preguntó si me gustaría volver a trabajar con Fabrice Luchini, con quien rodé hace años mi primera película, La discreta. Yo dije, ¿por qué no?, y se me ocurrió recurrir para el argumento a otra novela de Simenon que me había gustado mucho, Los testigos. Tampoco era cuestión de adaptar otro libro, claro, pero sí pensé que podía hacer algo con su protagonista, y me imaginé a Luchini vestido con la toga, el armiño… Al productor le pareció una idea genial, y a partir de ahí desarrollé una historia que transcurriera durante un sólo juicio, pero a la que le faltaba algo. El personaje de Luchini era distante, un poco borde, y no bastaba para protagonizar una hora y media de película: era necesario humanizarle, darle un sentimiento. Y así es cómo surge el personaje de Sidse Babett Knudsen.
El guión muestra un gran conocimiento de cómo funciona el sistema judicial. ¿Tenías ya estos conocimientos, o te documentaste previamente para escribir el libreto?
Yo no sabía nada del mundo de la justicia así que, antes de escribir la primera línea, y sólo con la idea en la cabeza, decidí asistir a un juicio para documentarme. Si bien hay guiones que puedes escribir solito en tu casa, cuando vas a describir una institución no te puedes permitir el lujo de inventar cosas: tienes que ver, sentir, palpar, tocar. Yo sentía que era una gran responsabilidad hacer una película así. Es decir, no creo que el cine pueda cambiar el mundo, pero sí puede ayudarnos a entender cómo funciona, y me haría muy feliz que esta película pudiera ayudar a la gente a comprender su sistema judicial. Una película roba una hora y media de tu vida, y justo por eso no deberías esperar una sola cosa del cine: debería dártelo todo.
¿Cómo ha sido el reencuentro con Fabrice Luchini, con quien no trabajabas desde tu ópera prima?
Fabrice y yo llevábamos veinticinco años sin vernos, pero fue como si nos hubiéramos visto ayer, algo muy sencillo. Los actores me caen muy bien, y en general a ellos les gusta trabajar conmigo, porque suelen salir bien parados… pero me gusta, exclusivamente, trabajar con ellos. No guardo relación con los actores fuera del trabajo, y entre una película y otra no suelo verlos. Aunque también es cierto que Fabrize y yo compartimos esa aventura maravillosa, La discreta, y creo además que le hizo mucha ilusión que escribiera un papel sólo para él.
En El juez hay una escena muy extensa en la que los miembros del jurado popular acuden a un restaurante y se presentan entre sí. ¿Por qué motivo dedicaste tanto tiempo a una escena de estas características?
Me encantó rodarla. Si hago cine, es por escenas como ésta. Poder presentar a estos personajes uno a uno, retratando su diversidad, sin que nadie se parezca a nadie… si no los hubiera presentado así, hubiera sido imposible mostrarlos luego durante el juicio; y gracias a esta escena se hacen reales, es casi una decisión democrática. En la mayoría de las películas sobre juicios sólo hay tres personajes que cuentan: juez, abogado y acusado, y el jurado es una masa abstracta, simples figurantes. Es algo que me saca de quicio. En una escena como la del restaurante hay una apuesta cinematográfica, en la que el jurado popular es una metáfora del pueblo francés, con todas sus diferencias, sus culturas. Cuestiones de peso. Puede que el que tome la decisión final sea el juez, pero antes de eso ha de escuchar la voz del pueblo.
Pese a tratar una historia tan trágica, como es la de este hombre acusado de matar a su hija de siete meses, la película rara vez cede al dramatismo, siendo llevada esta trama con mucha sobriedad. ¿Por qué tomaste esta decisión?
Soy incapaz de ser melodramático, tanto en el cine como en la vida, e incluso en la peor de las situaciones me las apaño para ver el lado divertido, porque siempre existe ese algo. En una sala de lo penal, por ejemplo. Se tratan temas graves, pero siempre llega un momento en que nadie puede soportar tanta seriedad. El primer juicio al que asistí para documentarme de cara al guión tenía como protagonista a una chica que acusaba a cuatro chicos de haberla violado. Esta chica se tiró cabizbaja todo el rato, con el pelo cubriendo su cara, y en cuanto salió del juzgado y se encontró con sus amigas cambió totalmente el gesto, riendo y bromeando sobre la situación. Me sorprendió mucho, pero una amiga abogada me explicó que era algo perfectamente normal, y esa normalidad es la que encontramos en la película.
El juez ha sido considerada en Francia como la "película favorita del mes", habiendo llevado a más de 1 millón de espectadores a las salas. ¿Cuál crees que es el secreto de la película, a qué crees que se debe?
Hay que tener en cuenta que Fabrice Luchini es un actor muy famoso en Francia, con multitud de admiradores, y su mera presencia en una película ya garantiza un cierto número de entradas. Sin embargo, no todas las películas en las que aparece reúnen un millón de espectadores o más, y creo que este éxito ha tenido más que ver con el boca-oreja que con las críticas, que han sido positivas pero no espectaculares… así que no sé, igual sólo se debe a que es una buena película.