Jean-Paul Rappeneau regresa a la gran pantalla con Grandes familias (17 de junio), una comedia dramática llena de giros inesperados y protagonizada por el también director y actor Mathieu Amalric. El filme, ambientado en la Francia provinciana e inspirado en historias reales, tiene tintes autobiográficos. El director francés no sólo relata con humor los enredos de una compleja y gran familia de la región de Ambray sino que también nos hace reflexionar sobre los valores familiares, los cambios con el paso del tiempo y la importancia que pueden tener las pequeñas decisiones.
El largo cuenta cómo el empresario francés Jérôme Varenne (Amalric) vuelve de Shanghái a París por una reunión de negocios y termina en el pueblo de Ambray, intentando que no vendan la casa donde pasó su infancia. Sin embargo, este regreso al lugar donde creció no solo supone volver a ver caras conocidas sino que vivirá una serie de pequeñas pero intensas experiencias que le cambiarán la vida. SensaCine ha hablado con Jean-Paul Rappeneau y esto es lo que nos ha contado.
¿Cómo se siente al volver a la gran pantalla con el estreno de Grandes familias?
Esa vuelta es precisamente de lo que trata la película. Se trata de la historia de un regreso, del regreso de esta persona que se fue a China y que acaba volviendo a su tierra. En mi caso, la última película que hice fue Bon Voyage hace 11 años y, entre esa y la de ahora, hubo otro proyecto que al final no salió adelante porque era muy caro, tuvo problemas de financiación y, muy a mi pesar, lo tuve que abandonar. Lo pasé bastante mal, pero pensé que sencillamente tenía que hacer algo más barato, más sencillo y que al final supone también mi regreso: el regreso de Rappeneau al cine francés… el regreso a casa.
¿De dónde surgió la idea inicial que da vida a este nuevo filme?
Es una idea que tenía en mente desde hacía tiempo, la historia de alguien que regresa por unas horas a la tierra donde nació y que ve cómo al final ese regreso cambia su vida. También quería contar un poco cómo es esa Francia más tradicional, la Francia provinciana y cómo ha cambiado. Representa un lugar en el que viví hasta los 17 años, hasta que me fui a París para tratar de ser director de cine, y se trata de ver a través de la película si sigue existiendo esa Francia provinciana que yo dejé.
¿Por qué eligió a Mathieu Amalric para interpretar a Jérôme?
Lo elegí, precisamente, por ser también director de cine. Él es actor, pero también director, y por eso lo elegí. Me encantan las películas que ha hecho como director, y también me encanta como actor.
Parece que Jérôme no es consciente de que cada pequeña decisión que toma podría cambiarle la vida. ¿Le ha ocurrido algo parecido a lo largo de su vida?
Soy una persona que se mueve constantemente y diría que pocas veces o raras veces he tenido un proyecto que realmente supiera con claridad cómo lo iba a llevar a cabo. De hecho, en mi vida personal más que en mi vida profesional, nunca supe cómo iban a evolucionar las cosas. Me he visto muchas veces sorprendido por los giros que daba la vida.
Tengo entendido que siempre utiliza el mismo método de trabajo y que busca siempre la precisión en los diálogos. ¿Se han adaptado los actores a su forma de trabajo?
Es verdad que, al principio, a los actores les puede preocupar esto. Mi cine es un cine parlante, en el que se habla mucho, y yo trabajo mucho con los diálogos antes de rodar la película. Los escribo y luego hago participar a un compañero mío que se llama Jean-Claude Carrière para que también los lea; es un trabajo preparatorio muy largo e intenso, y no paro hasta que realmente consigo el resultado que deseo. Por eso no quiero que se cambie ese trabajo, que me ha llevado tanto tiempo realizar. Es verdad que sí que pueden surgir cambios… Si una nueva idea da un nuevo color a una escena, hay que aprovecharlo. Sería una locura no hacerlo. De hecho, a veces son los actores los que aportan algo nuevo, pero he de decir que es raro. Pero tampoco soy alguien obstinado y me gustan las buenas sorpresas.
La perfección en el diálogo es muy importante para usted, pero también el movimiento en las escenas y la expresión corporal. ¿Ha habido alguna escena especialmente difícil?
No, la verdad. Siempre trabajo mucho con el diálogo, con la técnica de la goma de borrar: esto sí, esto no… Al final quito bastante, y lo que queda es justo lo que necesito. Los diálogos no son nada si no hay movimiento. Son las palabras con movimiento lo que dan forma a esa coreografía de los actores.