Después de su paso por Toronto, San Sebastián, Zurich, Austin y Londres, entre otros festivales, por fin llega a los cines españoles la película High-Rise, lo nuevo del siempre polémico y visionario director Ben Wheatley (Turistas, Kill List) que lleva a la gran pantalla la novela Rascacielos de J. G. Ballard (La isla de cemento). La acción transcurre en un Londres ficticio ambientado en un futuro no muy lejano, en concreto en un edificio de 40 pisos con 1.000 apartamentos y todas las comodidades posibles: piscina, supermercado, colegio... La construcción parece satisfacer todas las necesidades; sus inquilinos están contentos. Pero de lo que no se percatan es de que con tantas facilidades se aislarán del mundo exterior y, a la larga, crearán una sociedad basada en la barbarie, la ley del más fuerte y la violencia.
Durante el Festival de San Sebastián, SensaCine pudo hablar con uno de sus protagonistas, el actor británico Tom Hiddleston (El infiltrado, Kong: Skull Island), que se mete en la piel de Robert Laing, un doctor recién mudado al rascacielos que muy pronto se sentirá perturbado ante la posibilidad de que este orden utópico no sea tan perfecto como parece. Lo acompaña un reparto de lujo encabezado por Jeremy Irons, Sienna Miller, Luke Evans, Elisabeth Moss, James Purefoy y Sienna Guillory. Arriba, su tráiler.
High-Rise no es una novela fácil de adaptar. ¿Qué te convenció?
Nunca he hecho una película que pareciera sencilla de rodar en el papel... Cuando leí el libreto de Los Vengadores, también parecía bastante complicada. El reto en el mundo del cine es parte de la emoción para mí; la emoción de hacer que la ficción cobre vida. Y lo primero que me atrajo de la historia... Dos cosas. En primer lugar, soy un gran admirador de Ben Wheatley. Creo que es una voz única, singular, diferente, excepcional y valiente dentro del cine británico. No creo que haya nadie en Reino Unido que haga películas como las que hace Ben. He visto todas sus películas; las había visto antes de leer el guion [de High-Rise], y me gusta en especial A field in England (2013), que quizá sea la menos conocida de su filmografía. Y el matrimonio entre Ben Wheatley y J. G. Ballard era... Era demasiado bueno.
Los dos son artistas muy rebeldes. Y también creo que los dos van a contracorriente. Ballard siempre pareció un inadaptado. Era inglés, sus padres eran ingleses y fue criado en ese idioma en Shanghái (China). Y llegó a Inglaterra cuando tenía 14 años a principios de los años 50. Y no reconoció el país. Se crió con leyendo el Winnie the Pooh de A. A. Milne y El viento en los sauces y, al llegar a Inglaterra, pensó: "¿Qué lugar es este?". Era oscuro, deprimente y reprimido como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y, aunque era la quintaesencia del hombre británico, también sintió siempre que era todo lo contrario. Ben escribe sobre Inglaterra de un modo muy singular, con un sentido del humor muy británico. Y la segunda razón es Ballard. Admiro su curiosidad acerca de la naturaleza humana en situaciones límite. Un elemento de su estilo radica en posicionar a sus personajes en extremos físicos y psicológicos. Eliminando de la ecuación toda máscara de civismo. Y también advirtiéndonos sobre en qué nos podríamos convertir. Todas sus novelas tratan sobre la proximidad del caos en el seno de una civilización tecnocrática. Si vivimos en un mundo en el que nuestro único amo es la tecnología, entonces el caos está más cerca de lo que pensamos. Se trata de una pasión en toda su obra. Y High-Rise, de muchas maneras, trata sobre reemplazar lo natural con un edificio de cemento, acero y cristal.
Hablabas de reto, ¿cómo te preparaste para el papel?
Me encanta que me desafíen. Le pregunté a Ben sobre cómo debía preparármelo, y él me contestó: "No te lo prepares demasiado". Recuerdo que tanto él como Amy [Jump, la guionista] dijeron: "Te queremos a ti, y queremos tus reacciones". Laing tiene este desapego fascinante. En la rueda de prensa de esta mañana decía que el edificio estaba repleto de personajes con personalidades de lo más contundentes. Son encantadores, carismáticos, bellos, violentos... Y Laing intenta desesperadamente no involucrarse. Quiere ser el hombre gris en el apartamento gris contra el cielo gris, y escapar de las complejidades de una vida real. Se ha mudado del oeste de Londres para vivir en este espacio nuevo y eficiente. Y su trabajo también consiste en ser despegado. Es médico y fisiólogo y siente indiferencia por la enfermedad, la sangre, la emoción... Pero llegado el momento, le obligan a relacionarse. Cuando Laing reacciona, bien sea con terror, con humor o con otra emoción, esas son mis emociones. Pero en la piel de Laing.
¿No consiste el trabajo de un actor en 'desaparecer' en el personaje?
Sí... Pero Ben y todos los directores quieren una parte de eso también. Lo que quieren de verdad es una pizca de compasión al mismo tiempo que le eres fiel al personaje. Por sacar a colación otro ejemplo. Cuando hice War Horse (2011) con Steven Spielberg... No se me ocurre un ejemplo más cercano... Porque actuar consiste en responder con mis emociones a una situación imaginaria. En esencia, la actuación es la exploración de lo que es posible. La pregunta que debo hacerme es: "Cómo reaccionaría yo si estuviera en una situación como esta". Y ese es el parámetro a seguir para ser fiel. Pero tu experiencia siempre se encuadra o se basa en algo.
Hice mucho trabajo de investigación para dar forma a la personalidad de Laing. Pensé mucho en el desapego imprescindible de los profesionales de la Medicina. Yo no soy así. Fui a ver a un científico forense y asistí a una autopsia, con el forense intentando determinar la causa de la muerte. Y tuve que salir de la habitación para vomitar. Era incapaz de separar... No podía ver el cuerpo de una persona como una máquina. Lo único que veía era a alguien que estaba vivo el día anterior, y que ese día estaba muerto. Y no pude manejar la situación. Por eso soy actor (Risas), y no médico. Pero intenté pensar en Laing, cuyo día a día consiste en enseñar a sus estudiantes cómo distanciarse cuando diseccionas y abres cadáveres; que el cuerpo humano es simplemente una máquina muy sofisticada. Así abres un cráneo, así lo quitas, así examinas el cerebro...
¿Qué es una situación extrema para ti?
Bueno... Creo que muchos de nosotros tenemos mucha suerte. Vivimos en un mundo privile... No todos nosotros... Muchos vivimos en un mundo privilegiado, que es bastante único en el curso de la historia. Hace 1.000 años, la perspectiva de toparte antes con la muerte era más probable. O más inmediata. Antes de la invención de la penicilina, la gente moría más joven y la enfermedad era más difícil de combatir. Supongo que se trataba de un mundo más anárquico, y ahora muchos de nosotros tenemos todas nuestras necesidades cubiertas. Es algo muy reciente en la historia de la humanidad. Y de eso van las películas de zombis... Tanto en el cine como en la literatura, soñamos constantemente con el fin del mundo; siempre nos preguntamos cuándo sucederá el Apocalipsis, ya sea una invasión alienígena, zombis, vampiros... En los últimos 20 años, ¿cuántas películas hablan del final del mundo? Esa pregunta nos ayuda a responder al interrogante de quiénes somos, si es que eso tiene sentido.
¿Cuál crees que es la metáfora detrás de High-Rise?
Creo que, por encima de todo, habla de nuestra dependencia de la tecnología. Ballard entendió que cada vez íbamos a estar más y más obsesionados con la tecnología. Si todos perdiéramos nuestros teléfonos móviles ahora mismo, nos volveríamos locos. ¿Qué sería de nosotros? Si no tuviéramos conexión a Internet, si no tuviéramos ordenadores, electricidad... Dependemos de estas cosas, que se han convertido en el tejido de nuestro mundo. Y también nos cambian; cambian cómo nos comunicamos los unos con los otros, cómo nos relacionamos... Y él vio todo eso venir. Increíble. En una entrevista con Jon Savage en 1978, que creo que publicó Esquire, no estoy seguro, Ballard decía... Savage le preguntaba: "¿Ves la televisión?". Y Ballard contestaba: "Por supuesto. Ver la televisión es importante. En 30 años, tendremos una relación con la imagen en movimiento completamente distinta. Sacaremos imágenes de nosotros mismos, de nuestra comida, de nosotros en nuestras habitaciones... Lo predijo todo.
¿Qué opinas de esta obsesión? ¿La superaremos?
Eso espero... O puede que no. A lo mejor el mundo se vuelve todavía más interactivo. No lo sé. Pero lo que me encanta de Ballard es que nunca sermoneaba. Nunca decía: "Así es como deberías pensar". Simplemente se posicionaba como un hombre a un lado de la carretera, viendo los coches pasar, con un cartel que decía: "Curva peligrosa. Precaución". Y desconcierta. Algo así como: "Si seguimos por este camino, nos convertiremos en esto". Y en High-Rise, sustituit las emociones por un bloque de cemento y vidrio también es peligroso... Esto que viene es mi opinión. Quizá el caos de la vida real sea bueno, sea algo saludable... A lo mejor no deberíamos apartarnos de él. La vida real es buena, el desorden... Laing intenta vivir por sí mismo en un espacio limpio, nuevo, eficiente y cerrado...
¿Te cuesta relacionarte con los demás por culpa de la fama?
Espero que no. Intento conectar de nuevo todo lo que puedo. Por supuesto, hay sitios a los que sé que es mejor no ir. Pero no necesariamente son lugares para relacionarte. Para mí, actuar siempre ha consistido en ser curioso. Y si descubro que no puedo seguir siéndolo, entonces dejaré de ser actor. Soy un tipo normal. Sé que no es una respuesta muy elocuente... Si no puedes relacionarte, entonces tienes que desarmar a la gente. Ignorar la locura y decir: "Vamos a tener una conversación". La gente a veces se me presenta y dice: "¡Loki!". Y yo respondo: "Mi nombre es Tom" (Risas).
El aspecto más satisfactorio de ser actor lo encuentro en la relación entre el espectador y yo. Y esa relación puede estar basada en el entretenimiento y el placer, en la comedia, o en el debate que nace de la propia película. Desde joven, siempre me ha gustado hacer disfrutar a la gente. No hay nada como hacer reír a los demás. Todavía me hace feliz cuando alguien me para en el aeropuerto, me recuerda la escena al final de Los Vengadores en la que Hulk aplasta a Loki y me dice: "Es lo más divertido que he visto". Recuerdo estar en un cine y ver a la gente partiéndose de risa. Es muy satisfactorio. Pero hacer pensar a la gente también es algo maravilloso, o estimular a la gente para que piense sobre algo... Ya sea con High-Rise, o con la obra de teatro que hice el año pasado [en 2014], Coriolano de Shakespeare.